La muerte de Pau Riba el pasado domingo, 6 de marzo, supone una tremenda pérdida para nuestra cultura popular, pero se impone seguir divulgando su obra y celebrar su legado siempre que sea posible. Para ello, convocamos a músicos, periodistas, escritores y compañeros de viaje, quienes nos ayudan a trazar una semblanza cercana y detallista de Pau Riba como artista, persona y personaje.
Ayer, 8 de marzo, una numerosa y heterogénea tribu de familiares, amigos, compañeros de oficio y admiradores despidió en el tanatorio barcelonés de Sant Gervasi a Pau Riba (1948-2022). Allí estaban también el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, y la alcaldesa de la ciudad, Ada Colau. Según se mire, esto tiene cierta gracia o ni puta gracia, teniendo en cuenta que, en vida, Riba nunca recibió el reconocimiento –ni tan siquiera el apoyo– que sin lugar a dudas merecía su excepcional e influyente obra.
Pero eso no es lo importante de un encuentro en el que hermanos, hijos e hijastra, sobrinos y artistas como el poeta Enric Casasses y el cantautor Sisa (que cantó “El setè cel”), entre otros, honraron la memoria del creador que no solo escribió la carta fundacional del rock en lengua catalana con el imbatible “Dioptria” (1969-1970), sino que dotó a nuestra música de una dimensión poética colosal. El folk, la música experimental y una estupenda obra literaria –que abarcó, además de la poesía, la novela y el ensayo– enmarcan asimismo la leyenda de quien de algún modo nos enseñó a vivir… y también a morir.
Cuando a principios de diciembre Pau Riba hizo público que padecía la enfermedad que ha acabado con su vida, lo hizo en tono más que relajado, sin aspaviento ni tragedia, e incluso me atrevería a decir que con una pizca de sentido del humor. Y, lo más importante, no paró de trabajar. Celebró, como cada año, las Navidades en clave dadá junto a De Mortimers con el espectáculo “Jisàs de Netzerit”. Se prodigó en prensa, radio y televisión. Vio salir de imprenta un nuevo libro, “Història de la música del segle XX (l’electrònica)”, que la editorial Males Herbes pondrá a la venta a finales de este mes. Y tan solo cuatro días antes de morir daba los últimos retoques en un estudio de Salt (Girona) a “Segona florada”, nuevo disco elaborado en comandita con la Orchestra Fireluche.
Durante todo este tiempo, quien se acercaba a él solo recibía sonrisas, ingeniosos juegos de palabras, abrazos, buen humor, una pura lección de vida. Ternura y amor, simpatía, como la que se vivió los días previos a su muerte en la Casa Alta de Tiana, donde Pau se fue yendo arropado por el trasiego de familia y amigos que lo acompañaron en su tránsito final.
Como homenaje a Pau Riba, y sobre todo como celebración de su vida y obra, Rockdelux se ha puesto en contacto con personas de diversos ámbitos que lo conocieron y en algunos casos trabajaron con él. Se les ha pedido su impresión, o recuerdo, o pincelada, del gran artista que abandonó la vida corpórea el 6 de marzo, a los 73 años de edad, pero que siempre permanecerá vivo para tantos de nosotros.
