Fieles a su tradición de espeleólogos pop, Elefant Records nos deleita en esta ocasión con un descubrimiento que pertenece a la rama más hiperbólica del pop. En este caso, el trío francés Cour de Récré. Dentro de las influencias a las que aluden, se encuentran emblemas del pop al cubo como Aline, La Monja Enana o Denim, aunque, en relación a esta última referencia de la saga Lawrence, quizá lo suyo está más cerca de la versión synth de Go-Kart Mozart. Esta línea estilística solo es uno de los muchos matices englobados en un cuerpo musical que amplía el frasco de las esencias de “Éponyme” (2018), su primera referencia discográfica. En el mismo, ya mostraban su devoción por las dinámicas synthpop, sublimadas en este nuevo asalto, donde eurodisco, pop achampañado y tecno-pop cosecha del 81 confluyen en las venas de canciones invocadas desde una vía central: revertir los códigos sagrados de la canción pop de amor a base de humor. Una variable de esta fijación es aludir a “Hiroshima, mon amour” (Alain Resnais, 1959) como única posibilidad de conciliar las diferencias entre una pareja conformada por un francés enamorado del cine nipón y una japonesa apasionada de la nouvelle vague. Tan descacharrante guion es el vertebrado para la algarabía disco oriental de “Soleil levant”. Este es solo uno de los diez caramelos reunidos en un catálogo repleto de ganchos melódicos mediante estribillos que, como en el caso del single “Agathe, Agathe”, casi siempre están rozando los límites del empalague, pero salen airosos gracias a cortes como “Le roi est mort”, en el que son capaces de hacernos soñar con una dimensión alternativa en la que Isao Tomita es el teclista de Family.
Y es que tal como entienden la liturgia pop, Cour de Récré se divierten haciéndonos pensar en condicional, tal que en el single “Vice et Werther”, donde las múltiples cabriolas estructurales de la canción nos hacen soñar con una mutación chicle synth de Heavenly. Algo tan delicioso como brillante es su composición del corpus lírico, donde enfocan el “Werther” de Goethe de muy particular manera.
Una de las sorpresas del disco es “Palacio ideal”, cantada en castellano por su solista principal, Chloé, y que subraya su incapacidad para seguir pautas de comportamiento rutinarias. Lo mismo sucede con la ultrasensibilidad pop destilada en “Désolé je ne fume pas”, música que parece haber salido de la habitación de los juguetes de Pee-Wee Herrman, con la capacidad de conjugar sonidos de películas del Oeste con el despliegue actitudinal de L-Kan en cable punk-pop. Todo ello mientras se dedican a poner el cartel de “No Smoking” en una letra delirante que parece haber sido escrita en broma para la O.M.S.
Más allá de todos los reclamos aquí descritos, no debemos olvidar revisiones como la que hacen de la irresistible“Coeur cruel”, ya presente en “Éponyme”, y que ahora pierde los contornos hipnagógicos de la original (muy cercanos al sonido John Maus) en pos de una solución más definida y directa. Lo mismo sucede con la versión incluida aquí también de “Soleil levant”. Muestras inequívocas de la dirección preclara tomada por un grupo ideal para contrarrestar momentos de hastío vital. ∎
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