En 2025 se cumplen 30 años del nacimiento de la entidad musical conocida como Arab Strap, al menos aparentemente. “En realidad, Arab Strap como grupo no existió antes de 1996, que fue cuando empecé a experimentar con Malcolm”, corrige el cantante Aidan Moffat. Considera que “Frog Tape” –el peculiar primer casete firmado con ese nombre junto a su compañero multinstrumentista Malcom Middleton y distribuido el año anterior– no forma parte de la discografía oficial. “Y, bueno, ¿cómo empieza cualquier banda?”, suspira al rememorar los inicios del proyecto. “Fue producto de la curiosidad, del aburrimiento, de sensibilidades compartidas, del deseo de hacer algo interesante… Éramos dos colegas que queríamos echarnos unas risas, y accidentalmente empezamos una banda una tarde de tedio en Falkirk”.
Middleton, que a mediados de los noventa militaba en diversas bandas, admite que siempre había fantaseado con formar parte de Guns ’N Roses. Su colaboración con Aidan, no obstante, nunca vino acompañada de planes grandilocuentes. “Cuando finalmente sacamos un álbum, el sello casi nos tuvo que obligar a salir de gira, porque ni siquiera entonces pensábamos que éramos una banda en el sentido tradicional del término”. Opina que la formación del grupo fue un proceso orgánico puro: “Queríamos hacer música para nosotros y para nuestros amigos, y pasárnoslo bien. Un inicio genuino, agradable, nada forzado o artificioso”. Dice que si tuviera que darle consejo a alguna banda que esté empezando ahora, “no les diría que no se esforzasen, claro, pero les animaría a tomárselo con paciencia, con calma, y a disfrutar antes que todo”. “Desde luego la formación del dúo fue algo natural y modesto”, interviene Aidan, quien afirma que en un principio solo tenían intención de “hacer un puñado de canciones sobre la gente que nos rodeaba”. Y luego, por eso de “estar en el sitio indicado en el lugar indicado”, una joven discográfica escocesa, Chemikal Underground, quiso publicar sus temas. Ninguno de los dos, admiten, se imaginaban que estarían hablando de todo esto décadas después.
Especialmente en los inicios del grupo, vuestra música –tanto las letras como las instrumentaciones– desprendía un aire muy personal. Pero a la vez contaba con una mirada más objetiva, sociológica, basada en la observación de individuos de vuestro entorno, como dices. ¿Alguna vez os sentasteis a discutir sobre qué trataría vuestra música?
Aidan: No, las cosas de las que se nos ocurría hablar eran historias que escuchábamos de personas que conocíamos, así como experiencias propias, sin que existiera un gran marco conceptual. Pero, por contradictorio que parezca, resulta que si narras algo desde un punto de vista muy personal, lo más probable es que acabes llegando a muchísima gente. Los sentimientos que evocamos en esos primeros temas –la mayoría tratan sobre relaciones y cómo estamos condenados a intentar darles un sentido– son algo que cualquier persona joven experimenta en su día a día. Lo más profundamente personal puede en realidad ser de interés general, suscitar una emoción muy universal. De hecho, cuando empezamos, mucha gente hablaba del “componente folk” de nuestra música, algo que me extrañaba mucho, porque a mí nunca me había interesado el folk. Tardé un tiempo en entender a qué se referían: el folk es una música hecha para pequeños grupos de gente, para comunidades íntimas. Ahí está la conexión con lo que hacemos. Y si bien cuando empezamos a sacar discos casi nunca utilizaba nombres de personas reales, porque no quería avergonzar a nadie, en más de una ocasión me metí en problemas (risas).
¿Diríais que, al capturar las experiencias cotidianas y dinámicas relacionales de la gente de vuestro alrededor, vuestra discografía puede verse como el retrato de una generación?
Aidan: No, no iría tan lejos. No pienso que nuestras canciones sean un ejemplo paradigmático de lo que estaba sucediendo cultural o socialmente en Escocia. Pero sí pueden interpretarse como una cartografía lírica de un período específico que todos experimentamos a cierta edad, una etapa romántica, de búsqueda, de ensayo y error. En este sentido, probablemente sea una música que no esté atada a ninguna época ni lugar concreto, porque dudo que este tipo de dinámicas interpersonales cambien demasiado. Sónicamente hablando, quizá sí pueden hallarse indicadores de lo que estaba pasando en el mundo de la música independiente en ese momento, ciertas influencias, aunque tampoco creo que nuestro sonido sea comparable directamente con nada.
En esos primeros años, se propagó la idea de que la música de Arab Strap era muy seria, muy bajonera, pero las canciones están plagadas de ironías. El mismo título de vuestro disco más reciente, que publicasteis en 2024, creo que lo demuestra con creces.
Aidan: Me alegra que pueda entreverse el humor en nuestras canciones. Es cierto que al principio nos ganamos la reputación de ser una banda muy triste, taciturna, incluso lúgubre, y a mucha gente le pasaron por alto las dosis de humor. Y esa sí me parece una característica cultural evidente, es algo muy escocés. Creo que somos gente que tiende a recurrir a la risa para huir del desánimo y las miserias de la vida.