Pau hizo canciones verdaderamente extraordinarias, era un artista rompedor, siempre buscando cosas nuevas. En los 70 no había nadie como él. Es cierto que trabajar con él no era fácil, porque Pau era muy Pau, lo que en realidad es normal en el caso de artistas de tanto talento como el suyo. Como buen amigo suyo, alguna vez me había enfadado con él, pero luego hacíamos las paces, naturalmente. Nos ha dejado un gran creador. Y al saber de su muerte he quedado muy “fotut”, porque era más joven que yo…
Nacido en un entorno de poetas y pedagogos, Pau fue llamado a transitar por el camino de la transgresión y la iconoclastia cultural. Tocado por la genética poética que llevaba en la sangre e influenciado por las corrientes sociales de finales de los 60, emergió al mundo de la canción en catalán como el transgresor que se cargaba todos los valores establecidos en aquel momento: la familia, el sexo, las relaciones interpersonales, la misma música. Ha sido hasta el último día, y sin descanso, un creador indómito y valiente que nunca ha dejado de componer y escribir. Hoy, en su tránsito, es loado y encumbrado a la categoría del más grande artista por todos los medios, cuando a lo largo de muchos años fue ignorado y excluido por los programadores de todos los grandes festivales, sobreviviendo a base de pequeños conciertos y colaboraciones de todo tipo. Este es el país que tenemos, una débil “industria” musical que cada vez se aleja más del concepto de la música como arte y se entrega al entretenimiento y a la fiesta. Afortunadamente, nos quedan la música y la poesía de Pau. La disfrutaremos por siempre.
Conocí a Pau cuando yo tenía 19 años y él trabajaba en Concèntric como diseñador. Era imaginativo, muy culto en diversas facetas, le gustaba cantar. Estaba muy al día en muchas cosas, era buen conocedor de lo que sucedía en Estados Unidos e Inglaterra. Con Jordi Pujol tenían el dúo Pau i Jordi, que hacía canción popular a su manera, con mucha ironía. Yo en aquel momento estaba entre dedicarme a la cerámica o a la música. Me propusieron entrar en el Grup de Folk, lo que fue una entrada de aire fresco, pues era un mundo diferente al que había conocido en los Setze Jutges, donde él había querido entrar, aunque yo le decía que no tenía sentido porque el grupo ya se estaba acabando… y además no era su onda. En aquel momento la base del Grup era la música tradicional de los Països Catalans, pero luego tomó una senda más relacionada con la música americana, que a mí ya no me interesaba tanto…
Recuerdo las reuniones en su casa con toda su numerosa familia por allí, la boda de Pau y Mercè Pastor, la chocolatada que hicimos después… Con “Dioptria”, un disco que sigo escuchando, nos deslumbró a todos: me pareció impresionante, un despegue que lo conducía más allá de todo. Y en la presentación del Price ya se mostró como un verdadero showman. Luego se fue a Formentera y, cuando regresó, fue por un camino que seguramente no era el que esperábamos algunos, pero, al fin y al cabo, era el que él quería emprender, y Pau siempre ejerció su libertad hasta el final.
Nunca he vuelto a ver un Pau como el de “Dioptria”, pero he seguido su carrera, siempre interesante y con canciones muy buenas, en la línea del poeta transgresor y libertario que fue…
Cuando escuché “Es fa llarg esperar” enseguida quise grabarla. Más o menos a partir de este momento, cada cual siguió con su trayectoria, solo nos veíamos ocasionalmente, pero siempre que nos encontrábamos eran encuentros alegres, y yo lo veía feliz, con esa ironía tan suya… Lamento mucho que se haya ido cuando aún le quedaban tantas cosas por decir.
Pau Riba fue para mí una gran influencia, tanto él como Sisa. Fue una referencia indispensable y un muy buen amigo. Mi hermano Tico Balanzá tocó con él durante una época. Cuando presenté en Barcelona “La misión del copiloto” (2017), Pau vino a verme a la sala Sidecar y tuve una gran alegría al encontrarlo allí. De joven, sus canciones fueron una gran lección para mí. Por supuesto mi disco favorito es “Dioptria”, pero también “Electroccid àccid alquimístic xoc” (1975), “Jo, la donya i el gripau” (1971)... Sabía que estaba enfermo. La noticia de su muerte no ha sido una sorpresa, pero sí muy triste. Tenemos que estarle muy agradecidos por todo lo que hizo y por abrir esta nueva vía, tan importante en el rock catalán y tan influyente para muchos, como también lo ha sido para mí.
