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Hidrogenesse se atuvieron al encargo de la exposición “Ciutat de sorra”, componiendo diez piezas breves de poco más de un minuto de duración con el leitmotiv titular como puente que engarza las canciones, separadas en la versión en streaming y en una suite continua en el formato físico. Transformados en reporteros sónicos, entregan su disco más político en una deriva psicogeográfica que le quita el polvo a momentos sepultados y que afloran en canciones de innegable poder evocador. Juan Cervera
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Siguen dando más de lo que se les espera, o aún mejor. Abren con “Calima” trayéndonos la meteorología adversa con los vientos apocalípticos. “La cigüeña”, “El cóndor pasa” y “Stabat Mater” son adaptaciones de canciones populares. La cuota de influencias directas se cumple adaptando a Howlin’ Wolf y Robert Belfour. “Al infierno que vayas” sí que tiene origen en algún cantar flamenco, aunque pasado por la túrmix del siempre referente Captain Beefheart. Miguel Tébar A.
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Nada de grandes alardes. Solo guitarras y teclados, folk gótico y épica de wéstern portátil. Baladas traslúcidas para que se vea bien el fuego de las entrañas. El mejor Pascual, el que se mueve con soltura y espíritu cada vez más narrativo por la extrañeza y el desarraigo, monumentalizando la intimidad y proyectándose en el country albaceteño y abollado de “Lo bueno” y el folk intergaláctico de “El accidente”. Atraco perfecto. Golpe maestro. David Morán
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Lo más interesante es que consigue abrirse de forma genuina a varios géneros distintos sin abandonar su centro gravitatorio. Dando rienda suelta a sus aspiraciones de cantante melódico pero sin perder de vista esa amistad que le gusta trabajar entre los ritmos dub, el rock, el funk y las sabrosuras de muy distintas longitudes ecuatoriales, parece ser el mismo Carlangas de siempre, pero de algún modo lo es también como nunca. De momento, nada que lamentar. Diego Rubio
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Ahora mismo lo que nos ofrece son cepos para la emoción como el synthpop a lo Battiato de “Virgencica” y delicias acústicas de aura bucólica como la hermosa “El arte de la fuga”. Los siguientes tramos del viaje nos llevan a los aires mexicanos de “Ascética básica” y a la huella de New Order que caracteriza “Oración”. Un triunfo más a sumar a los anteriores LPs de Alexanderplatz y a los firmados anteriormente por los añorados Klaus & Kinski. Marcos Gendre
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Consigue apuntalar un sonido solvente y personal. Tan vintage como contemporáneo, tan nuestro como universal, “Posdata” sabe además rendir tributo a los clásicos desde su desacomplejada relectura. Italo disco y classic San Remo vibes para la generación TikTok, vibras lounge pasadas por filtros sintéticos, canción francesa de ayer y de hoy, bossa novas de caja de ritmos, funk afrancesado y seductor o pop en clave urbana, todo se mezcla con sabrosura. Diego Rubio
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No es continuación de nada, aunque tiene el poso de una trayectoria siempre ascendente: eso que los músicos siempre suelen decir y nunca es verdad, “mi último disco es el mejor de toda mi trayectoria”. En el caso de Remate es muy posible que sea así. Él achaca el mérito a la coproducción de Wild Honey, pero yo lo achaco a los arreglos. A quien se le haya ocurrido el ropaje que adorna estas composiciones hay que darle el mérito. Jesús Rodríguez Lenin
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Media hora de atropello rítmico, de ansiedad servida a latigazos y desencanto furioso. Los cien metros lisos del punk sintético. Un teclado MicroKorg, una caja de ritmos, un par de sintetizadores. Dura un suspiro y pasa como un relámpago. Vibrante y veloz. Un concentrado de energía oscura y diez canciones que son como abrupta erupción de electrónica tóxica e infecciosa. Mejor así. ¿Se acuerdan de A.R.E Weapons? Pues esto es mucho mejor. Porque es de verdad. David Morán
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Tiene el talento y la sensibilidad para componer, el carisma para defender las canciones con un delivery impecable y los contactos idóneos. Porque para hacer un trabajo bueno siempre hay que saber rodearse de peña que esté dispuesta a arriesgar contigo y seguir tu intuición. Ya no es de extrañar que haya colaborado en este álbum con grandes capos de la industria internacional. Lo que sigue dejando huella es el constante viaje de vuelta que hace hacia sus orígenes. Diego Rubio