¿Diríais que vuestra forma de componer canciones ha cambiado en esta segunda etapa del grupo o trabajáis de manera parecida?
Aidan: Nuestra forma de crear canciones y álbumes no ha cambiado en absoluto, más allá de los progresos tecnológicos. Siempre ha consistido en irnos arrojando ideas musicales el uno al otro hasta que algo cuaja. En los primeros tiempos nos enviábamos o pasábamos casetes, pero ahora evidentemente lo hacemos a través de un archivo compartido en Dropbox. Por ejemplo: hace un par de horas le mandé a Malcolm una pequeña idea, un ritmo de batería; él le añadirá cosas y me la devolverá. Es lo que siempre hemos hecho, apenas hay diferencia a nivel creativo.
Podríamos decir que Arab Strap fue una banda pionera en la creación de música en época pandémica cuando, por supuesto, no había ninguna pandemia…
Malcolm: Sí, la particularidad de nuestra colaboración es que siempre ha sido a distancia, incluso en aquellos momentos en que vivíamos a pocas calles uno de otro. Nunca fuimos los típicos músicos que se encuentran en un local de ensayo y uno exclama “oye, tengo una canción, ¿se te ocurren letras?”. Lo nuestro siempre consistió en trabajar conjuntamente, pero por separado… si es que eso tiene sentido.
Aidan: Así empezó en realidad Arab Strap, con este intercambio de ideas. Malcolm era el más “músico” de los dos, en el sentido de que podía tocar instrumentos y yo no. Él me daba consejos de composición, mientras yo le pasaba material de otro tipo: poemas, palabras, conceptos, pistas de batería programada…
Malcolm: Una cosa que sí ha cambiado en nuestra dinámica es en que durante los años en los que tuvimos aparcada la banda, aprendimos mucho por nuestra cuenta, con proyectos en solitario o con otra gente, y creo que esto nos ha convertido en personas que van más al grano. Quizá los envíos de ideas son más sucintos.
Desde que reunís la banda en 2016 habéis mantenido un ritmo más bajo de lanzamientos discográficos en comparación a la etapa inicial. ¿Os tomáis más tiempo con el proceso creativo o es debido a las dinámicas cambiantes de la industria?
Malcolm: La edad juega un rol importante… Tenemos familia y otras movidas en marcha, así que no disponemos del mismo tiempo. Además, hemos girado bastante desde que nos reunimos. Pero nuestra mentalidad es la misma de siempre: los álbumes son la parte más importante de nuestra colaboración. Antes, cuando éramos jóvenes, teníamos más adrenalina y estábamos en un sello que también era joven. Eran otra época y otras energías…
Aidan: Sí, por entonces solo nos dedicábamos a hacer música, nada más. Y evidentemente el lanzamiento de discos movía mucho más dinero. Incluso te salía medio rentable tirarte unos días en el estudio para sacar un EP. Antes ibas de gira para vender el álbum y ahora es al revés; sacas un álbum porque quieres vender entradas para tu gira, meterte en festivales y todo eso. Podríamos decir que la finalidad de la creación musical sí ha cambiado un poco, debido a cambios en el tipo de negocio, pero el ritmo lento tiene que ver mucho más con el hecho de ser unos viejos.
¿Diríais que existía una escena musical idiosincrásica en la Escocia de los noventa? ¿Cómo lo compararíais con la escena actual?
Malcolm: Desde luego existía a nivel social y musical: Mogwai, The Delgados, Belle And Sebastian, etc. Y creo que destacaba por su diversidad sónica, éramos grupos con sonidos muy distintos. Supongo que sigue habiendo una escena, ya no vivo en Glasgow, pero en lo que se refiere a esas bandas más longevas, creo que crecieron tanto que al final cada una acabó yendo por su lado, con una identidad totalmente desvinculada de cualquier escena. Pero seguimos manteniendo una relación profesional y de amistad con esos compañeros de generación: nuestro productor es Paul Savage de los Delgados, grabamos en su estudio y nos edita Rock Action, el sello de Mogwai.
Aidan: Yo tengo la impresión de que seguimos siendo parte de la escena, pero la escena de los antiguos, la vieja guardia, como si ya formáramos parte del patrimonio musical de Escocia. Hace poco participé en un coloquio en King Tut’s Wah Wah Hut en Glasgow, el sitio donde dimos nuestro primer concierto, para celebrar el 35º aniversario del local. Hablamos de los años dorados del garito, y yo era el más viejo de todos los presentes (risas). Si bien formamos parte de esa historia, también somos una banda todavía en activo, por mucho que se hable de nuestro supuesto legado. Me cuesta seguir el ritmo de los lanzamientos de bandas nuevas, hay demasiadas cosas, pero de vez en cuando me paso por un local cerca de mi casa donde hacen conciertos en plan íntimo. Cuanto más mayor te haces, más pereza te da ir a sitios. No tengo ningún problema con estar sobre el escenario, pero estar entre el público… Me cansan las aglomeraciones de gente.
