Por Luis Lapuente→
25. 05. 2023
Ike Turner encontró la horma de su zapato en el debut de Tina como vocalista. Acostumbrado a lidiar con cantantes esmerados pero desprovistos del cuajo telúrico y profundo que requiere el libro de estilo del rhythm’n’blues, Ike debió sentir cómo algo se revolvía en su estómago ante el poderío de la garganta intimidante de aquella jovencita novata. Brutal.
Original de Rose Marie McCoy (y firmada por Joe Seneca), que también escribió para Ruth Brown, Big Maybelle, Aretha Franklin, Elvis Presley y James Brown. Fue el tercero de sus éxitos, tras “A Fool In Love” y “I Idolize You”, y se incluyó en el álbum “Dynamite!” (Sue, 1962), segundo de la Ike And Tina Turner Revue. Aires de góspel mundano e intervención especial de Mickey y Sylvia Robinson.
La obra cumbre de Phil Spector, con permiso del glorioso “Be My Baby” de las Ronettes, también fue la que precipitó al productor al purgatorio de los que pecan de ampulosos y engolados. Una canción magnífica, una voz sublime, unos músicos exquisitos (Leon Russell, Glen Campbell, Barney Kessel, Earl Palmer, Carol Kaye, Jim Horn), sí, pero también un ambiente pringoso y asfixiante.
John Lennon le tomó prestado el riff de guitarra y el espíritu de su canción a Chuck Berry (“You Can’t Catch Me”) y Ike & Tina Turner devolvieron “Come Together” al libro de estilo del rhythm and blues, allí donde los ritmos sincopados se aceleran más y más y los estribillos se confunden con el magma primigenio del funk. Hay muchas versiones de esta pieza, pero ninguna tan fiera como la del dúo.
Los hallazgos estilísticos y literarios de Sly Stone fueron decisivos para el desarrollo musical de Ike Turner, que incluyó esta versión del clásico de Sly & The Family Stone en el álbum “Come Together”, cediendo especial protagonismo a las Ikettes, que subrayan el contagioso optimismo de la melodía, feliz contrapunto a la voz rasposa de una Tina Turner en estado de gracia.
La propia Tina avisa al principio de la grabación: “Vamos a empezar esta canción con suavidad, pero vamos a finalizarla con aspereza”. John Fogerty y los Creedence la marcaron en el territorio del rock’n’roll, Solomon Burke le dio un tono eclesial, pero Ike & Tina Turner la desbrozan y alborotan y acuchillan, como si estuvieran cantándola en una taberna de los barrios bajos, ante una lluvia de botellas.
El padre de Tina Turner trabajó como capataz en una granja de Nutbush, en el extrarradio de Memphis, y Tina recuerda sus orígenes en esta canción extraordinaria que fue una de las últimas firmadas por el dúo. Producida según los cánones de la época, con un clavinet, un sintetizador Moog interpretado por Ike, unas trompas negroides y (se dice que) la guitarra punzante del mismísimo Marc Bolan.
La pieza que dio título a su mejor álbum también fue una de las que mejor reflejaba el carácter de Ike Turner como compositor y el de Tina como vocalista desgarradora, capaz de triturar como nadie en su garganta el soul de alto voltaje y ritmo frenético, pero también de embriagarse en una balada sinuosa como esta, que predica sentimientos de hermandad universal.
Lección magistral de la importancia de un intérprete, de la trascendencia de una versión con personalidad. Allí donde Al Green revistió esta pequeña obra maestra de reverencia góspel y dulces ornamentos de soul sureño, Tina y sus productores envuelven emociones suplicantes en un manto de electrónica heladora, mientras invierten el orden de las estrofas. Éxito mayúsculo.
Composición aparentemente inocua de Terry Britten y Graham Lyle (ex miembro del dúo de folk rock Gallagher & Lyle), que rechazaron grabar Cliff Richard y Bucks Fizz. Benditos sean, porque en sus manos quizá habría pasado a la historia como una melodía azucarada y tontorrona. Pero Tina Turner la convirtió en un misil incandescente de pura devastación emocional, su seña de identidad.
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