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Ha venido a cantarle al duelo, a esculpir el dolor y desovillar la pena para alumbrar una de esas grabaciones cuya relevancia va más allá de lo musical. Es un disco pero también un refugio, un exorcismo, una hoguera. Un disco de encantos minúsculos, poderosa voz en primer plano y nudos en el estómago. No faltan los versos lapidarios, la electricidad inflamada y la épica, pero lo mejor llega con las canciones más directas y sencillas. David Morán
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El propio título lo dice todo. Como hay flamenquito, pues se ronea. Como hay groove, pues se funkea. Como hay electrónica, pues in da club, a lo 50 Cent. El conjunto, para variar en estos días, es de un eclecticismo que asusta. El contenido de las letras, puro. Callejero. La Plazuela firma un largo cuidado hasta en el error, variado como un bufé libre del que cada cual pillará lo que se le antoje. Indiscutible que tienen voz propia. Galo Abrain
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No nos engañemos, esto ya no pertenece a ningún subgénero atado a su contexto generacional, esto es pop con mayúsculas. Una demostración valiente, sin filtros, de los diferentes giros sobre sí misma que Jimena es capaz de hacer sin perder el oremus de su pacto con las musas. Canciones que, definitivamente, apelan a la trascendencia de un acto creativo que, incluso, desprende la sensación de que Jimena podrá mejorar en próximos envites. Marcos Gendre
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Los temas incorporados manifiestan la identidad dual de una artista que no olvida sus raíces. Ráfagas de una identidad cruzada por las dos orillas del Atlántico que se filtran en un primer álbum programado desde ese pop electrónico y art pop que la han acompañado desde sus orígenes, y que ahora enriquece con el añadido de la canción tradicional, el cante, el bolero y otras insinuaciones (y desviaciones) sonoras de apreciable estímulo y admirable encaje. Marc Muñoz
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Es un vibrante monumento sonoro a su educación sentimental y musical. Su voz, por primera vez al frente, suena cálida y cercana. También melancólica y juvenil. Florent se estrena con un disco brillante y sanador; un álbum que se acerca con soltura a Stereolab desde el rock andaluz y borda el indie de crescendo imponente. ¿The Jesus & Mary Chain? También, sí. Pero sobre todo Florent. Conjugándose en primera persona. Reivindicando su plenitud. David Morán
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Se ha desmarcado con un álbum en el que lo mismo te topas con una bachata, con un corrido tumbado o con una bossa nova. La persona artística de Dellafuente evoca inteligencia, sutileza y sensibilidad para tomar las decisiones correctas. Aunque tiene un cierto deje a retales, a estar construido con parches sonoros, el resultado final no abruma ni empacha, sino que encaja y se queda en un punto justo previo al abismo de lo barroco. Al Sobrino
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Los desarrollos suenan imprevisibles, con claras referencias al pop global de Robert Wyatt, de quien parecen haber absorbido su espíritu para recrearlo en un cuerpo de acabados retrofuturistas. El cinemascope vaporoso encuadrado en cada plano melódico refuerza la sensación de constante originalidad. Un trabajo concebido para transitar fuera del tiempo, ajeno a modas y todo intento de contextualización. No hay límites en esta obra total. Marcos Gendre
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Parece más que saludable el conocimiento y preservación de un acervo musical que, parafraseando la letra de una de las canciones de este “Miramar”, son “més antigues que aquest món”. Tan importante como ver qué hace uno después con todo este material. En el caso de Júlia Colom, esta herencia actúa como un punto de ebullición creativo. Un cuerpo genético, siempre presente –aunque nunca como un cliché ni un corsé– en las canciones que dan vida a esta producción. Donat Putx
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Lo divino y lo profano se dan la mano en un disco que, en manos algo menos diestras, podría haber caído en el pozo de la pretenciosidad. No es ni corto ni largo. Ni demasiado solemne ni demasiado trendy. Ni clásico ni tampoco precisamente futurista. Y habita un lugar escasamente explorado en castellano: el del romanticismo digital a lo James Blake, fundido con el minimalismo pianístico de la escuela de Satie. Carlos Pérez de Ziriza
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Por mucho que uno se estruje el cerebro, no alcanza a localizar parangón en nuestra escena. En “Hira Tensu Terruá” emerge un cante jondo bastardo. “Paladista parrandero” parece querer fundir a Led Zeppelin con el folclore. La electrónica de cloaca brota en fusión con una melodía arábiga y guitarras eléctricamente rasposas en “Ojo de gallina”. Tan solo “Cantar de locos” se asemeja a una canción convencional. De nuevo indomables. Carlos Pérez de Ziriza
