Cuando la vivienda es la máxima preocupación de los ciudadanos de a pie pero no hay un mapa político claro para solucionar el problema, cuando el cambio climático empieza a trastocar por completo la forma en que vivimos mientras muchos siguen negando su existencia, cuando la guerra atenaza desde diferentes frentes, cuando la situación política internacional se aproxima al colapso, cuando la que entendíamos como una de las grandes potencias mundiales se quita la máscara y se revela como el gran villano mundial… Cuando todo eso ocurre, no pasa nada. Absolutamente nada. Porque resulta que estamos en temporada de premios como los Óscar o los BRIT Awards, capaces de hacernos olvidar por un momento que nos encontramos a las puertas de la extinción de la humanidad.
Y es que te juro que, a veces, escribir este Haciendo scroll se siente un poquito así…
Porque, al final de todo, ¿a quién le interesan los Óscar? En un mundo en el que (por nuestro bien) deberíamos ir descentralizando a Estados Unidos como epicentro de la cultura mundial, la pérdida de relevancia de unos galardones que se han demostrado incapaces de premiar lo mejor de cada temporada (en serio: echa la vista atrás en los últimos 40 años y solo recordarás cuatro o cinco de las películas que arrasaron en todas esas ediciones) es mucho más que evidente. Lo que no se puede negar, eso sí, es que sus interminables y aburridísimas galas siempre incluyen algún destello de espectáculo real que es más disfrutable en redes sociales al día siguiente que teniendo que mantenerte despierto hasta las 4 de la madrugada.
En los Óscar 2025, que se celebraron el domingo 2 de marzo en el teatro Dolby de Los Ángeles, hubo poco que rascar… a excepción de una actuación que sí tocó el corazoncito de todo el mundo. Un show que ya empezó a preparar el terreno cuando Queen Latifah aterrizó en la alombra roja con porte monárquico pero con la energía del muppet más monstruoso. La tía, ahí, repartiendo sonrisas y sensualidad y poderío lésbico con su pareja Eboni Nichols.
¿El resultado del homenaje? Obvio que múltiples memes señalando la similitud del vestuario de Queen Latifah con el Hombre de Hojalata. También una buena ración de fascinación con Ariana Grande y (por encima de todas las cosas) Colman Domingo viniéndose arribísima en el patio de butacas rodeados de sosainas blancurrios que ni se levantaron de su asiento. Aunque la consecuencia más destacada de semejante maravilla de actuación es que, desde entonces, todos bailamos mentalmente en el camino de baldosas amarillas como si fuéramos Diana y Michael.
Un día antes que los Óscar, pero casi sin cambio horario (lo que hace más fácil disfrutar de cualquier evento), los BRIT Awards celebraban su edición de 2025 el sábado 1 de marzo en la O2 Arena de Londres. Y, de nuevo, la que estaba destinada a ser la gran actuación de la noche empezaba a fraguarse en la alfombra roja cuando Jade Thirlwall, conocida en el mundillo musical simplemente como JADE, aterrizaba en el lugar de esta guisa. Pero, ojo, porque para entender este tinglado necesitamos varios contextos… y a ello vamos.
Lo primero que es necesario saber aquí es que JADE lo ha petado en el último año con varios temazos (especialmente con “Angel Of My Dreams” e “It Girl”), pero que no es que la chica haya surgido de la absoluta nada. De hecho, Thirlwall ya era ampliamente conocida por formar parte de Little Mix, una girl band que salió de la versión británica de ‘The X Factor’. Y aquí entra el segundo contexto: tras su paso por la televisión, Little Mix firmaron precisamente por Syco, la ya difunta discográfica del archiconocido Simon Cowell, presentador de ese mismo programa que durante mucho tiempo se creyó su papel de reyecito del cotarro musical con poder infinito y despotismo más infinito todavía.
Como siempre, si pongo este contexto sobre la mesa es para pasar a lo que nos interesa por estos lares: el chisme. Porque la impactante estampa que protagonizó JADE en la alfombra roja no solo fascinó por ese lookazo con vestido denim de novia de Diesel diseñado por Glenn Martens, sino que fue inmediatamente decodificada como una crítica directa a la figura del marido-mánager que muchas de las artistas musicales, más todavía las que han formado parte de alguna girl band, han denunciado reiteradamente en la industria musical. Al fin y al cabo, este hombretón gigantesco en el que convergen la sobreprotección y la amenaza violenta ya aparecía en el videoclip de “Angel Of My Dreams”, pero aquí más que nunca parece remitir a Simon Cowell, por mucho que sea una caracterización del actor Srbo Markovic.