Un día en que coincidí de promoción con Pau Riba, en una conversación aparentemente anodina, no sé si a propósito del Auto-Tune o de las plataformas de distribución digital, me dijo: “Ens estem ficant tots dins la màquina i al final ja no hi haurà ningú a fora”. Cualquier amante de la música popular, desde la electrificación de las guitarras hasta la popularización de las DAW, asiste atónito a la evidente tozudez del proceso. Pero cuando uno vuelve a la discografía de Riba, o recuerda al personaje, se da cuenta de que la máquina hambrienta de la que hablaba el cantautor tal vez no coincida con la que uno tenía en mente. La vitalidad estilística de su música, la lírica siempre juguetona de sus canciones, la orgullosa imprecisión con que nos las sirvió, incluso su forma de vivir, resuenan como pedradas contra la máquina.
Nos podríamos pasar muchas horas hablando de Pau, porque yo creo que era un personaje singular, diferente, en un momento en el que la cultura oficial –y sobre todo la cultureta– iba absolutamente en contra de su talante. Él era un hombre que hablaba despacio y daba la impresión de no enterarse de nada, pero era un tío de gran lucidez en su discurso, tanto ahora como hace 40 años. Era un personaje creativo, un escritor y un músico, y era un punki antes del punk, y un rockero antes de que aquí el rock funcionara. Era un hombre que se apuntó al folk con Jordi Pujol en el dúo Pau i Jordi, que tocaba en el Grup de Folk en la época en que también estaban Maria del Mar Bonet, Ovidi Montllor, Sisa…
No solo era un personaje singular, sino que era un genio. Solo tenía un problema: que le daba pereza todo. Las cosas le daban pereza. Si no, hubiera sido un hombre de una popularidad inmensa en este país, pero debía pensar: “Ostras, qué palo, ahora tengo que ir a hacer esto, uf, uf…”. Pero, por otra parte, su obra es excelsa. Yo creo que no encontraremos otro Pau en muchos años.
No tengo mucho más que decir. Solo aclarar que la entrevista que le hice en en la película de Francesc Bellmunt “La nova cançó” (1976) se ha ubicado en una fecha que no es. Se hizo el 20 de noviembre de 1975, el mismo día que murió Franco.
Casasses nos sugiere la publicación de estos dos sonetos dedicados al cantautor, que en su día fueron publicados en el libro de Pau Riba “Lletrarada” (Proa, 1997).
1
No és artista qui no crema (Riba)
Ets una pau que arriba amb veu romeva
i et noto arran arran aquí mateix.
Si el títol de poeta algú te’l lleva
que s’apanyi allà ell amb el seu feix.
Tu encertes la paraula que ens eleva
per sobre del destí i el destí creix
després d’haver sentit la cançó teva
vital com un palangre ple de peix:
farem suquet, tant si plou com si neva,
faràs un sofregit que tindrà un deix
de sopa de lilit i d’olla d'eva
amb el punt d’oli i amb el punt de greix.
I quan s’esfumin tots els convidats
ens quedarem tu i jo per rentar plats.
2
… i per on s’hi arriba (Foix)
Tu saps morir, fer la paraula viva,
atabalar l’hipòcrita que tus,
de la nostra ferida treure el pus
i covar l’ou de la terrible xiva.
Saps que la testa gira i que l’ull tiba
i que si es trenca el fil que tens al fus
només cal una cosa, fer-hi un nus.
Tu saps on ets i saps per on s'hi arriba.
No et cal escriure com escriu l’escriba
que es creu que entre acadèmics ets intrús,
tu escrius i cantes com la vella cus
i te’n rius com si fossis en pau riba.
Sabem el que sabíem de petits:
fa més una cançó que trenta crits.
Siendo yo aún muy joven, y antes de dedicarme profesionalmente a la música, hacía fugaces viajes a Barcelona para comprar discos. Descubrí a Pau Riba gracias a los dos volúmenes de “Dioptria” en los primeros 70 y, aunque a principios de los años 90 ya nos presentaron, cuando empezamos a tener una verdadera relación artística y personal fue sobre el 2000, cuando vino a mi casa de Vernet para grabar atmósferas y ruiditos para su disco “Jisàs de Netzerit” (2001).
