De dibujo geométrico y a la vez plástico, amante de la caricatura más grotesca y al mismo tiempo de la línea clara, analítico y expresivo al unísono, José Domingo (Zaragoza, 1982) se formó en las Facultades de Bellas Artes de Pontevedra y Salamanca. Establecido durante unos años en A Coruña, en cuya universidad cursó un máster en creación y producción digital, Domingo comenzó su trayectoria profesional en la animación, dibujando storyboards y diseñando personajes; también formó parte del colectivo gallego de cómic Polaqia. Tras foguearse en la historieta breve, en 2008 publica su primer álbum largo, “Cuimhne. El fuego distante” (Dolmen), con guion de Kike Benlloch, una fantasía de espada y espiritualidad con monja guerrera de protagonista. Aún no es el José Domingo que hoy conocemos, pero su trazo vivo y caricaturesco, más amigo de la expresión que del realismo, ya estaba ahí.
Su consagración llegará con “Aventuras de un oficinista japonés” (Bang, 2011; nueva edición de Astiberri en 2017), su primer largo recorrido en solitario, Premio a mejor obra española en el Saló del Cómic de Barcelona de 2012 y después –gracias a la traducción en Reino Unido y Estados Unidos por Nobrow Press– nominado a los Eisner Awards 2014 como mejor cómic internacional. Menciones de mérito bien merecidas porque la obra –una novela gráfica en formato de álbum infantil, amplio y alargado– es apabullante. Originalmente una historieta breve realizada para un fanzine, el proyecto fue creciendo hasta superar las 120 páginas de aventura humorística construida expansivamente desde el “puro dibujo”, donde lo fantástico era tratado como un gag más. La odisea de un oficinista japonés en su largo retorno a casa, narrada en viñetas mudas y espaciosas que remiten tanto a los videojuegos vintage como a las fantasías del Japón pop que hemos construido desde Occidente. “Con la minuciosidad de Geof Darrow y la claridad de Max”, escribía Santiago García sobre la obra en Rockdelux 303 (febrero de 2012), “Domingo impulsa a su personaje en la inercia infinita y cómica de la perspectiva axonométrica. Las claves de esta ópera agnóstica están en el aluvión de la cultura de masas y el arte de consumo, donde el autor rebusca las improbables huellas de un mensaje sublime. Una obra de nuestros días: grande, profunda, ancha y extrañamente clásica”. Fue elegido en el puesto 57 en la lista de los 100 mejores tebeos españoles confeccionada por Rockdelux.
Su trabajo en el cómic continuó con “Conspiraciones” (Astiberri, 2013) –librito de humor minucioso que ironizaba sobre las leyendas urbanas de conspiranoicos– y con el espléndido “Pablo & Jane en la dimensión de los monstruos” (Astiberri, 2015), su primer álbum realmente infantil, mezcla de cómic, libro ilustrado y librojuego. Le siguieron otros dos proyectos dirigidos igualmente al público infantil: “No me hables de política” (Montena, 2017) –escrito por la politóloga Berta Barbet y narrado en viñetas por Domingo, donde explicaban el sistema político democrático– y “Vampire Defenders”, aún inédito, sobre un grupo de superhéroes-vampiro con padre e hijo como parte de la banda.
No hay que perderse las historietas breves de José Domingo en libros colectivos, pues nunca entrega nada solo para cumplir: lo da todo. Como en “Número 2 ha sido eliminado”, pantomima desternillante sobre el espionaje corporativo incluida en la antología “Panorama” (Astiberri, 2013), traducida en 2016 por la estadounidense Fantagraphics como “Spanish Fever” (la historieta de Domingo fue una de las más difíciles de traducir). O sus colaboraciones en el número “Marrón” (2013) de las cajas de Autsaider Cómics y, en 2015, en la revista estadounidense ‘Island’ (Image Comics).
Entretanto, José Domingo ha trabajado abundantemente como ilustrador. También formó parte del equipo de arte de “Psiconautas” (2015), filme animado dirigido por Alberto Vázquez y Pedro Rivero (Goya a mejor película de animación en 2017). Y ha colaborado en la siguiente película de Alberto Vázquez, “Unicorn Wars”, de próximo estreno. Uno de sus últimos trabajos ha sido el diseño gráfico para el disco de Ángel Stanich “Polvo de Battiato” (2021), y el videoclip animado de su canción “Motel Consuelo” (2021). Cuando le propusimos elegir un disco para reinventar su portada, escogió “La diferencia” (2008), cuya cubierta original la ocupaba una fotografía de Jero Álvarez con Albert Pla ataviado para las giras de la época.
¿Por qué Albert Pla?
Cuando recibí la propuesta y empecé a pensar en discos candidatos a los que “mejorar” la portada, pronto me vino este. He de reconocer que no tengo una gran cultura musical, tampoco soy coleccionista de discos y, por tanto, no tengo una gran biblioteca mental donde buscar referencias. Sin embargo, lo que sí que noté enseguida fue que lo que me guiaba era la conexión emocional que tengo con este disco. Supongo que en mi subconsciente se había quedado la idea de que la portada no acababa de representar todo lo que, en mi opinión, este disco contiene.
¿Te sientes identificado con su propuesta artística?
Sí, bastante. Me gusta mucho el humor negro, la fantasía y lo absurdo, que creo que es algo que Albert Pla trabaja mucho y muy bien. Creo que a él le interesa derribar la realidad que hemos convenido como tal, y también resaltar lo arbitrario que es el mundo y la fútil fantasía de control que sobre él tenemos las personas. Son cosas que creo que también aparecen en lo que yo hago.
¿Y con su personalidad ácrata y provocadora?
