Conor O’Brien está contento: ha aparecido su guitarra –gajes del oficio del músico: que la aerolínea te la pierda; maravillas de la tecnología: localizarla con una app en otra terminal del aeropuerto de Madrid– y tiene un nuevo disco –“That Golden Time” (Domino-Music As Usual, 2024)– que interpretar con este instrumento. Y con su banda, Villagers. “Acabamos de ensayar durante dos semanas y ya suena muy diferente. Eso me entusiasma. Quiero hacer diferentes versiones de las canciones todo el tiempo”.
Del nuevo disco salió hace unos meses el tema titular, cuyo estreno en YouTube registra elogios y, por cierto, abundantes comentarios sobre su reminiscencias a “The Dark Side Of The Moon” (1973), de Pink Floyd. “Puedo verlo”, dice Conor. “No lo he hecho a propósito, pero crecí escuchando Pink Floyd y, como soy un ‘nerd’ de la música, siempre voy a robarle a mis bandas favoritas. Cuando terminé ese tema pensé que se acercaba mucho a ‘Echoes’. Y supongo que a ‘Brain Damage’. Pero espero haber inculcado algún tipo de nueva energía”.
Esa energía propia está, sobre todo, en la intención lírica de las diez nuevas canciones. “Hablan de las relaciones de poder y de cómo estas se enmascaran en otras cosas. Tratan sobre lo que valoramos en nuestras sociedades, el dinero y lo rentable, siempre a corto plazo y con pretensión de verdad universal. Particularmente en la era de internet, en la que hemos validado que lo cosmético y lo superficial es lo real, y somos recompensados por tener la opinión más extrema sobre cualquier cosa. Creo que todo el mundo se está volviendo loco”, afirma.
“I got money on the mind / I was trying to be someone” (“Tenía el dinero en la mente / Intentaba ser alguien”), canta el irlandés en “Money On The Mind”, uno de los nuevos temas. “Sí, trata de esa idea del dinero y de esas relaciones de poder que, aunque cambien en su superficie, siempre han existido en todas las civilizaciones”. Todo esto explica la presencia de uno de los elementos de la portada del disco: una vieja moneda. “La más antigua que todavía tenemos, del león de Lydia, actual Turquía; es como del año 600 a.C”.
El otro elemento gráfico es una mariposa. “Bueno, es más bien una polilla, más pequeña y más nocturna que la mariposa. Pensé que era interesante en el sentido de que los temas del disco son metamorfosis y cambio, pero también es confusión de la polilla volando hacia la luz que la va a matar”. Conor refiere en otro de los temas que al dinero lo conocemos desde el momento en que tenemos una de estas cosas (señala mi teléfono móvil). “Se obtienen mediante trabajo infantil en el Congo, resultado directo del colonialismo belga, e incluso del actual. Hay mucha gente en Twitter hablando de lo correctos que son, de lo bien posicionados que están ellos y lo equivocados que están los demás. Pero hablan desde esa máquina de trabajo esclavo. Esta idea de pureza moral, tan arraigada en internet, es falsa. Estoy empezando a entender mucho más cierto tipo de ideas cristianas sobre el pecado original, y entiendo que, en pleno desmoronamiento de la civilización, son muy útiles: una especie de humildad intelectual”.
La alternativa –al menos la propia– es dar un paso atrás. “He vuelto a leer en formato largo. Intento leer cosas anteriores a internet. Creo que utilizábamos el lenguaje de manera diferente, mucho más interesante en la primera mitad del siglo XX. Tal vez estoy siendo un poco estrecho de miras y pensando solo en inglés; vosotros tenéis a Lorca”. Él a James Joyce, me permito recordarle. “Es verdad. Un ‘weirdo’. No sé. Creo que tenemos demasiadas cosas al alcance de nuestra mano. Somos tribus gritándose unas a otras, y estamos viendo esa lucha de poder a gran escala con la tecnología. Creo que estamos solo al principio. El arte es un lugar de exploración interesante para pensar en todas las áreas grises y turbias entre los extremos. La música es divertida”.
