En su palacio. Foto: Alfredo Arias
En su palacio. Foto: Alfredo Arias

Entrevista

Basia Bulat: “Fue genial descubrir cuántas grandes mujeres tocan el autoarpa”

La cantante, compositora y multinstrumentista canadiense publicó el pasado 21 de febrero “Basia’s Palace”, un disco más pop que los anteriores y, en cierto modo, más alegre y electrónico. Todo tiene su porqué, que nos detalla en esta amena charla en la que además nos habla del viaje que hizo de adolescente a España, la maternidad, tener un marido músico, aprender idiomas, su miedo a los ordenadores, la vida en Montreal, Leonard Cohen y su sueño (frustrado) de fumar un cigarrillo con David Lynch.

14. 03. 2025

Cuando tenía 18 años y había empezado en la universidad, Basia Bulat, quien no había viajado nunca sola, compró un billete para volar a España, país que siempre había deseado conocer. “Cuando estudiaba secundaria, quería aprender español. Me gustaban mucho la música española, la poesía y la cultura en general”, dice. Quedó en Madrid con unos amigos argentinos a quienes había conocido en el instituto, y con ellos realizó un completo periplo por ciudades españolas. “Tengo fotos en el parque del Retiro, en el Museo del Prado… Hicimos senderismo, acampada y fui a la playa en Málaga”, recuerda. Años después, cuando regresó de gira, visitó, además, Sevilla, Granada y Barcelona.

Todo esto lo relata ahora, sentada en un céntrico hotel madrileño, esgrimiendo un más que decente castellano, uno de los cuatro idiomas que domina. También se expresa en inglés, francés –vive en la parte francesa de Canadá– y polaco, lengua de sus ancestros. “Me encantan los idiomas”, asegura. “Por eso me gusta la música también. Me interesa saber qué dicen las canciones. Querría cantar en español algunos de mis temas, pero debo encontrar a la persona adecuada para adaptarlos, porque suelen traducir palabra por palabra y es terrible. Es más interesante encontrar el espíritu de la música. Es como ‘O sole mio’, en inglés ‘It’s Now Or Never’; no significa lo mismo, pero la gente percibe el mismo sentimiento”.

En esta ocasión, Barbara Josephine Bulat, nacida en Ontario, ha venido a España a presentar su más reciente disco, “Basia’s Palace” (Secret City-Music As Usual, 2025). Han transcurrido cinco años desde que estuvo aquí la última vez, pocos días antes de que se decretara el confinamiento por COVID en España, por lo que se muestra algo tímida en nuestro idioma. Confiesa que en las entrevistas del día anterior aún no se notaba lo suficientemente suelta como para atreverse a pronunciar unas palabras en castellano. Le digo que le haré las preguntas en inglés. “Vale, y responderé en polaco”, bromea.

“Disco Polo”, vídeo dirigido por Nora Rosenthal.

Desde su anterior estancia en nuestro país, no ha hecho mucho más que preparar “Basia’s Palace”; en parte por el nacimiento de sus dos hijas, en parte porque sintió que necesitaba tomarse un respiro en su carrera. “No había parado durante mucho tiempo”, explica. “Mucha de mi música había sido escrita en movimiento, de gira, en camerinos… No en mi casa. Solo por mi propia cordura, tuve que parar. No fue la decisión más fácil financieramente, pero pensé que debía estar presente con mis hijas. No quería perderme esa etapa”.

Y añade: “También necesitaba relajarme. Como creía que iba a estar un año de gira no pensé en tener una casa, y durante un tiempo viví con mi marido en el estudio. Ahí es donde nació este álbum. Luego encontramos una casa de estilo años setenta, maravillosa; seguía igual que en 1970, con el sótano, la alfombra, las paredes con paneles de cuero falso que parecen piedra… Parecía un bar, como un set de película. Dijimos: ‘Pon las guitarras aquí, los teclados allá’. Empecé a trabajar despacio. Fue como sentarme allí con mis gatos, pensando en no arruinarme, aunque hice algunas giras por Canadá y ayudé a otras personas con su música. Pero realmente no iba muy rápido”.

Quien escuche “Basia’s Palace” lo encontrará muy distinto al anterior álbum, “The Garden” (Secret City, 2022), que revisaba temas previos con arreglos orquestales. El nuevo disco es más pop, más alegre y, a veces, electrónico. “Surgió por accidente”, alega. “Grabé las maquetas con auriculares y un sistema MIDI. Pensé que la única forma en que iba a hacer eso muy silenciosamente sería construyendo mi propio pequeño mundo. También fue una forma de aprender algo nuevo. No quería volver a viejos hábitos, viejos trucos. Compuse con sintetizadores, como si todo estuviera dentro del ordenador”.

