¿Necesita el mundo, un año y medio después de “Un verano sin ti”, otro disco de Bad Bunny? ¿Lo necesita, acaso, el propio Bad Bunny para mantenerse relevante? La respuesta a ambas preguntas es evidentemente, creo, negativa. El puertorriqueño se pasó la segunda mitad de 2022 embarcado en el tour latino más grande de la historia, afianzando a base de éxitos y de estadios con todo vendido su dominio en el mercado estadounidense. Una conquista que culminó, en abril de este año, a poco tiempo del aniversario de su trabajo más grande hasta la fecha, con un doble headlining histórico en Coachella en el que no solo se encargó de cuidar a su público mexicano –estética tejana y “Un X100to”, colaboración con Grupo Frontera lanzada justo entre sus dos actuaciones en el festival, mediante–, también de recordarle al público yanqui de dónde viene el presente de la música latina.
Podría haberse sentado a disfrutar de los frutos. Pero Benito siempre hace, ya lo avisó en 2020 –o antes, si tenemos en cuenta que lanzó su primer álbum, “X100PRE”, a dos días de la navidad de 2018–, lo que le da la gana. Y del mismo modo que siguió a aquel álbum excepcional de veinte temas en menos de ocho meses un disco de descartes –“Las que no iban a salir”– y el conceptualmente apocalíptico “El último tour del mundo”, aquí tenemos otra nueva finta, más agresiva aún, a lo que se espera del conejo. “nadie sabe lo que va a pasar mañana” llega justo después de un año de Benito en perfil bajo. Manejando su propia exposición –resultante en episodios como el de la fan y el teléfono, al que alude, quizá no de la mejor manera, en “NADIE SABE”– y la que da estar con una Kardashian, lanzando sencillos sin aparente conexión y dando entrevistas que jugaban al despiste: en ‘Vanity Fair’ titularon que se venía disco en otoño y él lo desmintió con vehemencia, e incluso creó un grupo de difusión en WhatsApp para negarlo.
Al final sí era verdad y llega con 22 temas, casi hora y media de duración y funcionando como un backlash hacia sí mismo, a medio camino entre lo que ya hizo C. Tangana con “Avida Dollars” (2018) tras “Ídolo” (2017) y lo que se le pide ahora después de “El Madrileño” (2021). Vuelve al trap, sí. En cierto modo. Porque no vuelve a sus orígenes, sino que adapta su personalidad hacia sonidos más raperos, producciones más contemporáneas y un sutil abanico de estilos a los que consigue dar, al menos en su discografía, un nuevo giro. “HIBIKI”, con Mora, marca una incursión electrónica que ya avisaba el Jersey club de “WHERE SHE GOES” –después de todo el single más single del disco, su “único” single–, que por su parte también se reproduce en “CYBERTRUCK” con un aire favela funk. “NO ME QUIERO CASAR” se levanta en torno a un tecladillo de reguetón viejito entre menciones a Miguel Bosé –amante bandido–, coros de Yandel y fragmentos del “Hey Girl” de Frankie Boy y DJ Playero, uno de los primeros temas de reguetón. Y la misma fórmula se repite de algún modo en “ACHO PR”, que samplea el “Chévere” de Voltio y Notch. En “FINA”, y gracias a Young Miko, se pone en modo rapper y no solo interpola el “Pa que retocen”, también cuenta con los coros del mismo Tego Calderón. Y en el arranque, que no puede jugar más la idea de clasicismo, una sinfónica jamesbondiana se funde con un coro para evocar “Once Upon A Time in America” y lo nuyorriqueño y, después –en “MONACO”, con vídeo compartido con Al Pacino–, suena la voz de Charles Aznavour en “Hier encore” sobre coches de Fórmula 1.
Los cambios de beat que tanto le gustan regresan pero más oscuros: en “TELÉFONO NUEVO” una confesión se comprime hasta un ritmo densísimo sobre el que rapea Luar La L y que recuerda a “La Jumpa”; “BABY NUEVA” cierra la primera cara vía club trap, una estructura que se repite –e incluso se sublima– dejando uno de los momentos más avanzados del disco, con ese siniestro retrowave, en “BATICANO”, el tema que ya está escandalizando a parte de internet con sus líneas cerdísimas. E incluso insinúa un amago de freestyle y R&B en “LOS PITS”, que termina con un ensayo de sus discursos en directo en el que entre líneas se lee un vacile sobre lo preparados que pueden estar: el pacto narrativo al que llegamos los asistentes a un concierto es el de que esa noche es especial para todos, no solo para nosotros y aunque sepamos perfectamente que el artista hace esto prácticamente todos los días en una especie de rutina reproductiva.
La misma sorna se puede entender en “EUROPA :(”, un breve interludio en el que una megafonía de aeropuerto nos recuerda que “World Hottest Tour” nunca llegó a desembarcar a este lado del Atlántico: el título nos dice que le da penita, pero justo después arranca “ACHO PR” con Ñeñgo Flow descojonándose. Al final, un poco, esta es la idea de “nadie sabe lo que va a pasar mañana”, el verdadero significado de sus innumerables “esto es para los reales y no para los yonagunos”: representa un desafío para el nuevo fandom y para su propio éxito en EEUU. No se trata tanto, después de todo, de la vuelta al trap, sino de cerrar el discurso hacia la audiencia puertorriqueña, plagándolo todo de referencias profundas. Vas a tener que googlear si quieres saber quiénes son “THUNDER Y LIGHTNING” o el caballo “VUELVE CANDY B”, que de algún modo viene a sintetizar la estética del álbum: fue uno de los pura sangre más famosos de Puerto Rico y el primer y único caballo en ganar más de un millón de dólares. “Soy vuelve Candy B, pero sin jinete”, dice Benito.
Si “Un verano sin ti” mostraba la cara amable y vulnerable de Bad Bunny, en este le oímos blindado, subidito, crecido para protegerse. Herido e incluso resentido en “GRACIAS POR NADA”. Ya no romántico; ahora mucho más cerdo, más explícito. Sin problema para flexear, para decir burradas, para escaquearse por las noches –en plan Daemon Targaryen– de la torre más alta del mundo a los bajos fondos y hasta para tirarle sin cortarse a un J Balvin que, no lo olvidemos, un día le cedió –a sabiendas de que a él le apetecía más la comodidad del pop global– el trono del reguetón y la posibilidad de devolverle su supremacía a Puerto Rico.
Como si le molestara hacerse famoso más allá de sus fronteras –algo que a todas luces contradice sus propios movimientos, que aunque bien arraigados en lo local controlan a la perfección las sensibilidades musicales “occidentales”, “dominantes”, “no periféricas”, como demuestra el sample de “Vogue” en esa “VOU 787” en la que también interpola el “Estilazo” de Tokischa o el de “Codeine Crazy” (Future) en el pop de “SEDA”–, con una única concesión a la idea de radiofórmula reguetonera actual en “PERRO NEGRO”, la colaboración con Ferxxo, y terminando con “UN PREVIEW”, que se siente más bien como un epílogo, un verso suelto, quizá una declaración de amor inesperada a Kendal Jenner tras tanto empoderamiento soltero, Bad Bunny vuelve a salirse por la tangente con un buen manojo de buenas canciones. No se puede ser siempre el amo del mundo, pero pocos artistas son capaces de que lo discutamos siempre con nueva música encima de la mesa. Quizá solo él. ∎
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