Seguimos con el chisme: tras el impacto en la alfombra roja, llegó el impacto en el escenario con una actuación en cinco actos (“La boda”, “Prima Donna”, “Metamorphosis”, “Requiem” y “Ascensión”) que, directamente, dejó a todo el mundo con la mandíbula desencajada.
Hay quien incluso ha afirmado por ahí que este es el tipo de actuación que define una carrera, como ocurriera con Lady Gaga en su era de 2009-2013 o, para hilar más fino, con el “Paparazzi” que interpretó en los VMA 2009. JADE interpretó “Angel Of My Dreams” con un pequeño guiño a “It Girl” e incluso enseñando un culo con el mensaje #FUFN pintarrejeado en referencia al que será su próximo single, titulado así precisamente en honor a las siglas de “Fuck You For Now”.
Porque sí, la Thirlwall está superpeleona… a la vez que superjuguetona, tal y como atestigua que subiera al escenario a recoger su premio a la mejor artista pop del año como si fuera la ancianita Strega Nona. Eso sí, en su discurso de aceptación de la estatuilla volvió a dar sopa con hondas cuando agradeció directamente a sus compañeras de Little Mix, desbaratando esa narrativa comúnmente impuesta por la industria en la que toda girl band es presuntamente un nido de víboras destinado a devorarse las unas a las otras. Así que recapitulemos: JADE no solo ofreció la mejor actuación de los BRIT Awards en los últimos 20 años, sino que además se coronó como la primera integrante de una girl band británica en obtener un galardón por su carrera en solitario. Lo que nos tiene a todos en palmitas imaginando qué debe pensar Geri Halliwell de esto último.
¿Recuerdas cuando al principio de esta misma sección afirmé que, incluso en pleno Apocalipsis, las redes siempre encontrarán motivos para los jajás? Pues la última prueba de lo dicho ha sido la curiosa manera en la que estas mismas redes han decidido enfocar la humillación pública que Trump y compañía infligieron a Volodímir Zelenski el pasado viernes 28 de febrero en la Casa Blanca. No voy a entrar en todos los entresijos de lo allá ocurrido porque, en serio, acabo de pasar una gripe en la que he estado a 38º de fiebre y no quiero que me vuelva a subir la temperatura.
Pero sí que voy a centrarme en el momento exacto que ha sido abrazo por las redes, que no es otro que ese en el que se le increpa a Zelenski con dos argumentos terribles: “Why aren’t you grateful?” (¿De dónde viene esa creencia de todo yanki de que el resto del mundo debe estarles agradecido?) y “Why aren’t you wearing a suit?” (¿Probablemente porque el mismo Volodímir ha afirmado una y otra vez que se niega a vestir otra cosa que no sea ropa militar hasta que la guerra acabe en su país?). Total, que la pregunta “¿por qué no llevas traje?” lanzada desde la boca de un tirano hacia la decencia de la resistencia ha sido resignificada una y otra vez por usuarios a los que no se les ha escapado lo bien que esta dinámica encaja en ficciones clásicas. Especialmente, en una “Star Wars” en la que la resistencia está encarnada por Leia y en la que el trumpismo está perfectamente representado en Darth Vader.
Claro que esta pregunta humilladora es algo que aterriza de forma natural con cualquier imagen de Trump. Por lo tanto, no extraña que aterrice de forma natural también en los crueles mitos de la antigüedad y en la mayor ficción de todas las que han existido en la historia: una religión cristiana siempre proclive a la falsa piedad y a la condescendencia.
Sorprendentemente (o no), la otra gran ficción en la que esta pregunta ha encajado sorprendentemente bien es “Star Trek”, tal y como atestiguan imágenes como esta, esta otra o esta última que no acabo de entender pero que me mete en el cuerpo las ganas de ver la saga galáctica de cabo a rabo. Hablando de rabos, a nadie se le escapa que la pregunta de marras cae superbien en cualquier entorno erótico-festivo, incluso en el de James Bond.
Pero es que, en verdad, lo de “why aren’t you wearing a suit?” encaja como un guante en casi cualquier ficción con villano, ya sea este el Doctor Doom, Lex Luthor, el agente Smith o los héroes de la villanía fumeta Beavis y Butt-Head. Aunque todos sepamos que, al final de todo, lo que vimos el pasado viernes fue ni más ni menos que una espeluznante recreación de la mítica escena de la Reina Alien y Ripley embarazada. ∎
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