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Es un álbum espolvoreado de momentos mágicos. Un trabajo para saborearlo. Hace tiempo que no se observaba tan buen gusto en una producción hecha aquí; a partir de secciones de viento, de metal y de cuerda. Nada está fuera de lugar. Nada sobra. La cantante se mueve entre la amplia, ancha y elástica americana y el pop de autor; por tanto, las influencias están ahí. Decir luminoso es correcto, pero en algunas piezas no alcanza. Hay más. Miquel Queralt
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Apóstol del hazlo tú mismo y la belleza de la imperfección, sigue fiel a ello en esta entrega tras un debut en el que se percibía un poco más de brillo en la producción. Sin embargo, el minimalismo no está reñido con la variedad de arreglos, como muestra en las veintidós canciones que despacha en poco más de cuarenta minutos. Más allá de la amplia variedad temática, sus letras son pequeños relatos con reflexiones incrustadas. Pepe Nave
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Apunta alto, porque se erige en una oda contra la violencia que ejerce el statu quo social sobre la disidencia. El resultado es exuberante, pero algo menos diverso de lo que la disparidad de invitados podría sugerir. Quizá subyazca aquí otro corsé algo menos evidente: el que unifica estos cincuenta minutos por mor de lo textual. Dice Clara Peya que siente que estas canciones son menos suyas. Pero no deja de ser una obra muy unitaria. Carlos Pérez de Ziriza
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Parece reunir todo lo aprendido por Pépe en estos años de nómada discográfico. Solo con un par de atentas escuchas ya salen a flote el talento y la brillantez de la producción. Subyace también un concepto unificador: Pépe imagina un escenario de futuro casi presente en el que la naturaleza reclama y toma de nuevo el espacio robado por el hombre. Y lo hace inspirándose y pensando en el trabajo del arquitecto alicantino Antonio Cortés Ferrando. Carles Novellas
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Chicharrón ha incorporado a la acordeonista Rosalía Fernández Rial. Con esta nueva formación, todo está provisto bajo una mentalidad marcada por la artesanía acústica. Las canciones encuentran un estado ideal de crudeza y belleza torrencial, emoción por contraste encapsulada en su disco más fascinante. Y eso es mucho decir. Sea cual sea el cepo que nos atrape, siempre sobresale la sensación de estar ante una excitante reformulación. Marcos Gendre
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Es etnografía de ida y vuelta, histórica, sí, pero sobre todo personal. Es música viajera con el punto de partida en el latir del compás africano, aquel que estaba en la Península Ibérica siglos ha antes de que viajase a América y regresara listo para influir en Iberia. Fluye como música libre que va explorando y saludando territorios lejanos sin entenderlos como ajenos, sino como propios y desde los cuales se puede, y sobre todo se debe, dar cuerda al proceso creativo. Miguel Martínez
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Colaboraciones diversas ayudan a equilibrar su discurso y hacerlo más asequible de lo que nunca fue. Nombres como los de Maria Arnal, Sílvia Pérez Cruz o Raül Refree podrían acercarlo a un público más amplio. Galante se encarga de voz y guitarra. También del bajo, teclado, batería, efectos y producción. Pero aquí destaca como impulsor de empeños. Estamos no solo ante un disco exuberante y frondoso, sino también importante, que hace más que honores a su título porque define un lenguaje muy particular. Carlos Pérez de Ziriza
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En su construcción de un mundo imaginado, el grupo se suma a una tradición no muy claramente definida de proyectos de parecida sensibilidad posmoderna. La banda arrastra una serie de estilos regionales mediterráneos a su laboratorio ruidoso; trapicheo sónico que, a pesar de la guasa palpable, demuestra ser mucho más que un pastiche. Demasiados son los procedimientos, resortes e ideas musicales a los que recurre la formación como para resumirlos de forma breve y vulgar. Xavier Gaillard
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Es un disco de los que justifican carreras y otorgan sentido a la palabra evolución. Hay optimismo en sus textos y una deliberada entrega al amor en su forma más genuina y amplia. Desde la serenidad de quien sabe lo que es perder a algunos de sus seres más queridos. Desde la templanza de quien ha vivido mucho. Con sus matices. Obra mayor por su forma tan brillante de orbitar en torno al paso del tiempo, el oficio y la muerte, desde un ángulo que hace de la supervivencia puro gozo. Carlos Pérez de Ziriza