No me identifico, porque yo no soy así para nada. No soy nada escénico, no podría usar mi presencia física como una parte de mi discurso artístico; me muero de vergüenza. Pero me encanta lo que hace él. Es una parte muy potente de su propuesta, de nuevo a desafiar al espectador, a romperle los esquemas, a ponerle un espejo que le muestre lo bobo y crédulo que es. Él juega con ese papel del bufón, del tonto lúcido del que nos reímos, que resulta ridículo, pero que para cuando acaba el espectáculo te das cuenta de que el tonto eres tú. Y ahí está la catarsis.
¿Por qué has elegido este álbum de Albert Pla en concreto?
Como decía antes, tengo una conexión emocional muy fuerte con este trabajo. De hecho, una de las canciones del disco la elegimos mi pareja y yo como tema principal para nuestra boda. Fue el primer contacto en profundidad que tuve con la música de Albert Pla. Anteriormente, como buen teenager de los 90, había sabido de él por su aportación a la canción “Qué sonrisa tan rara” del disco “Agila” (1996), de Extremoduro, y también por su papel en “Airbag” (Juanma Bajo Ulloa, 1997). Pero “La diferencia” me pilló ya varios años después, en un momento de mi vida de muchos cambios y mucha agitación, tanto a nivel laboral como artístico. Y fue una de las cosas que me señaló la dirección a seguir en un momento en que buscaba mi voz como dibujante.
¿Qué es lo “no veías” en la portada original?
La portada original muestra a Albert Pla atrezao con la vestimenta y gadgets lumínicos que sacaba en la gira de “La diferencia”. No hay nada de malo en ello, claro, pero sencillamente me parece que no expresa la explosión multicolor de mundos extraños, el viaje que hay en el interior del disco.
¿Cómo concebiste tu propuesta alternativa?
Lo que busqué fue plasmar ese viaje salvaje que propone el disco. Y expresar que es un mundo ajeno, extraño y alienígena en el que nos sumergimos con las canciones de Albert Pla. De ahí sale la idea de plantear una especie de paseo por un jardín surrealista, entre pesadillesco y bello, que puede muy bien ser un paseo interior, mental y emocional. Uniendo esta idea a lo que comentaba antes sobre la propuesta y personalidad de Albert Pla, surge la idea de presentarlo como un bufón que hace arder el mundo a su paso, y cuya guitarra, cuya música, le atraviesa el corazón, uniendo la dulzura y la agresividad, la sinceridad y la pantomima.
Los colores...
Como es un jardín, quise centrarme en el verde, obviamente, que en realidad es un color que no uso demasiado, me resulta muy difícil. Tampoco me gusta mucho pintar las cosas del color que se supone que son y trato de huir de ello. Pero aquí no había mucha escapatoria. Suelo utilizar colores muy saturados, muy brillantes. En este caso he llevado los verdes más hacia el lado del azul, el turquesa, para hacerlos más ácidos. En general quería que tuviera un aspecto “fresco”, como de pasear temprano por la mañana. Tenía muy claro que quería que el gorro de Albert fuera rojo, por la referencia a lo bufonesco y también, para resaltar al personaje central, darle el protagonismo y el dinamismo que conducen la acción.
¿Cuáles son tus referentes favoritos?
Referencias… muchísimas, no sé. Y cambian cada día. Max es una influencia fundamental para mí, pero también Jan casi al mismo nivel. Luego me gusta mucho Tezuka, Dave Cooper, Brueghel el Viejo y la pintura medieval, Fujio Fujiko, Chris Ware, Toriyama… Pero sobre todo he aprendido mucho de la gente cercana y amigos como Ed Carosia, David Rubín, Miguel Robledo, Alberto Guitián. En fin, un totum revolutum de agárrate y no te menees.
Me gustaría preguntarte por tu estilo de dibujo en general y tu evidente amor por la caricatura.
Me gusta buscar la exageración y lo cartoonesco, jugar con los contrastes entre formas rectas y orgánicas, la yuxtaposición de colores. Lo que más me interesa es construir pequeños mundos donde suceda la acción e intentar despertar sensaciones con ello, simplificar los elementos, deformarlos y utilizarlos para transmitir alguna emoción a través de la forma, el color, la línea, el orden de elementos, la repetición. Supongo que la intención caricaturesca viene un poco de ahí, de intentar exagerar, pulir y simplificar las formas para “afilar” la emoción que busco transmitir.
¿En qué proyectos andas actualmente?
Ahora mismo salgo de haber estado trabajando en “Unicorn Wars”, la nueva película de animación de Alberto Vázquez, y de hacer un par de proyectos para audiovisual, además de toda la gráfica y un videoclip para el último disco de Ángel Stanich, “Polvo de Battiato”. En estos momentos ando preparando el dosier de un nuevo proyecto y piezas para mi portafolio.
¿Dónde te ves en el panorama del cómic actual en España?
Me veo translúcido. Supongo que he hecho algunas cosas interesantes y tengo “un sitio” en el panorama, pero llevo tiempo sin publicar nuevos tebeos.
Cita, según tu criterio, tres obras maestras del cómic que creas que perdurarán en el tiempo.
La perdurabilidad de tales obras es un asunto de una volatilidad y aleatoriedad tremenda. Dependerá de lo que Elon Musk decida guardar en su búnker antinuclear secreto. Pero si pudiera elegir yo: “Little Nemo” (1905-1914), de Winsor McCay, “Fénix” (1967-1988), de Osamu Tezuka, y “Los Cabecicubos” (1983), de Jan.
¿Y tres obras maestras imperecederas de la música?
“Rubber Soul” (1965), de los Beatles, “Seventh Son Of A Seventh Son” (1988), de los Maiden, y “A Love Supreme” (1964), de John Coltrane. ∎
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