Hay bandas que simplemente evolucionan, y otras que mutan. The Horrors entrarían en la segunda categoría. A lo largo de dos décadas y seis álbumes, los londinenses han cambiado de forma a través del garage rock gótico de “Strange House” (2007), los paisajes de ensueño post-punk de “Primary Colours” (2009), la grandeza shoegaze de “Skying” (2011), el flúor de Haçienda de “Luminous” (2014) y la brutalidad techno industrial de “V” (2017). Cada paso se sentía más como un renacimiento que como un refinamiento. Con “Night Life”, se sumergen en los rincones más oscuros y profundos de su sonido, y emergen con un disco que es al mismo tiempo amenazante y fascinante.
Si “Primary Colours” marcó el despertar de su identidad y “Skying” su momento de mayor luminosidad, “Night Life” representa su noche más fría y opresiva. Es un álbum de profundidad cavernosa, industrial e inmersivo, bañado por sentimientos tan contradictorios como el pavor y el deseo. La voz de Faris Badwan es más contenida que nunca, suspendida espectralmente sobre trasfondos electrónicos y ritmos mecánicos. Hay una fisicalidad en estos temas: percusión programada con la intensidad de un taladro, sintetizadores que más que brillar parecen corroerse. Las guitarras, antaño un elemento distintivo, han desaparecido casi por completo, dejando un vasto espacio negativo lleno de una atmósfera fantasmal.
Pese a toda su intensidad claustrofóbica, “Night Life” también tiene ocasionales momentos de liberación. “More Than Life” es expansiva, con oleadas de influencia shoegaze que ofrecen una especie de catarsis. “Lotus Eater”, la pieza central del álbum, de siete minutos, se despliega con una repetición hipnótica, acumulando sus capas de electrónica como polvo en una habitación abandonada. La influencia de Trent Reznor se siente profundamente en “Trial By Fire”, una contundente pieza de furia industrial que encajaría perfectamente en “The Downward Spiral” (1994).
Bajo toda la violencia sonora y sus texturas sintéticas, se encuentra el corazón emocional del álbum. The Horrors siempre se han sentido atraídos por temáticas como la alienación, pero aquí el sentimiento es algo más profundo, una sensación como de estar perdido en el mundo, pero también en el tiempo. Las letras de Badwan, fragmentas e impresionistas, evocan una realidad suspendida donde el pasado y el futuro se funden en un presente liminal y atormentado. La oscuridad de “Night Life” no es pura estética; es existencial.
Conforme suenan los últimos compases de “L.A. Runway”, la pieza de cierre y la única que deja intuir una especie de resolución, queda claro que The Horrors no se han limitado a revisar sus grandezas pretéritas. “Night Life” es una evolución de sus instintos oscuros, una declaración de intenciones que demuestra que, dos décadas después, siguen siendo una de las bandas más impredecibles, intransigentes y esenciales del panorama alternativo británico. Un descenso al abismo del que no quieres salir. ∎
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