Pasión infinita por la música. Foto: Gonzalo López-Gallego
Pasión infinita por la música. Foto: Gonzalo López-Gallego

Fuera de Juego

En los campos magnéticos de LD Beghtol

LD Beghtol (1964-2020): amigo y colaborador de The Magnetic Fields, líder de LD & The New Criticism, Flare Acoustic Arts League y The Three Terrors (junto con Stephin Merritt y Dudley Klute). En (mi) orden cronológico: productor de “Superluv. Por lo que tiene de romántico” (2011). Toqué en el disco de Flare Acoustic Arts League “Big Top/Encore” (2011). Dimos 40 conciertos juntos. Aprendí muchísimo de él. Falleció el pasado 7 de diciembre. Tenía 55 años.

Por Remate

15. 12. 2020

Huevos fritos, pochados, escalfados, duros o tibios. Las diferencias trascendentales entre estos cinco estados de un mismo ser podrían servirnos para empezar a hablar de mi amigo LD (o Uncle LD, LD Beghtol para Wikipedia), que tristemente falleció hace unos días. Porque LD tenía una pasión infinita y un conocimiento erudito de música, pintura, arquitectura, cine; de todas las artes... y de comida. Nació en 1964 en Fort Campbell, Kentucky y, como a casi todos, lo que comió de niño le marcó para siempre. Recetas cajún, criollas o el sándwich “Hot Brown” con salsa Mornay, claro. Sin salsa Mornay nos comemos antes el ukelele que el sándwich.

Para entender a LD tienes que estar dentro de una canción o de un cuadro. Pinchemos “Punish Me With Kisses” (1983) de The Glove, la efímera banda de Robert Smith (The Cure) y Steven Severin (Siouxsie And The Banshees). Esa podría ser una banda sonora fidedigna de este texto que me cuesta escribir porque me quiebra y porque es muy difícil hablar de LD. Sería más fácil para mí tocar al piano con los ojos cerrados un arpegio invertido de una quinta aumentada. Esa sonoridad inquietante le estimularía. También podría ensimismarme con una nota del Arp Odyssey y sujetarla con cinta adhesiva. Este score le encantaría. A él y a todo el círculo de amigos que le rodeaba, todos interconectados.

Una de sus grandes virtudes fue esa, como me comentaba Pinky Weitzman (The Magnetic Fields): “Él nos presentó”. El hilo conductor de una red inmensa de artistas era y es LD. Era inigualable conectando a personas que solo él sabía de antemano que iban a congeniar. LD me presentó –y todos tocaron en mi disco “Superluv”– a Stephin Merritt, Pinky, Julia Kent, Sam Lazzara, Jon DeRosa, Julie DeLano... Yo le presenté a Tim Fite, quien también cantó en plan “You Are A Good Man, Charlie Brown” junto a un coro de niños y niñas que, claro, organizó LD con familias amigas de Brooklyn. Y a Gonzalo López-Gallego, Laszlito Kovacs, Javier Gullón, Carlos Toronado... Con todos tuvo largas y alucinantes conversaciones ilustradas. Con los cineastas hablaba de películas de culto; con los diseñadores, de tipografías perdidas, y con los músicos, de Can.

La expedición de la grabación de “Superluv” en Nueva York fue un viaje XXL transoceánico que empezó en mi casa de Chamberí. Fue en 2010, años después de contactar por Internet (hizo una muy buena crítica en el ‘Village Voice’ de mi disco “On Junk” de 2006), cuando por fin nos conocimos en persona. Habíamos ido intercambiando por e-mail mis ideas de canciones y a mediados de año se vino a Madrid a repasarlas, a diseccionarlas como una rana en una clase de anatomía. Hablaba de tocar el piano “mal-bien” como The Beatles, me sugirió que revisara mi perspectiva de pianista clásico y, en la misma reflexión, me decía que pensara en Diamanda Galás, en East River Pipe (a quien ambos admirábamos) y en el primer disco de Eurythmics, “In The Garden” (1981). Antes o después, nos tomábamos un pincho de tortilla en La Ardosa.

Fueron diez intensos días de preproducción, la primera vez que pude hacer algo así, gracias a Mark Kitcatt (director de Everlasting Records). Uno de esos días, nos vinieron a visitar Gonzalo López-Gallego (director) y Javier Gullón (guionista) para grabar las primeras imágenes del proyecto. “Superluv” iba a ser, además de un disco, una película en la que también estaba Joaquín Reyes implicado. El nivel de trabajo de LD (y mío) era tal que casi ni les saludamos. Estábamos metidos en las canciones, en su análisis profundo, hondo y metafísico. Y también en justo lo contrario, en su vertiente necesariamente infantil, absurda, intrascendente con toda intención, hasta ridícula. Tan inmersos en ellas como si el mundo dependiera de nosotros.

Un día fuimos al Reina Sofía a ver una exposición de Martín Ramírez, el pintor art-brut mexicano. LD sabía más que los comisarios y que todos los textos que componían la retrospectiva. Fue genial, no tuve que leer nada. De camino, andando, era él quien me hablaba de los edificios madrileños, de su arquitectura, de su historia y de todo lo que sucedió en el barrio donde yo vivía. Entonces me di cuenta de que yo no sabía casi nada. Al menos, le gustaban mis canciones.

Meses después fui a Nueva York. Dormí en su casa de Bushwick durante la grabación del disco. Me llevó a desayunar y a comer a un sitio diferente cada día, más de 20. Todos míticos. A finales de ese mismo año, volví para dar unos conciertos con él y dos años después lo acompañé en una gira de treinta conciertos por Europa. En Berlín coincidimos con Stephin. En 2013, yo estaba de gira por la Costa Este y cuando toqué allí vino a verme. La última vez que le vi creo que fue en 2016: volví a tocar en NYC, antes de un concierto en la National Gallery de Washington para el score original que me habían encargado de “Un Perro Andaluz”. Obviamente, a LD le encantó semejante encargo y, lo digo con total sinceridad, también sabía mucho más que yo.

LD era abrumador, elefantiásico y de un estilo inigualable. También era muy complejo, con una percepción de la realidad que a veces implicaba fantasmas y sombras. Puede que se transforme en una cariátide con las que comparaba arreglos musicales que parecen un bucle pero que no lo son exactamente: Cada uno de los adornos es diferente, aunque juntos generen una sensación de onda”. ∎

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