Cambia ligeramente el nombre, pero continúan las ironías y chiribitas de un Lawrence que parece disfrutar cada vez más con sus diseños y conceptos, en un mundo propio de retos burlones en el que puede reinar como estrella pop porque no hay otra igual. Casi convertido en su propio avatar juvenil. Refinamiento de su humor fuera de tiempo y lugar, reafirmación en un contra viento y marea de total convicción. Cada vez más interesado, al parecer, en el package como arte y la contradicción como estilo: renuncia a la nostalgia de sus antiguos grupos, pero recicla una y otra vez el legado de Felt con rediseños de portadas cada vez más uniformados e incongruentes; vende sobres de souvenirs de su pasado, continentes de flyers, pósteres, fotos y hasta un 7” exclusivo en su nueva webshop; y da una pátina de modernidad a su proyecto más o menos grupal de los últimos veinte años, cambiando el nombre de Go-Kart Mozart por el de Mozart Estate.

Esta rehabilitación de vivienda deja más o menos las cosas como estaban, pero con un toque más chic y el objetivo cada vez más depurado: frente a las dificultades del mundo, su fantasía de bubblegum sintético y electropop cantarín, alegre cual cheerleader del novelty setentero, como único objetivo. Dieciséis piezas cortas (solo tres llegan a los tres minutos) y unívocas, directas al objetivo, en las que la música, las letras, el diseño de la carpeta y el título responden a un solo concepto. Pero no me pidan que lo defina, sobre todo cuando el título es tan onomatopéyico y sonado como “Pop-Up! Ker-Ching! And The Possibilities Of Modern Shopping”: es puro Lawrence del siglo XXI, sin más. En un diseño cuidado al milímetro (con su Shangai Package Company sigue defendiendo la estética como ética) incluye las letras de las canciones, pero también un amplio texto con ilustraciones que vendría a ser el reflejo de su pensamiento en forma de eslogan. “La gente bella tiene un poder especial y su carisma es una forma de inteligencia”. “¡Esnobismo democrático!”. “No vender a trogloditas”. Y así.

El hilo de continuidad está también en la pobreza, y su contrapunto: si en el último álbum de Go-Kart Mozart, “Mozart’s Mini-Mart” (2018), ya se incluía la canción “Relative Poverty”, que volvió a aparecer con una nueva versión en el 10” de adelanto que lanzó hace tres meses, Lawrence insiste en la “relativa pobreza” en la que vive. Es también el segundo corte de “Pop-Up! Ker-Ching! And The Possibilities Of Modern Shopping” para entrar en materia de lo que sugiere el título: una fascinación por las compras, los escaparates y los iconos de moda. Doble sentido para las pop-up stores. Y una visión crítica, cínica, frívola de lo que es tener poder adquisitivo, o no. “Miro por el cristal / todas las cosas que nunca tendré” (“Lookin’ Through Glass”); “En Poundland hay cientos de cosas que comprar, ¡trata de detenerme!” (“Poundland”); “Antes y después del código de barras / Oxford Street está como el culo / Todas las tiendas viven en el pasado” (“Before And After The Barcode”).

Armado musicalmente por los artefactos de Terry Miles que remiten a la era electrónica analógica, como viene siendo habitual, y el bajo de Rusty Stone, más riffs de guitarra de primitivo rock’n’roll, proliferan en los créditos los nombres sin cometido concreto. Muchos quizá asociados a los coros que saltan por doquier en forma de proclamas o con espíritu de improbables himnos, entre el music hall de bolsillo, la coral de muñegotes (“Vanilla Gorilla”, “Pink And The Purple”) o el cántico de cuadrilla punki-madness (“Doing the Brickwall Crawl”). Con la misma alegría despreocupada, lanza sus cuchillos en “I Wanna Murder You” y “And Now The Darkest Time Is Here”, cosas oscuras dichas con melodías como para tararear en un día soleado.

El hombre capaz de presentarse en una charla sobre el nuevo disco con una camiseta de Felt parece renunciar por completo a la emotividad de su primera encarnación. Solo en “Honey” aflora la melodía sentida, pero es una versión de Adam Faith. Y hay melancolía en el tempo y la melodía de “Flanca For Mr Flowers”, pero se presenta como una canción en construcción, quitándole solemnidad. El Lawrence de hoy parece evitar la seriedad y la trascendencia.

No cabe esperar canciones realmente memorables por sí mismas en estas pequeñas píldoras. Es la dosis completa lo que surte efecto. El concepto y su ejecución. Ahí Lawrence, con su nuevo estandarte, sigue siendo único. ∎