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Suena como el cruce perfecto entre Stereolab y Young Marble Giants: declaración de principios sobre cómo encontrar la forma para que una fórmula musical pueda renovarse sin perder un ápice de su personalidad. Entre otros triunfos aquí recogidos, uno de ellos es hacer el más difícil todavía: enfrentarse al LP de “madurez” con su cancionero más arriesgado. Una más que necesaria inyección de aire fresco dentro de un carrusel pop nacional imbuido de patrones de comportamiento cada vez más reciclados y repetitivos. Marcos Gendre
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Doble LP atravesado por el fantasma de la ansiedad y ungido en el descoloque de una edad en la que ya no se es joven ni se acaba de ser mayor. Sobrados de himnos, clavan el estribillo marca de la casa, brillan en las distancias cortas, le dan un revolcón a su faceta más sixties, le hacen un puente al psycho-rock ochentero y, maravilla, se transforman en Mujeres & Mary Chain en la fabulosa “Estadillo sin cambios”. Álbum hecho de flores, entrañas y canciones que no son solo canciones. David Morán
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Vuelve a sonar a ella misma, pero es sensiblemente diferente al anterior; más controlado, más matizado y, sí, más maduro. Hay también un cambio de mood, de flow general: donde antes reinaban el caos y los constantes cambios de ritmo, ahora mandan las sinfonías, los arreglos de cuerda y una clara concepción cinemática. Es un suponer, pero parece como si la productora de Barakaldo haya querido evitar apoyarse en su habilidad como baterista para dar más cancha a su faceta compositora. Carles Novellas
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No suena a una continuación de donde dejaron su historia discográfica, sino que sigue la lógica creativa que ha ido manteniendo Fernando Alfaro a lo largo de los treinta años transcurridos desde entonces. Lo más importante de todo es que se muestra como un grupo vivo y honesto, que se vacía con alta emoción en temas como “El caballo del mar” o “Señales”. Esta revuelta de Surfin’ Bichos recuerda bastante a la experimentada por unos compañeros de generación como Los Enemigos. David Saavedra
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Cafuné es más de romper tendencias que de seguirlas, y ahí seguramente esté la clave del éxito de este disco. Contiene una profundidad única, con un rapero hablándonos de su persona y su vida a través de un lenguaje cuidado con esmero y dedicación. Con códigos, jergas y metáforas continuas sobre disciplinas como la música, la religión, el deporte o el cine sin dejar de lado la calle y el barrio. El trabajo de Lex Luthorz en la producción permanecerá en la memoria del rap nacional. Alfonso Gil Royo
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Reducen el énfasis teatral y las piezas recitadas en favor de la canción ligera peso wélter. No cualquiera, sino esa que saben elaborar previa consulta de su libreta electro-folclórica donde entran temas serios como la reflexión metafísica, la matrimoniada, el doble sentido o quizá las diatribas autorreferenciales. Del refinamiento y destilación de las ideas sonoras se ha encargado José Luis Rebollo, inmerso en ese proceso interminable de domesticación de las máquinas. José Manuel Caturla
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Reclama su lugar y su trono, no solo en lo musical, sino en la calle: sigue fiel a los suyos, a sus valores y a la autenticidad, y a quien no le guste que se dé media vuelta. A lo largo de los casi 45 minutos que dura se escucha reguetón, trap, ritmos caribeños y hasta unas palmas en “Chill”, pero en todos los temas se desenvuelve con soltura y seguridad, y da la sensación de que hay ideas mucho más claras y una ambición que también se deja ver en los videoclips que ha sacado hasta la fecha. Carolina Velasco
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Refrendan la excelencia de una trayectoria que, ahora sí, ha alcanzado todo su potencial mediante 21 minutos sencillamente perfectos. Lo que debería ser considerado como el disco del verano más crudo y necesario que se recuerda en mucho tiempo. Uno mediante el que consiguen “el más difícil todavía”, al haber superado lo que ya demostraron en “L’amor fa calor” (2020), su anterior LP: pertenecer a la realeza del pop mediterráneo, justo al lado de gigantes en la materia como Manel. Poca broma. Marcos Gendre
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Requiere paciencia y tiempo, y es curioso cómo crece y muta a cada nuevo play. A medida que uno se va familiarizando con su universo también se van revelando las diferentes pieles de cada tema, hasta que el disco acaba abriéndose como un abanico mucho más rico cromáticamente de lo que pueda parecer en un inicio. Los que siguen buscando y esperando las melodías perfectas y la amplitud rítmica y tímbrica del debut de Talabot o del disco de Talaboman aquí pueden encontrar el placer anhelado. Carles Novellas