Conservo el recuerdo de muchos encuentros en Vilafranca del Penedès, en Granollers, en Vic... hasta que Iván Telefunken nos sugirió que debíamos hacer algo juntos y nos pusimos manos a la obra con el disco “Mosques de colors” (2013).
La última vez que trabajamos juntos fue en 2019, cuando lo invité a mi concierto de la plaza de la Catedral de Barcelona, pero lo cierto es que aún tenemos una canción conjunta a medio acabar que quizá algún día salga a la luz… En todo caso, admiro no solo su música y su poesía, sino su postura artística, desde aquellos primeros viajes de juventud a Barcelona. Ya entonces me pareció un creador muy difícil de ubicar en cualquier contexto, único, y pienso que toda su carrera ha seguido esta senda.
De la misma manera que los Byrds crearon el country rock con “Sweetheart Of The Rodeo” (1968), Pau Riba se inventó el rock catalán con “Dioptria” (y a continuación reinventó el folk con “Jo, la donya i el gripau”). Despedido en loor de multitudes por la Cataluña oficial, que siempre pasó de él como de la peste, nuestro hombre deja una obra irregular, a veces errática, que brilló especialmente en su primera juventud, cuando fabricó esos discos insólitos en la Cataluña, la España y hasta la Europa de la época que ahora citan con admiración hasta quienes no los entendieron en su momento. Pau ha sido uno de nuestros últimos excéntricos y, sobre todo, un artista fiel a sí mismo que, según su amigo Jaume Sisa, no había cambiado en nada desde que se conocieron a los 20 años. Extraña seta del bosque musical catalán, Pau lo hizo todo a su manera y sentó las bases para un pop propio que no tuvo su mejor continuidad con el rock català de los años 80, pero sí sirvió de inspiración para lo mejor que vino luego (no daré nombres ni en un caso ni en otro). Descanse en paz.
Los fotógrafos siempre trabajamos a cierta distancia de los artistas, por lo que mi relación con Pau no fue tan estrecha. Pero si en este puto país hay un artista verdaderamente excepcional, este es Pau Riba. Su aura, la magia que desprendía, el personaje que encarnaba lo convertían en único. También creo importante recalcar que su trayectoria va más allá de los discos y las canciones: fue poeta, novelista, ensayista, diseñador gráfico e incluso estuvo vinculado durante un tiempo a la gestión cultural con gente como Vicenç Altaió. Entre las fotos más icónicas de mi etapa como fotógrafo de conciertos, está la que le hice en el Canet Rock de 1975, actuando pasado de vueltas, vestido con unas bragas de señora y repitiendo una frase que nunca me he quitado de la cabeza: “Passeu-me la garrafa!”.
En 1995 estuve trabajando con Víctor Nubla y Pau Riba en la exposición “Alter músiques natives”, organizada por el centro KRTU, que recopiló la historia de la música underground y alternativa en Cataluña. Nos veíamos muy a menudo. Nubla, que era un estratega y que tenía toda la música barcelonesa en la cabeza, insistía a Pau en que tenía que conectar con gente nueva, que no podía ser que los músicos de vanguardia no lo conocieran. Estaba planeando el proyecto LEM, que arrancó poco después. Pau había entrado en una fase conmemorativa: proyectos de conciertos para celebrar los 25 años de esto y los 20 de aquello. Los 80 y los 90 no le fueron demasiado bien: descolocado, con problemas para grabar y no muchos bolos. Una noche actuó en el bar Sidecar. Creo que fue a través de Víctor. Poca gente. Pau descalzo, con una especie de gorro de papel en la cabeza, explicó cómo había sido el mundo hippy. Y entre explicación y explicación interpretaba una canción espléndida. Poco después nos liamos a editar, en una lata de conservas, el CD de su actuación en el Canet Rock de 1977 junto a Perucho’s, “Astarot Universdherba” (1998). Encontramos el máster en el curso de nuestra investigación. En aquel momento, apareció en su vida Memi March, su última compañera, que lo estimuló y “ordenó”. Como músico, empezó a colaborar con De Mortimers y la Orchestra Fireluche y grabó dos grandes discos: “Virus laics” (2008) y “Mosques de colors” (2013) con Pascal Comelade. Como escritor, publicó unos cuantos libros de primera, empezando por “Lletrarada” (1997), que reunió todas sus canciones. También el extraordinario “Sa meu mare” (2014). Hace unos meses, había terminado la “Història de l’univers'' (2021) y me llamó para ver qué me parecía. Diversos editores se lo disputaban. Pau había levantado el vuelo.
