Bajo
Suscripción
Salvando las distancias y un par de barreras estilísticas, uno sale de “The Great White Sea Eagle” más o menos igual que del pizpireto “God Help The Girl” (2009) de Stuart Murdoch y compañía. A saber: sonrisa bobalicona, paz interior imperturbable y ganas de ponerse a repartir abrazos como si no hubiese un mañana. Así de encantador y bucólico, de balsámico y reconfortante, se presenta el disco con el que James Yorkston ha querido prolongar el ensalmo de “The Wide, Wide River” (2021) y, vaya, ha conseguido algo aún mejor.
Explica el escocés, viejo conocido del folk trotamundos y de las canciones cocinadas a fuego lento, que después de grabar “The Wide, Wide River” junto a The Second Hand Orchestra, regresó al puerto de Cellardyke, un pequeño pueblo de la costa escocesa, y del vaivén de los barcos, del acompasado ir y venir de embarcaciones, empezaron a surgir, lentas y perezosas, sutiles y delicadas, las canciones de este “The Great White Sea Eagle”. Calma y parsimonia remando a favor de un disco que celebra el encanto de las pequeñas cosas y observa la vida a vista de pájaro.
Para no repetirse, el autor de “Just Beyond The River” (2004) se impuso el desafío de aparcar viejos hábitos y cambiar la guitarra por el piano, un volteo instrumental que no solo aporta frescura, sino que apuntala y refuerza el esqueleto melódico de las canciones. Sigue siendo folk vaporoso, sí, pero vestido para encandilar como el mejor pop. Ahí está, por ejemplo, la extraordinaria “A Sweetness In You”, dedicada al malogrado Scott Hutchinson, cantante de Frightened Rabbit fallecido en 2018, y en la que Yorkston consigue arrancarle una sonrisa al cenizo de Nick Drake. Un canto a la belleza y a la pérdida que corona un disco sobrado de canciones emocionantes, teclados temblorosos y pinceladas de hermoso folk-pop de cámara.
Nada de esto sería posible, por lo menos no de este modo, si el escocés no hubiese tenido la feliz idea de reclutar a Nina Persson y convertir a la cantante de The Cardigans en columna vertebral del proyecto. La sueca, imponente al micrófono, asoma la cabeza en la inaugural “Sam And Jeanie McGreagor” y hace suyo un álbum que, de la melancólica “Upturned Crab” a la juguetona “Hold Out For Love”, se le ajusta como un guante. A partir de ahí solo queda entregarse a la sabiduría instrumental de la Second Hand Orchestra y dejarse arrullar por un disco que, como los barcos que Yorkston contemplaba en Cellardyke, siempre acaban llegando a buen puerto. ∎
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