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Suena diverso pero no disperso. Y rezuma luz, esperanza, perspectiva de clase y de género y una desafiante seguridad en un lenguaje que la de Pozoblanco domina a sus 29 años. Quizá ese sea también su único hándicap: todo suena excesivamente medido, calculado, dosificado y, hasta cierto punto, previsible. Es un triunfo anunciado. Por mucho que el trecho respecto a “Sanación” (2020) sea evidente y tanto la secuencia como el ritmo interno del álbum no decaigan. No hay valles en su escucha. Carlos Pérez de Ziriza
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La palabra entusiasmo es la primera que me viene a la cabeza cuando escucho a los Cala Vento de 2023. Porque esto es lo que hay que tener, y en grandes cantidades, para sacar adelante un proyecto como el del dúo catalán. Actitud es la otra palabra en la que pienso. Fruto de uno y de la otra es “Casa Linda”, uno de los trabajos más claramente independientes y mejor trabajados de la actualidad en nuestro país, confirmando que aún hay hueco para creer en la autoedición y el punk como actitud en nuestros días. JuanP Holguera
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Israel Fernández ya no es un niño, pero escribe letras (firma todas las de este disco, que nos lo muestra más autobiográfico que nunca) con una profundidad como la de esos críos inocentes, y en ellas solo deja que mande el corazón. Aquí se ha juntado un señor equipo con el tiempo de su parte. Y aunque en la rumba “Ni príncipe ni rey” nos pide calma (“dejadme en paz, por favor, y no me condicionéis, estoy harto de tanto dominio, no quiero ser príncipe ni rey”), con este disco Israel galopa y galopa. Miguel Martínez
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Aunque todo el proyecto está concebido como un soundtrack de acompañamiento, las canciones no solo funcionan por sí solas, sino que estamos frente a algunas de las mejores composiciones que J nos ha ofrecido en años. Podría haber acabado siendo una previsible banda sonora instrumental para acompañar imágenes con más o menos tino, pero, esquivando la senda fácil, J ofrenda una cosecha de canciones que ilustran y ensanchan el (desaparecido pero plenamente vigente) entorno de Iván Zulueta. Juan Cervera
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Nos topamos con diferentes versiones de una Verde Prato entregada a la libertad expresiva. Un caudal abrumador de ideas tras las que revolotean chispas de erotismo, cantos a la familia y un diario personal lanzado a las tripas del viento. Una artista que ahora mismo se encuentra en lo más alto de lxs alquimistas destinadxs a renovar de interés lo que entendemos como pop de altos vuelos. Y en esta disciplina, ninguna propuesta tan ascética y emocional, hoy en día, como la representada en “Adoretua”. Marcos Gendre
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Para Sílvia Pérez Cruz la ambición siempre ha estado unida a su forma de entender la creación artística y, por suerte para ella, siempre la ha guiado hacia lo más alto del horizonte de su talento. “Toda la vida, un día”, por concepto, realización y resolución, es un disco hecho contra estos tiempos de velocidad y consumo instantáneo. Los pacientes, los ajenos a modas biodegradables, encontrarán aquí una de las mejores recompensas que puede ofrecer hoy la música. Porque, sí, “les cançons són immortals”. Juan Cervera
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Se percibe un interés en perfeccionar las aristas de su sonido y en ahondar en las estructuras en las que se sienten cómodos más que en abandonarse a un algorítmico eclecticismo. Un trabajo compacto que juega en la liga de la nostalgia, pero en el que se leen los signos de un presente generacional. Que no reniega de sus influjos pero consigue entretejer con ellos una estampa actualizada de las costumbres y las briznas de ruido. Y que les vale un hueco en la nobleza del indie rock nacional. Diego Rubio
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El sexto álbum de Lisabö es otro hito en una trayectoria sustantiva que tampoco necesita de dramáticos giros de guion ni de inesperados cambios de rumbo para subyugar y hacerse fuerte en nuestros lectores analógico-digitales. Las partituras no son complejas y los códigos de expresión que manejan se antojan básicos: acento, repetición, intensidad, textura, grosor, intención. Por eso sigue produciendo asombro su impresionante rendimiento instrumental. Lo que les decíamos, otro hito. César Luquero