“Oh, Dolly Parton lo toca, PJ Harvey, June Carter… Fue genial descubrir cuántas grandes mujeres tocan el autoarpa, que tiene algo especial, sobre todo cuando lo electrificas: puedes tocar algo muy terrenal, como country-bluegrass, pero también puedes llevarlo hacia algo más simbólico o tocarlo como una guitarra eléctrica”

El proceso supuso un reto para ella. “Mi primer disco (se refiere a “Oh, My Darling”; Rough Trade, 2007) lo grabé en una cinta analógica, sin ordenadores. Debía cortar la cinta para pegar las diferentes tomas, como hacía Neil Young. Entonces quería hacer un disco así, y al mismo tiempo tal vez tenía un poco de miedo al ordenador. Era como que no confiaba en ellos, me parecía que si había un sintetizador involucrado, todo era falso. En esta ocasión decidí salir de mi zona de confort. Eso hizo el proceso aún más lento, porque no sabía lo que estaba haciendo. No quería que mi marido me ayudara, y eso que es muy bueno en esas cosas. Pero quería aprender a hacerlo yo, porque de lo contrario sería dependiente. Descubrí el estudio como un instrumento completamente nuevo”.

Su marido es Andrew Woods, músico de country. ¿Convivir con un compañero de profesión es más fácil o más difícil? “Ambas cosas”, responde. “Cuando hablamos de música, depende de quién sea el proyecto que ocupa la conversación, el otro aparca el suyo. Él ha coescrito conmigo la música de ‘Laughter’ (es uno de los temas del nuevo disco) y fue increíble. Es realmente útil porque sabe usar la tecnología. Es productor y graba muchas bandas. Nuestros proyectos son diferentes, él está centrado en el country, nació en una granja y es un chico de campo, y de alguna manera realmente me influyó y me facilitó ser más libre en ese sentido. Más difícil es planificar conciertos, especialmente ahora con las niñas. Siempre estamos pidiéndonos permiso: ¿Puedo reservar esta gira? Pero no nos hemos cansado nunca de la música”.

El tono más pop de “Basia’s Palace” podría augurar que la artista canadiense pusiera un pie en la escena mainstream. Cuando se lo planteo, suelta una carcajada. “No puedes controlar esas cosas. O quizá sí, pero tienes que desearlo. Trato de no aferrarme a nada demasiado fuerte. Hay dos formas de ver esta profesión, y creo que ambas son totalmente válidas. Una es pensar en lo que puedes hacer y otra en lo que puedes conseguir. Definitivamente estoy más centrada en lo que puedo crear. Si piensas de la otra forma creo que podrías perderte en buscar un resultado en vez de centrarte en el proceso y perder lo que te trajo aquí en primer lugar. Sería genial si pudiera seguir siendo yo misma. Y si soy capaz de pagar mis facturas y alimentar a mis hijas, eso ya es mucho más de lo que la mayoría de artistas pueden hacer”.

Una carrera tranquila. Foto: Alfredo Arias
Una carrera tranquila. Foto: Alfredo Arias

La estabilidad económica no es la única recompensa que obtiene de sus discos y giras. También hay una compensación social. “Hice un vídeo para la canción ‘Disco Polo’ (también de “Basia’s Palace”) y quería contar con bailarinas de edad avanzada. Nunca ves en vídeos o películas a mujeres de 70 u 80 años si no están ahí sentadas, lo que te hace sentir triste. Pero he visto a mi abuela bailando en una boda. Esta mañana recibí un mensaje de una de las bailarinas: ‘Siempre quise bailar a los 80, era mi objetivo’. Fue muy inspirador para mí. Me ha hecho pensar en qué tipo de mundo podemos crear que no sea solo el camino ya trillado. Puedo hacer las cosas a mi manera”, señala.

En general, el flamante álbum transmite una atmósfera más alegre que los predecesores. “En la pandemia no sabía si iba a poder seguir siendo artista”, dice. “No sabía qué iba a hacer el resto de mi vida. Nadie lo sabía. Tuvimos toque de queda un año, no podíamos salir de noche sin un certificado. Fue casi más tiempo que en cualquier otra parte del mundo. Pensaba: ‘Tal vez el mundo me está diciendo que no debo seguir haciendo esto y haga otra cosa’. Aunque hay canciones en el disco que son tristes o hablan de ciclos, hay una sensación mágica, una especie de alegría interior, lo que me hizo querer cantar de una forma más suave. Muchas letras son historias, y traté de cantar de una manera más narrativa, al contrario que en discos anteriores, en que cantaba como en una proyección del escenario. Era como: ‘¿Cómo puedo lograr esa risa interior?’. La tonalidad menor ahora mismo me hace sentir feliz”.

En estos cinco años, Basia ha dado a luz dos hijas; la mayor tiene ahora 4 años y la pequeña, 2. Inevitablemente, la maternidad –y todo lo que la rodea– ha influido en el resultado de “Basia’s Palace”. “Al 100% en un nivel muy práctico”, admite. “Porque el tiempo que tuve para componer fue menor. Las condiciones, la ubicación, el entorno, la forma han influido en el paisaje del disco. Me gusta la edad que tienen mis hijas actualmente; es una etapa muy curiosa en la que me hacen tener que pensar en cómo explicarles cosas en las que no he tenido que pensar durante mucho tiempo. ¿De dónde viene el agua? ¿Adónde va la lluvia? Y debo explicarlo de una forma muy simple. Eso ha generado en mí un tipo de pensamiento, de creatividad y de alegría”.

