No hay trampa, al menos, en el segundo trabajo de Rigoberta Bandini: anunciado desde el principio como un disco conceptual y doble –que de hecho llega a las 22 canciones y supera la hora de duración–, no esconde en su excesivo metraje ninguna sorpresa en forma de hit, y todo el pescado en ese sentido se ha vendido durante el roll-out. Así que quien espere pelotazos a la altura de “Perra”, “Ay mamá”, “Julio Iglesias”, “Too Many Drugs” o “In Spain We Call It Soledad”, todas contenidas en un primer trabajo – “La emperatriz” (2022)– que funcionaba a efectos prácticos como un recopilatorio de sus primeros éxitos, quizá es mejor que se quede en “KAIMAN”. El que venga por la teatralidad, dispuesto a transitar por ese valle inquietante del pop mainstream que tan bien sabe habitar la catalana, sí es posible que encuentre algo más parecido a lo que busca.
Porque, en “Jesucrista Superstar”, Rigo persigue más confirmarse como rarita del pop patrio, verso suelto –y extraño– entre tanto predominio urbano, influjos club y actualizaciones folclóricas, que consolidarse como hitmaker. Está ahí el atino melódico, obvio, con canciones en general pegadizas, pero este es un disco que realmente pone la atención en otras cosas, excéntrico e histriónico, operístico y eurovisivo, también absurdo y naíf, ácido por momentos y conscientemente hortera, que además maneja con inteligencia el lado oscuro de ese modelo aspiracional de normalidad familiar y wealthness: “Jesucrista Superstar” tiene algo de ansiolíticos, de descojonarse con las pupilas dilatadas mientras arde la cocina, de maridos que se enrollan con secretarias y de hijos que ya no te hacen ni puto caso.
Esta idea, en parte, justifica su dispersión, su loquísima heterogenia, su ambición quizá desmesurada, y refleja un TDAH de inspiración que en ciertos momentos –“C.X.T (Club Xavalas Tristes)”– parece ser una coraza ante los posibles bloqueos creativos, abrazando como mantra aquello de “matar moscas a cañonazos”. Pero no quita para que cueste encontrarle el hilo a las melodías a través de las canciones, y que muchas de ellas contengan un fragmento de texto excelente –“Si muriera mañana” o “Soy mayor”, por ejemplo– que desluce por la propia obsesión desmontable de las canciones.
Este es, más que nunca, el teatro del mundo de Rigoberta Bandini, su “Noche de fiesta”, su show de variedades realizado por Valerio Lazarov: un poco de pop sixties –“Enamorados”– por aquí, otro poco de la teatralidad de clásicos de los setenta como Raphael o Camilo Sesto –a quien remite directamente el título del álbum o “Los milagros nunca ocurren al salir de un after”, probablemente la mejor canción– por allá, y jingles en toda regla como “Simpática pero problemática” –que roza la broma synthpop, pero también se acerca de alguna manera a los Sparks de los ochenta– para redondear la emisión. “Brindis!!!” directamente podría ser un número musical, y “Cada día de la semana”, con Rémi Fa, recuerda a Buenafuente y Berto en la época de Joan Eloi y El Lagarto; “Abraxas” termina en plan Coldplay poniéndole banda sonora al musical de “El rey león”, y números como “Amore Amore Amore” dejan ver la enorme influencia del pop italiano, pero también de Italia como idea mental, ese paraíso detenido en el tiempo de lujo, bohemia y clasicismo en decadencia.
En este sentido, son vertebradoras las constantes referencias a Franco Battiato, poco menos que un gurú espiritual para Rigoberta, sobre todo en esa síntesis de detalles casi infantiles y estructuras ambiciosas en las canciones: en “Busco un centro de gravedad permanente” lo versiona brevemente en clave retrowave después de cruzar –en sus propios términos, todo sea dicho, con un bajo irresistible que rebota de hombrera a hombrera– a Raffaella Carrà con La Bien Querida; “Pamela Anderson”, que tira de sintetizadores fantasmagóricos en el sentido más cómico de la palabra, al final se pone en plan “Cuccurucucù”. “Jesucrista Superstar” es un trabajo plenamente vocativo, plagado de referencias y de revisiones mitómanas que también pasan por Sara Montiel, Paloma San Basilio, Marisol, los Mecano de “Aidalai” (1991) –en “VuelaaAAaa”, por ejemplo– y hasta Enrique y Ana o María Jesús y su Acordeón. La ópera synth-prog-pop de Rigoberta Bandini. ∎
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