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En “La Alhambra”, su primer adelanto, ya vislumbrábamos que había apartado algo más su faceta marciana, de forma más palpable al cantar en catalán en detrimento del lenguaje dadaísta e inventado que había utilizado con anterioridad. Armónicamente, también ha apostado por la tonalidad en favor de la modalidad, popularizando sus acordes y progresiones para acercarse a la escena barcelonesa. Las propias melodías también resultan más familiares, no por haberlas escuchado antes, sino por desarrollarse dentro de lugares más comunes. Así, el elemento diferenciador que trasciende lo mundano radica en algunas cuestiones de producción: esta es cristalina, repentinamente interrumpida en varias ocasiones y con texturas y decisiones que acercan su trabajo a una utopía bucólica. En general, “Nekkuja” es un disco de afectos, más centrado en la atmósfera que en la estructura, anteponiendo la textura por delante de la composición. Por supuesto, es un álbum brillante, bucólico y folk, pero, como toda música de vanguardia, es difícil desligarlo del futurismo: ni siquiera en la naturaleza existen espacios tan cristalinos y limpios como el que narra Marina después de haberlo podado. Marta España
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Ha esculpido un disco de manecillas rotas en el tiempo. Uno armado en base a tres focos de su obra: seis composiciones de la banda sonora para la copia restaurada de “La aldea maldita” (1930), el clásico de Florián Rey; cuatro piezas extraídas del score que compuso para “Un día, una noche” (2022), de Isaki Lacuesta, y cuatro reinterpretaciones de “Lamento della ninfa” (1638), uno de los madrigales más aplaudidos de Claudio Monteverdi (1567-1643). A través de esta disposición conceptual, ha desplegado un crisol de comuniones estilísticas que obedecen a una premisa: transportar al oyente hasta el corazón de su taller sonoro, el de un artesano incómodo ante toda clase de arquetipo. En su caso, la emoción late a través de una consciencia mayor: ser testigos de una búsqueda continua de creaciones atemporales, escudriñadas entre la pulsión minimalista y la gestación de mutaciones venidas del plano onírico. A dicha voluntad responden todas las canciones aquí recogidas, como “Lamentos de un rescate”, en la que nos topamos con una demostración de ambient flamenco que colinda con la inflamación operística de Orquesta de Las Nubes, el reivindicable grupo comandado por Suso Saiz en los años ochenta. Marcos Gendre
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“SUPERNOVA” empezó mano a mano con DRUMMIE –escudero de Ralphie desde el principio y productor principal del proyecto y de su álbum de debut– y todavía se respiran en su versión final los ecos de aquellas sesiones en las que, en un entorno totalmente rural, samplearon todo tipo de artefactos caseros y llegaron a usar la reverb de un corral. Es evidente en “BULERÍAS DE UN CABALLO MALO” o en “TANGOS DE UNA MOTO TRUCADA”, pero también lo es en las múltiples abstracciones fabulísticas que recorren el disco de principio a fin. Son temas complicados que optan siempre por deconstruirse a sí mismos y con los que es difícil alcanzar una cierta unidad. Por eso hay otros que parecen salirse de la fantasía y realizarse en un entorno más físico, más mundano: “WHIPCREAM”, en la que Ralphie se echa con los Paris Texas –y con C. Tangana en modo virtual– unas partiditas al “Sekiro”; “GATA” o “SUPERNOVA”, que se acercan a su manera –local, rural, ciberecléctica– a los universos de Bad Bunny y Drake; “MÁQUINA CULONA”… El tema con Mura Masa comparte, sin embargo, con “BULERÍAS DE UN CABALLO MALO” esa visión de patchwork musical con la que está enfrentado todo el álbum. Va más allá del collage. Diego Rubio
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Podemos pensar en Michael Jackson, Prince, Amy Winehouse, Whitney Houston, George Michael, Michael Hutchence, Kurt Cobain... Estrellas del pop que, desde las fotos de las carpetas y los pósteres de las habitaciones de niños y adolescentes, hicieron soñar con otros mundos, con una vida mejor. Todos ellos fallecieron trágicamente, fagocitados por la industria musical, esa trituradora de almas que tanto obsesiona a Triángulo de Amor Bizarro desde hace años. Se quemaron muy rápidamente sin disfrutar de su éxito ni de su riqueza. “¿Ha valido la pena? ¡Ha valido la pena!”, canta el enigmático personaje protagonista de “Huele a colonia Chispas”. ¿Para quién ha valido la pena? ¿Para su sello y su mánager? ¿Para sus herederos? ¿Para sus fans? El título de este tema parece una referencia irónica a “Smells Like Teen Spirit” (Nirvana), pero, en realidad, se refiere a otro tipo de ídolo del pop adolescente: “Champagne, perlas y esclavas / Mientras escriben tus canciones / Trece camisas iguales / Para disfrazarte de persona”, cantan entre Rodrigo Caamaño e Isa Cea para definir a un personaje que era “el rey del plástico”.
