Si la creación de universos paralelos es el fin último del arte, entonces
The Residents deberían ser encumbrados, junto con su adorado Sun Ra, a la categoría de grandes genios de Occidente. Con residencia definitiva en San Francisco, feudo hippy permeable a todo lo que oliera a raro –desde la infame secta Templo del Pueblo de Jim Jones hasta la contracultura química de Timothy Leary–, aquella ameba corrosiva sin rostro conocido representó una continuación-reacción tanto visual como sonora a la fecunda vía lisérgica:
“Efectivamente. Si los artistas y músicos de la era psicodélica hubiesen continuado explorando en lugar de encontrar sus fórmulas de éxito, puede que The Residents nunca hubiesen existido. En definitiva, su ‘sonido’ es una búsqueda continua de estéticas visuales impresas sobre un medio auditivo-sonoro. Pura psicodelia”. Desde el éter californiano responde con paciencia
Homer Flynn, artista (“porno”)gráfico y misterioso portavoz de estos dioses obscuros a los que representa desde tiempo inmemorial, esperpento chirigotero solo superado por el embajador de Nicolás Maduro en España y otros casos de difícil catalogación.
Bajo la excreción transgresora inicial de The Residents yacía la precariedad técnica más atroz. Una cortina de humo que fue refinándose con los años hasta dar con un discurso articulado igualmente ininteligible para la mayoría distraída (si bien aseguran haber compartido mesa con Donna Summer en el reparto de los Grammy de 1979). Homer replica:
“No importa lo espesa que sea esa cortina de humo. El verdadero valor del arte es, al final, imposible de ocultar. En el arte y en la vida nada es más importante que la expresión personal. Dado que no sabían tocar ni cantar, sintieron que la tecnología era la única opción que tenían para despuntar creativamente. Eso es probablemente verdad, especialmente al principio... Cualquier herramienta que permita la expresión directa de la creatividad individual es válida, pero a veces es útil conocer cómo funciona el instrumental”. Es decir: hazlo tú mismo o vete. Su versión de “Satisfaction” (anterior a la de Devo) es considerada por muchos el primer single punk de la historia. Recordemos que San Francisco fue contendiente seria de la no wave neoyorquina durante la segunda mitad de los años setenta con bandas tan dispares como ellos, Tuxedomoon o Dead Kennedys. El excelente
“The Ghost Of Hope” (Cherry Red, 2017), su último álbum, trata curiosamente sobre los fracasos emancipatorios del sueño tecnológico. Una deriva satírica recorre la entrevista:
“Alguien más listo que yo dijo una vez que no hay mejor éxito que el fracaso. Si The Residents hubiesen tenido éxito alguna vez, habrían repetido sin duda la fórmula ganadora hasta el aburrimiento y más allá. Pero al fracasar y abrazar su fracaso, no tuvieron más remedio que retarse continuamente a sí mismos o dejarlo. Pero la idea de abandonar era todavía más aburrida que el éxito”. Todo esto me recuerda a otras frases lapidarias de Dalí, Beckett y Lynch imposibles de reproducir aquí. Quien no gaste una fórmula, que tire la primera piedra. En su caso, es el álbum conceptual:
“Sus años formativos estaban ligados a discos como ‘Sgt. Pepper’s’ (The Beatles, 1967),
‘Song Cicle’ (Van Dyke Parks, 1967)
y ‘Trout Mask Replica’ (Captain Beefheart & His Magic Band, 1969)
. Además, tenían interés, y quizá talento, para escribir canciones pop. Su tendencia narrativa es, sin embargo, perfecta para los álbumes conceptuales”.