Álbum

Taylor Swift

THE TORTURED POETS DEPARTMENTRepublic-Universal, 2024

22. 04. 2024

Taylor Swift ha crecido hasta convertirse en un torbellino que ha tomado la cultura pop con tiránica dominancia y sin comparativa con fenómenos pretéritos. Hay reporteros que trabajan día y noche siguiéndole sus pasos, ‘The Guardian’ le ha dedicado una newsletter semanal, en la universidad se teoriza sobre sus letras, su apoyo a un candidato presidencial puede ser clave en las elecciones americanas y hasta ha generado un conflicto geopolítico después de que el primer ministro tailandés acusase a su homólogo de Singapur de llevarse la exclusiva territorial del The Eras Tour. Una gira, por cierto, en la que repasa su vasta discografía durante tres horas y que ha generado unos ingresos de más de mil millones de dólares, dinamizando a la vez las economías locales.

Lo que separa a Taylor Swift del resto de superestrellas, actuales o no, es un superpoder que le otorga la impresión de ser una chica normal. Hay en su aura algo una suerte de ilusión de que podría ser tu amiga. En realidad, hasta podría serlo, aunque solo tú lo sepas. Convertida en la diva pop más grande del planeta en la época más hiperconectada, la única manera de sortear las fake news en torno a esta hechicera del cripticismo es, precisamente, sumergirse en sus letras, repletas de huevos de pascua y mensajes codificados que solo sus fans son capaces de descifrar. Dice mucho, pues, del vínculo que ha construido con ellos.

Entre “Midnights” (2022) y “THE TORTURED POETS DEPARTMENT” solo han pasado 18 meses, pero eso es una eternidad en métricas swiftianas. Durante este tiempo se hizo añicos su relación más formativa, con Joe Alwyn, tuvo un breve romance con el chico malo del pop Matty Healy (líder de The 1975) que se rompió con escándalo, y ha empezado un noviazgo con Travis Kelce, jugador de los Kansas City Chiefs, pocas semanas antes de que ganase la Super Bowl LVIII. Por el camino, ha seguido publicando regrabaciones de sus antiguos álbumes y ha llevado The Eras Tour a los cines.

“THE TORTURED POETS DEPARTMENT” es, sin lugar a dudas, el álbum más personal de Taylor Swift, una ventana a la mente de la artista, lo más cerca que los fans han estado de poder escuchar sus pensamientos –casi– en tiempo real. Esto es pop confesional en su máximo apogeo, y si te gusta adentrarte en la psique de una estrella pop en plena catarsis creativa, esto es lo más cerca que vas a estar de que se te abran las puertas del cielo. Claro que esto tiene sus trampas, pues sí, ya hemos llegado al pico de omnipresencia de Swift, ya está por encima del bien y del mal, ya puede sacar un álbum secreto y a las pocas horas ampliarlo a doble con la coletilla de “The Anthology” con una treintena de canciones y dos horas de duración con escasa variedad cromática. En su undécimo disco, Taylor ha encontrado su zona de confort, y está cómoda en ella durante la mayor parte del metraje cantando en un registro de duermevela, entre susurros y siguiendo la estela de Lana Del Rey. Esto es un synthpop callado y un folk aún más discreto. Es como si a “Midnights” le quitases toda la efervescencia buenrollera y al díptico formado por “folkore” (2020) y “evermore” (2020), sus pasajes más acústicos y autobiográficos. Un espacio, en definitiva, que lleva habitando durante un lustro (aquí repiten, de hecho, Jack Antonoff de Bleachers y Aaron Dessner de The National en tareas de producción).

Para alguien que ha edificado su última gira en torno a las diferentes eras que ha exhibido en sus diferentes álbumes, con paletas sonoras bastante diferenciadas entre sí, “TORTURED POETS” reclama a veces la introducción de nuevas ideas, que aquí llegan a cuentagotas; un coqueteo con la electrónica melancólica de bola de espejos a lo Robyn –como ya hizo Ariana Grande hace unas pocas semanas– por aquí; un retorno a sus raíces Nashville por allá; un momento de pura catarsis gótica sureña de la mano de Florence + The Machine (afortunadamente no infrautilizada, como ocurrió con Lana Del Rey hace no demasiado) y también un poquito de ese pop electrónico cuasi alternativo que ha puesto en boga recientemente, sí, The 1975. Es un disco sin bangers, pero otra exhibición de la pericia de Taylor Swift a la hora de componer canciones: aquí hay los mejores puentes que te vas a encontrar en el pop contemporáneo, temas impecablemente construidos que pueden pasar de la quietud a un relajado tormento en cuestión de segundos. Abundan unas power ballads que aúnan la eficacia comercial de Phil Collins con la sofisticación de The Blue Nile (mencionados en una de sus letras, por cierto).

Construido alrededor del concepto de las cinco fases de la aflicción, desde que te parten el corazón hasta que tienes que irremediablemente empezar de nuevo, toda la mitología swiftiana de angustia, dolor, miedo, confusión, euforia y demás ahoga a menudo la música en sí. Oda a las relaciones pasadas, “TORTURED POETS” es quizá su trabajo más plomizo y crudo, destilando hasta la máxima pureza la esencia de la lírica de Swift, y dando con un diario de a bordo que disecciona el sentirse ghosteado, que te hagan luz de gas, el pasar a la lista negra. Esto ni es un álbum de ruptura ni una ocasión para victimizarse. Es más, Taylor canaliza aquí toda su energía de villana que apareció por primera vez en “Reputation” (2017), mostrando su carácter más impredecible, complicado y caótico. El concepto que se sugiere en el título se expande a lo largo de estas canciones con abundantes referencias a prisiones y manicomios: esto es una entrada VIP al espectáculo del colapso emocional de la protagonista. ∎

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