Dice el cuarteto de Boiro (A Coruña) que este sexto álbum trata “sobre la búsqueda del éxito, la fama y el poder, la soledad en la cima, los buenos momentos y la inevitable decadencia de unos personajes que podrían ser tú” y también que “es un disco mundano y terrenal que trata de emociones primitivas de unos personajes en un mundo hostil, desigual y tecnificado en el que el tiempo pasa a toda hostia”. Es el primero de sus álbumes con una narrativa conceptual (que no de tabarra ópera rock), aunque esta temática ya estaba presente en temas anteriores suyos como “Estrellas místicas”, “Canción de la fama” o “Seguidores”. Y también, aunque todos podamos pensar en ejemplos reales como los que citaba al principio, se trata de una narrativa de ficción que me recuerda a la del filme “El fantasma del paraíso” (Brian De Palma, 1974). Hay aquí varios personajes: las estrellas decaídas y “rockeros del Dow Jones”, los corruptores a quienes venden el alma y, no menos importante, el público que disfruta e interviene en toda esta perversa relación (representado, por ejemplo, en “La espectadora”, esta vez por Isa).
En “Estrella solitaria”, hit inapelable, Triángulo de Amor Bizarro suenan más “Bizarre Love Triangle” que nunca. De hecho, suenan como si New Order cantasen a Norma Desmond, la protagonista de “El crepúsculo de los dioses” (Billy Wilder, 1950) que, no en vano, es referenciada en el videoclip de la canción. El tema más electropop en la carrera de los gallegos abre un disco estilísticamente tan ecléctico como el que entregaron en 2020, o puede que incluso más. Hay exabruptos acelerados de punk y metal, un par de interludios instrumentales, medios tiempos de expansión noise e incluso invocaciones lynchianas como “Canción de muerte del pez dorado”.
Se percibe cierta autorreferencialidad a canciones anteriores e incluso alguna melodía vocal que flota en el recuerdo, pero nada de ello implica atisbos de acomodamiento. “SED”, nuevo trabajo notable en una discografía que no tiene ni un solo momento bajo o tibio, no solo flirtea con el otro lado del espejo, el que muestra la cercanía de la decadencia y el fracaso artístico y personal, sino que utiliza una narrativa de terror clásica para mostrar una visión de los tiempos actuales igual de poco complaciente. David Saavedra
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Los senderos donde se cruzan modernidad y tradición parecen haber sido hechos para que los transite Rodrigo Cuevas con una autoridad que aturde. Su naturalidad y su verdad para reinar en esa particular encrucijada son tan apabullantes que sugieren que el asturiano ha nacido para desbrozar y ampliar esos senderos.
Quienes hayan asistido a algún concierto de Cuevas ya saben de su capacidad para convertir una mera performance en una fiesta colectiva de la que uno sale revitalizado y con la sonrisa en los labios. Pero una cosa es una prestación en directo y otra, muy distinta, la grabación de un disco, la manufactura de canciones en un estudio sin el feedback de la audiencia y la magia del momento único. Pero en estos menesteres el artista también gana: ya lo hizo con el sobresaliente “Manual de cortejo” (2019) y lo repite, con más fuerza, en este “Manual de romería”.
Si en el anterior se dejó acariciar por las manos de Refree, ahora no ha dudado en viajar hasta Puerto Rico y enredarse con Eduardo Cabra (Visitante en Calle 13) para trenzar un ramillete de diez canciones que expanden las costuras del folk hasta límites pocas veces pateados (o transitados con este respeto y audacia).