Había que destruir todo para empezar de nuevo. ¿Por qué no? Si la nova cançó catalana era la contra, Pau Riba era la contra de la contra. Si en los Setze Jutges se apelaba a un “nosotros”, en Pau Riba palpitaba un “yo”, un “¿qué pinto yo en medio de todo esto?”. Nació en el centro de un mundo y salió disparado para quedar en órbita alrededor de su cultura. Desde ahí nos contó cosas. Apuntando para dentro y para fuera y para donde sea. Hasta el último día. Genio y figura.
Le debo a Pau Riba el descubrimiento, en mi temprana adolescencia, de que esa Catalunya que los catalanes nos vendíamos a nosotros mismos con entusiasmo como el idílico “País del Seny i la Feina Ben Feta” era una patraña. ¿No se trataba más bien del país de los hombres estáticos, cuyo corazón había sido agarrado por la tristeza y en cuyos cabellos anidarían las golondrinas?
Pau ha sido un artista resplandeciente, radiante y coherente hasta el final y, por encima de todo, una persona cercana y entrañable. Compositor de canciones como soles y letrista insuperable jugueteando con las palabras y sus sentidos. Con toda su fama de hippy lisérgico, en realidad no había nadie más punki que él sobre un escenario: el sabotaje empieza por uno mismo cuando has descubierto que la belleza y el caos forman una pareja imbatible.
Siempre a su bola, nunca movió un dedo por transigir, por ser reconocido, agasajado o recuperado. Todo un ejemplo para estos tiempos de liquidez acomodaticia. Buen viaje, Pau.
Poco antes de la pandemia pude ver a Pau Riba en plena forma. Era de los pocos cantantes y compositores catalanes que, en su tiempo, visitaban Madrid gracias a la labor de Cucha y Mario Pacheco, de Nuevos Medios, y de Gonzalo García Pelayo y su hermano Javier, que habían trabajado con él desde los felices tiempos de Smash, Sisa y “Dioptria”. Fue, es y seguirá siendo un referente para todos los músicos. Cuando Alaska escribió “La tentación” para Kaka de Luxe ya había escuchado “Es fa llarg esperar”.
“Ho volen quadrat perquè surti rodó”, y nos mira y se ríe un poco, y pensamos que tal vez sí, que es así de fácil y que de tan evidente como es no lo habíamos visto hasta ahora. Ensayando, comiendo, buscando calas con la Palicorna, intentando entender compases, poniéndoles letra, riéndonos, haciendo la siesta; nos has hecho sentir pequeños y más grandes que nunca al mismo tiempo. Pau, se nos ha hecho corto, muy corto, injustamente corto, pero ya volveremos a las andadas. Habrá tiempo para todo. Nos vemos al otro lado del agua.
La riba de la pau
És el mar de Pau Riba
Si arriba caminant
O navegant suauet
No hi ha res més a fer
que seure, cada onada
llepa els galets lluents
impertèrritament
No et pensis foraster
que és de fàcil trobar
per’xò si està bé sol
de tant en tant algú…
Quería hacer algo sobre Pau Riba. Pero al final decidí no escribir nada. Creo que así lo hubiese preferido él. Tan solo os mando una foto donde Pau nos manda a todos a tomar pol culo.