“La gente de Montreal es muy divertida y la ciudad es muy hermosa a la vez que cutre. Es más barata, hay una mezcla muy interesante de gente de muchos orígenes… Es la única ciudad en Canadá donde hay una plaza central que se llama Place des Arts, dedicada al arte”

Como es lógico, Basia se ve hoy primero como madre y después como artista. “Esta es la primera vez que estoy lejos de ellas”, reconoce. “Pasé una o dos noches fuera para hacer los vídeos, pero ni siquiera tenía el pasaporte en regla hasta justo antes de este viaje. Todos los días hago videollamadas con ellas, nos damos besos a través del teléfono y ellas se pelean por el móvil. Aunque a veces ni siquiera quieren hablar conmigo porque están saltando en la cama y quieren mostrarlo”.

Hija de una profesora de piano y guitarra, Bulat creció pegada a la música. Aunque toca y compone también con esos instrumentos, se la suele relacionar con otro menos usual, el autoarpa, una especie de arpa corriente de reducido tamaño, con 36 cuerdas, pero que dispone de caja de resonancia como una guitarra. “No lo elegí yo, sino él a mí”, explica. “Mi madre lo encontró en una venta de garaje y me dijo: ‘Oye, creo que podría gustarte esto, es como un instrumento extraño’, y me puse a investigarlo. No lo conocía mucho, pero cuando indagué un poco, pensé: ‘Oh, Dolly Parton lo toca, PJ Harvey, June Carter… Fue genial descubrir cuántas grandes mujeres tocan este instrumento, que tiene algo especial, sobre todo cuando lo electrificas: puedes tocar algo muy terrenal, como country-bluegrass, pero también puedes llevarlo hacia algo más simbólico o tocarlo como una guitarra eléctrica. Es una gran herramienta. Cambio de instrumento todo el tiempo, y si toco con el autoarpa es porque busco una sensación diferente, y eso es divertido”.

Montreal, la bulliciosa ciudad donde reside desde el principio de su carrera, se ha convertido en fuente de inspiración para ella. “Incluso cuando vivía en Toronto viajaba a Montreal porque tenía una beca para estudiar francés en un programa de verano. Vivía en una residencia de la universidad y allí escribí muchas canciones. Es una ciudad que me ha dado mucha música. Quizá porque allí se hablan dos idiomas, hay el doble de música, el doble de poesía… El poeta de Montreal es Leonard Cohen, y siempre me encantó su música, pero me da la sensación que la entendí mejor cuando me mudé a esta ciudad”.

Luminosidad sin traumas. Foto: Alfredo Arias
Luminosidad sin traumas. Foto: Alfredo Arias

Nos explica más sobre la metrópoli del Canadá francófono: “La gente de Montreal es muy divertida y la ciudad es muy hermosa a la vez que cutre. Es más barata, hay una mezcla muy interesante de gente de muchos orígenes… Es la única ciudad en Canadá donde hay una plaza central que se llama Place des Arts, dedicada al arte. En otras ciudades tienen plazas como Times Square, llenas de carteles luminosos, pero la Place des Arts es una zona enorme que acoge festivales y conciertos, y museos. No está enfocada al comercio. Se ha mantenido así durante generaciones”.

No deja de resultar llamativo que la vida de Basia Bulat, felizmente casada y madre de dos niñas pequeñas, diste mucho del tópico estilo de estrella del rock, salpicado de alcohol, drogas y fiestas nocturnas que a menudo sirven de inspiración. “¡Soy una ‘nerd’!”, se ríe. “No encajo en ese perfil en absoluto. En mi primer viaje a España hubo fiestas y en San Juan salté sobre el fuego… Cuando empezaba en la música viajaba mucho, incluso sin presupuesto, y hacía giras por mi cuenta y por razones de seguridad no iba a salir sola de fiesta. Suena un poco deprimente. Pero no necesito ni quiero insensibilizarme del mundo real, porque si prestas realmente atención, te das cuenta de que hay historias alucinantes”.

“Amaba a David Lynch –apostilla– y nunca había fumado un cigarrillo en mi vida; y estaba esperando a conocerlo para fumar uno con él. Pero no tuve ocasión (Lynch falleció el pasado 16 de enero), así que pienso ¡qué voy a hacer ahora! No soy muy estricta, pero al mismo tiempo tampoco quiero adormecer mis emociones o destruirlas, por lo que tal vez soy demasiado sensible. Quizá el sentir demasiado sea algo negativo, aunque he visto a otros artistas así; quiero decir, Leonard Cohen era un monje; bueno, fue ambas cosas, pero vivió la vida monástica también”. ∎

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