Y nostálgica, desde el título del disco (“Aquella era dorada”) hasta la sonoridad nocturna, poética y melancólica que lo recorre. “Sí, me estoy haciendo viejo y me estoy poniendo nostálgico. El personaje de esa canción sueña con una época en la que no tuviera tanto que perder. Creo que hoy mucha gente tiene miedo de pensar en profundidad porque hacerlo aterra. Entonces se dedican a juzgar a los demás. Sé que es un cliché, pero nuestra relación con nosotros mismos es la más importante que podemos tener. Y estas relaciones están siendo saboteadas por nuestra idea de cómo nos vendemos como productos. Pienso en los más jóvenes. Especialmente en las chicas”.
Para Conor, el conflicto entre romanticismo y realidad indica un camino de aspiraciones; en su caso, estas están en la música. “Me encanta hacer álbumes. Quiero hacer música que sea escuchada como una pieza de trabajo coherente: diez canciones que sean parte del mismo mundo. Algo para lo que tengas que sentarte y concentrarte durante más de dos minutos. Creo que he trabajado duro en este álbum para lograrlo”. Hay algo más: “Este año también publicaré un libro. Es un libro de letras, básicamente todas las de Villagers, de 2007 en adelante. Tiene ilustraciones, los bocetos, todo. Así es agradable ver ese arca. Acabo de terminarlo”.
La perspectiva de casi dos décadas permite a Conor sacar conclusiones de su propia evolución. “Definitivamente he cambiado mi manera de escribir. Creo que mi trabajo es un poco más estilizado estos días. Solía profundizar mucho en la maleza de las canciones; al principio les añadía pequeños dibujos y animaciones, luego aparecía otra versión de la canción y luego otra, y luego otra... En estos días me salto bastantes pasos. Creo que me lo he ganado. A veces pienso que quizá me he hecho más vago. Pero otra parte de mí piensa que he trabajado tan duro durante los últimos veinte años que ahora puedo llegar a lo bueno un poco más rápido”, ríe.
Ha habido otros cambios: Conor cuenta que este año ha dejado de beber, que ha empezado a ir al gimnasio y que ahí, levantando pesas, ha vuelto “a Dylan. Últimamente me he puesto ‘Bring It All Back Home’, y he escuchado ‘Gates Of Eden’, ‘Love Minus Zero’... ‘It’s Alright Ma (I’m Only Bleeding)’ es probablemente una de las mejores canciones jamás escritas. Es obvio, pero sí, Dylan es uno de mis favoritos”.
¿Qué hay de Irlanda? “Tiene gracia, pero en realidad no crecí escuchando música irlandesa. A mis padres no les gustaba mucho; tenían solo a Frank Sinatra, Ella Fitzgerald, Nina Simone, Duke Ellington... Así que crecí escuchando música estadounidense y británica. Más adelante me he metido bastante en Planxty y esas cosas tradicionales. Ahora mismo en Dublín hay tanta música… Algunas bandas muy jóvenes me recuerdan lo que era estar en una banda cuando no me importaba nada más y simplemente me estaba divirtiendo. Veo a esos músicos que tenían cinco años cuando salió mi primer álbum y no tengo ni idea de cómo encajo en esa escena”.
Una escena nace, otra muere. Hablamos de recientes pérdidas en la música nacional: Sinéad O’Connor y Shane MacGowan. “Fue muy triste. Nunca conocí a Shane, aunque vi a los Pogues. Sí vi a Sinéad varias veces a lo largo de los años. Era de la misma zona de Dublín que yo y siempre me pregunté dónde viviría ella exactamente. Nos vimos varias veces a lo largo de los años y ella fue muy amable; incluso compartimos escenario. Era una de esas figuras icónicas que siempre existieron, ¿sabes? Recuerdo haber visto ‘Nothing Compares 2U’ en ‘MTV’ y preguntarme: ‘¿Quién es esa hermosa criatura?’. Qué gran pérdida”.
Volviendo al disco, Conor alberga planes de tocarlo en vivo con su banda; de hecho, el sábado pisan escenario español: “Estaremos en muchos festivales, como el Tomavistas. Es emocionante porque la banda está interpretando estas canciones de una manera nueva y diferente. Nos hemos deshecho de máquinas y ordenadores para estar más abiertos a la improvisación y fluir con estas nuevas canciones. Además estoy escribiendo material nuevo. Y hay algún proyecto para el cine en el horizonte”. ∎
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