Por Marc Muñoz→
21. 02. 2023
El pasado octubre Benjamin Clementine presentó, sin generar demasiada atención, al menos esa es la impresión que le queda a un servidor, su tercer álbum: “And I Have Been” (2022). Meses después lo reconduce al plano visual mediante la alianza con Curtis Essel en esta pieza que se desplaza de las características del videoclip convencional para abarcar ambiciones mayores. El resultado es un corto de veinticinco minutos que cubre varios tramos del mentado disco.
En este se presenta al carismático músico inglés en el interior de una iglesia, rodeado por numerosos bailarines a modo de feligreses. Distintos set pieces con distintas coreografías toman el lugar y se intercalan con entrevistas mudas –preguntas lanzadas mediante subtítulos impresos que Clementine responde con silencios, movimientos espasmódicos e intensas cavilaciones– en las que parecen anticiparse las temáticas que aborda con la música.
En el plano visual, responde el realizador Curtis Essel con una propuesta que combina la estabilidad –con ligeros zum, simétrica en las partes de las entrevistas de un Clementine sentado bajo una hermosa capilla– con la movilidad, resuelta en una única toma y con amplio terreno para la improvisación en el relevo que toman los números con los bailarines. Rodada en treinta y cinco milímetros, el look de la propuesta –esas connotaciones del peso de la historia y la religión, el arte antiguo y el entrelazado del músico con dichos símbolos– remite al clip de “Apeshit”, de The Carters. Aunque en el caso de Beyoncé y Jay-Z, su vinculación a la paisajística del Louvre tenía un recado crítico, combativo y hasta sardónico. Ambas comparten, sin embargo, esa puesta en escena majestuosa y los constantes y fluidos travelín.
Según los dos principales cabecillas creativos, la pieza ahonda en “la supervivencia, el matrimonio, el coraje, el silencio, reflexiones, la amistad, el autocontrol y el amor”. Más allá de su significado, “Portraits Of Lovelustreman” imprime belleza y una carga enigmática en su recorrido entre la performance artística, el vídeo musical, el concierto sacral y cierto latir metafísico y religioso implícito en algunas imágenes. Como no podía ser de otra forma, el trayecto finaliza a los veinticinco minutos con el músico de Crystal Palace, que tantas comparaciones con Nina Simone acaudaló, con medio cuerpo apoyado sobre un piano de cola. ¿Plegaria a su verdadera religión? ∎
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