Cuevas sabe perfectamente de dónde provienen las fuentes en las que baña su propuesta y las adapta a los parámetros de nuestros días para que sigan siendo vigentes y no acumulen polvo en las bibliotecas de los etnomusicólogos: esto es cultura viva y permeable que, lejos de permanecer inamovible, se crece entre sintetizadores y samples, cuatros venelozanos, panderos, charangos, guitarras acústicas (y alguna eléctrica), tres, palmas y coros.
Tanto las letras (en algunas ha acudido a la llamada Guille Galván de Vetusta Morla) como las músicas parten de cantos tradicionales adaptados por Cuevas y Cabra para “remover las cosas” –como nos confesaba el artista en esta entrevista– y demostrar que el mundo tradicional o “arcaico” puede ser tan transgresor (o más) que cualquier manifestación de la modernidad.
“BYPA”, a capela y con el respaldo de los corsos A Filetta, despeja un camino que, como en cualquier fiesta, tiene picos de euforia y melancolía, de embriaguez y bajón, de éxtasis y recogimiento; todo está anotado en este “manual” que abre su abanico de canciones primorosas que nos interpelan desde el pasado para comprender el presente: deténganse en las intercalaciones en crudo de “En lo alto de la sierra”, “Ronda de los carros”, “Titos” y “A Covadonga marcho mañana” (interpretadas, respectivamente, por Josefa Diebra Faúndez, Edelio González Fernández, Nieves Rodríguez Cañón y Mariluz Cristóbal Caunedo) y comprueben cómo lo “primitivo” vibra con una fuerza arrolladora que desafía la erosión del tiempo.
“DIME, RAYO VERDE” –con su recitado antibullying , su amor por la naturaleza y su empoderamiento frente al mal de amores: “Algún día dije yo / que olvidarte era mi muerte / y ahora ya me da lo mismo / olvidarte que quererte”–, “ALLÁ ARRIBITA” (maravillosa síntesis entre Asturias y Latinoamérica) y “ROMERÍA” (con su aliento hip hop y su diatriba contra el veneno del chismorreo: “Más temo a una mala lengua / que a las manos de un verdugo / y un verdugo mata a un hombre / y una mala lengua un mundo”) resuenan en lo más alto de un sismógrafo musical que también proporciona sacudidas como la jota “CASARES” o la batidora de estilos de “MÁS ANIMAL” (con iLe) en un álbum que goza, investiga, reflexiona, divulga y permite agrandar perspectivas y pasiones. Juan Cervera
1986 El Último de la Fila Enemigos de lo ajeno / 1987 Claustrofobia Repulsión / 1988 Pata Negra Blues de la frontera / 1989 La Granja Azul eléctrica emoción / 1990 Os Resentidos Jei / 1991 Negu Gorriak Gure jarrera / 1992 Albert Pla No solo de rumba vive el hombre / 1993 Negu Gorriak Borreroak baditu milaka aurpegi / 1994 Cancer Moon Moor Room / Family Un soplo en el corazón / 1995 Beef Tongues / 1996 Superelvis Happiness Is Stupid / 1997 Morente & Lagartija Nick Omega / 1998 Los Planetas Una semana en el motor de un autobús / 1999 Andrés Calamaro Honestidad brutal / 2000 Sisa Visca la llibertat / Vainica Doble En familia / 2001 Nacho Vegas Actos inexplicables / 2002 Nosoträsh Popemas / 2003 Refree Nones / 2004 Josele Santiago Las golondrinas etcétera / 2005 Sr. Chinarro El fuego amigo / 2006 Sr. Chinarro El mundo según / 2007 Los Planetas La leyenda del espacio / 2008 Joe Crepúsculo Supercrepus / 2009 La Bien Querida Romancero / 2010 El Guincho Pop negro / 2011 Lisabö Animalia lotsatuen putzua / 2012 Hidrogenesse Un dígito binario dudoso. Recital para Alan Turing / 2013 Za! Wanananai / 2014 Single Rea / Sílvia Pérez Cruz & Raül Fernandez Miró granada / 2015 Niño de Elche Voces del Extremo / 2016 Malandrómeda Os corenta e oito nomes do inimigo / Cada can que lamba o seu carallo / 2017 Rosalía Los Ángeles / 2018 Rosalía El mal querer / 2019 Kiko Veneno Sombrero roto / 2020 Soleá Morente Lo que te falta / 2021 Maria Arnal i Marcel Bagés CLAMOR / 2022 Rosalía Motomami ∎
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