Tanto Pau Riba como Sisa nos mostraron una forma genuinamente catalana de hacer rock, sobre todo gracias a sus textos y a su poesía. Ambos conectan la tradición republicana con el fin del franquismo, nos permiten hacer música popular anglosajona con expresiones características de estos lares, puenteando de manera grácil y esbelta 40 años de dictadura. Creo que si no fuera por gente como Pau Riba, el rock catalán hubiera tomado una senda más yeyé mediterránea, más italianizada, sin duda interesante, pero quizá más superficial. Pau y Sisa dieron con una manera de hacer rock rabiosamente original, que nos ha marcado a todos los que hemos venido después.
Pau era completamente imprevisible. Sus decisiones –tanto artísticas como vitales– se basaban en la intuición y en lo que en cada momento le pasaba por la cabeza: un auténtico laberinto de pociones y flashes de verdad. De ahí la discontinuidad y la anarquía, también la genialidad y las canciones e instantes que quedarán para siempre.
Ninguna de las dos veces que toqué con él fue fácil, mejor así. Obligado a estar atento todo el tiempo a mil posibles salidas, a pequeños desvíos imprevisibles y caminos impracticables, ahora lo recuerdo como algo que no podría suceder con nadie más, y eso me lo llevo conmigo.
Lo vi por primera vez actuando en una parroquia de la Verneda junto a más gente del Grup de Folk. Hasta ese momento solo sabía quien era porque me había hablado de él Jordi Batiste, pero no lo conocía ni a él ni a su obra. Cuando le llegó el turno, pasó de la silla donde el resto apoyaba el pie y, con la guitarra colgando, empezó a cantar “Taxista”… hasta que dejó de cantar y, todavía tocando, miró largo rato el infinito. Luego paró en seco, afinó la guitarra cuatro o cinco minutos, sin prisa ni angustia aparente… sin lograr afinarla, y reemprendió la canción. Fue alucinante y pensé: “Este es de los míos, yo quiero ser como este tío”. Luego entré en el Grup de Folk, lo conocí, y para mí ha sido no solo un maestro, sino un gran amigo.
Pau Riba fue un creador solar. La poesía era en él algo natural, una antena con la que sabía conectar y le dirigía de algún modo. A mí siempre me pareció que tenía el mismo don que esos cantaores flamencos que son genios en lo suyo sin necesidad de estudiar ni pensar. Él hacía las canciones de manera informal, desordenada, pero todo aquel caos se transformaba de pronto en un orden que a mí me fascinaba…, pero que a algunos les hacía pensar que estaba loco de remate. Era el artista en estado puro.
Mi recuerdo de Pau queda ya lejano en el tiempo: con el grupo OM trabajamos con él en el primer “Dioptria”, luego colaboré en discos suyos como “Jo, la donya i el gripau” y “Amarga crisi” (1981) y hasta principios de los 80 hicimos muchos conciertos juntos, a menudo solo él y yo. Nos reencontramos en el escenario por última vez en diciembre en Vic, en el concierto de despedida de Ovidi4, pero ya hacía mucho tiempo que nuestro contacto solo era esporádico…
Pau era un cantautor, que no es exactamente lo mismo que un músico, y hacía canciones muy buenas. Yo destacaría en su obra la calidad poética, que me parece de un nivel muy alto. Me temo que será recordado más como un enfant terrible que por estas cualidades poéticas, pero, en fin… En todo caso, guardo un recuerdo en mi corazón de los años en los que trabajamos y viajamos juntos.
Para mí Pau Riba es simplemente el primero que levantó las persianas de la modernidad en España. Uniendo el folclore y la psicodelia, como había hecho Bob Dylan en Estados Unidos, sentó las bases de un arte libre, personal, inacabable. Cuando escuché por primera vez las canciones de “Dioptria” sentí que algo nuevo se había desencadenado, que ya no había marcha atrás. Empezaba una nueva era en la música española. Y no me refiero a la música catalana, ni a la música hippy ni a la contracultura musical, me refiero a la música popular de España. Cuando me tocó, yo me apunté a esa senda. ∎
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