En uno de los primeros discursos en los que comienza a desplegar su ideología, el magnético y charlatán gurú de La Causa, Lancaster Dodd (un arrebatador Philip Seymour Hoffman), se refiere a la forma en que una entidad divina tiene de amaestrar a un dragón. Define al animal mitológico como un ser primitivo lleno de emociones que es necesario controlar para lograr apaciguarlo y someterlo al yugo de su voluntad. Esa será la primera vez que se establezca uno de los escalofriantes duelos de miradas que constituyen quizá el pilar fundamental de
“The Master” (2012; en España, 2013) y que ponen de manifiesto el desafío entre el poder tiránico de “el maestro” y la salvaje rebeldía de su recién adquirido pupilo, Freddie Quell (indómito Joaquin Phoenix), un marinero que, después de la guerra, se encuentra totalmente perdido y se muestra incapaz de adaptarse a las normas sociales.
Esta lucha de dominación y poder entre ambos personajes se convertirá en el esqueleto sobre el que descanse la escurridiza y sinuosa estructura que conforma esta monumental obra en la que
Paul Thomas Anderson demuestra que es un director incansable a la hora de perfilar su discurso cinematográfico, que, paradójicamente, ha seguido un camino inverso a lo que suele ser habitual: de lo luminoso y sensitivo a la oscuridad cada vez más críptica y tortuosa.