Álbum

Villagers

Fever DreamsDomino-Music As Usual, 2021

08. 09. 2021

Quienes defienden la honestidad artística por encima de la pose siempre han valorado más la creatividad provinciana fuera de los tentáculos de las urbes depredadoras como Londres, Nueva York o Los Ángeles. Al mismo tiempo, sabido es que quedarse en Dublín, como es el caso de Conor O’Brien, jugaría en contra suya si lo que busca es popularidad. Aunque cada vez es mejor recibida la presencia irlandesa en cualquier segmento musical y la relativa cercanía debería jugar a favor, puede llegar a ser tan secundaria su influencia en los corrillos bien conectados de Londres como en los de Canadá o Australia. Añádanse, a pesar de los peros, los efectos de una pandemia que favorece la interiorización de emociones y sensaciones creativas, y obtendremos las coordenadas espacio/tiempo perfectas para parir una obra de cierta envergadura como “Fever Dreams”.

Su título podría apuntar además a otros trabajos con la etiqueta de febriles, como “Calenture” (1987). Sin embargo, se trata de otra clase de fervor, pues la de The Triffids se refería más a la apasionada intensidad de un enamoramiento, mientras que la de Villagers lidia más con lo sensorial (“going going heptagon, the bottom of the rainbow, indi-going going gone, violet to ultraviolet, Europe to Oceania”, canta a remolque de ribetes psicodélicos tipo The Flaming Lips en “Fever Dreams”).

Lo que constata el álbum es que el autor ha alcanzado finalmente el equilibrio entre instrumentos formales y detalles electrónicos. De los arreglos opulentos de “The First Day” –como Rufus Wainwright pero con una voz acariciante y menos histriónica– se pasa a una ambientación de fragilidad lujosa y exquisita, rota tan solo cuando desentierra el hacha de la guitarra divertida en “Circles In The Firing Line” o cuando se pone celestial supino como Kamasi Washington en “Restless Endeavour”.

El resto es de un placer sigiloso donde todo transcurre en una burbuja rosada. El comienzo de “Momentarily”, que se regodea en la quietud –y en la plenitud– total, como “Full Faith In Providence”, donde colabora Rachel Lavelle. Además con un poso nostálgico sixties, ya que la panorámica preciosista bien orquestada de “So Simpatico” –una mezcla de Jim Webb, Father John Misty e incluso Destroyer con el saxo serpenteando– y el cierre de atardecer californiano de “Deep In My Heart” –lo bien que se yergue hasta desvanecerse en la lejanía– nos conducen a un mundo donde, sin suceder nada especialmente relevante, se puede disfrutar la magia de cada segundo de duración con el flujo pacífico de las notas. Durante unos instantes del videoclip de “The First Day” incluso se visibiliza la flotación.

Desde siempre un favorito personal –tanto ante la bendita incredulidad cuando escuchamos por primera vez “Becoming A Jackal” (2020) como al mantenernos pacientes tras el tropezón de “{Awayland}” (2012) o “The Art Of Pretending To Swim” (2018) al inclinarse por la electrónica–, parece que ha llegado el momento de Conor O’Brien. El compositor exuberante. ∎

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