Habláis de conceptos como “legado” o “patrimonio”, pero estáis en activo, girando y presentando canciones nuevas…
Malcolm: A ver, en mi opinión nadie nos considera realmente una “banda patrimonio”, porque nunca tuvimos demasiado éxito… No es que nuestros singles lo petaran en las listas de ventas. Nuestra reunión en 2016 fue porque queríamos celebrar los 20 años del grupo pasándolo bien. Nada más. Pero vimos resurgir esa antigua magia sobre el escenario y decidimos probar con hacer música nueva. Y para nosotros fue un alivio que los dos últimos discos fueran recibidos así: como buena música nueva. No como un retorno al pasado o un refrito nostálgico, sino como una segunda fase de la banda. No nos queríamos repetir, queríamos que hubiera progreso.
Aidan: También es alentador ver entre el público a gente de una generación más joven que quizá no nos conocía antes de los nuevos álbumes. A veces, cuando tocamos alguna canción de los noventa –por ejemplo “Piglet”, donde canto en el estribillo “I didn’t shag him”–, puedes oír risillas entre el público de personas que quizá nunca habían escuchado ese tema. Este tipo de reacciones te dan ánimos, el poder sorprender a jóvenes con canciones de hace décadas y ver cómo estos nuevos seguidores se entremezclan con nuestros fans de la primera etapa.
Hace un par de años hicisteis un tour íntimo donde tocabais la totalidad de “Philophobia”, de 1998. ¿Cómo ha sido el proceso de rescatar para los directos temas clásicos de ese disco y otros?
Aidan: Me siento muy orgulloso de esas composiciones. Cuando hicimos esa gira tuvimos que enfrentarnos a varios temas que no habíamos tocado desde hacía muchísimo tiempo y sí estaba un poco nervioso, porque evidentemente tengo un montón de memorias y sentimientos asociados a esas letras… Pero antes de ese momento, hará ya quince años, remasterizamos ese álbum y la verdad es que me sorprendió mucho, para bien. Sí, a veces pienso en lo horrible que suena mi voz en esos primeros discos; ahora tengo la oportunidad de cantar de una forma más parecida a lo que hubiera querido en ese momento. Y si bien hay otros aspectos que pueden resultar más imperfectos o incómodos, estamos orgullosos. Creo que contábamos con ciertos principios e ideas y nos mantuvimos firmes en ellos, haciendo exactamente lo que queríamos hacer.
Es posible que los nuevos discos suenen un poco más severos, más contundentes, y que su humor sea más oscuro. También se ha subrayado la presencia de canciones de temática más social. ¿Vosotros veis más rabia en ellos? ¿Creéis que reflejan vuestra perspectiva sobre el mundo actual?
Aidan: Los nuevos discos son lo que el oyente quiera que sean: oscuros, graciosos o ambas cosas. En ningún momento tomamos decisiones sobre qué orientación sistemática deberían tener los álbumes, ya sea musical o lírica, todo es natural y fluido, vamos probando hasta que quedamos satisfechos. Quizá algo que sí ha cambiado es que ahora nos preocupamos más por cómo suenan las canciones en directo. Eso ni siquiera se nos ocurría antes. Sobre la cuestión de las temáticas sociales o políticas, diré lo siguiente: cuando empezamos a sacar discos, yo me empeñé en conservar mi marcado acento escocés porque por entonces casi nadie lo hacía. Los únicos que sonaban en la radio haciendo algo parecido eran los Proclaimers, que me encantan, pero tenían un rollo muy distinto, más tirando al folk-pop. No hemos sido nunca banda ostensiblemente política, de “mensajes”, pero en la voluntad de utilizar mi acento había algo beligerante sobre nuestra identidad, sobre nuestro lugar de origen. Siempre me resultó importante utilizar mi voz de esta forma, para reflejar todo eso.
Malcolm: Para mí no tiene sentido insistir en la necesidad de que todos los músicos tengan que pronunciarse abiertamente sobre sus convicciones políticas, o que tengan que utilizar su plataforma pública para emitir discursos. Son cosas que prefiero hablar con mis amigos o mi familia. En algunos casos la unión de política y música es natural, pero no debería ser forzada. Hay un montón de temas sobre los que hacer música, sobre sentimientos de júbilo, rabia, serenidad…
Aidan: También he pensado siempre que si te pasas de contenido político puede salirte algo demasiado aburrido, algo que no tendrás ganas de escuchar a menudo… Ninguno de mis discos favoritos son particularmente políticos, ni tampoco contienen grandes mensajes. Hay espacio para todo y a veces la música puede ser simplemente una vía para desconectar, sentirte arropado y disfrutar. Sin embargo, sí es cierto que en los últimos discos hay algunas canciones que tratan problemáticas sociales. En el fondo es imposible ignorar esos asuntos y no comprometerse, viendo cómo están las cosas en el mundo. Y quizá esto a su vez se refleje en el sonido de los discos. Por ejemplo, la pista que abre el último, “Allatonceness”, es un tema bastante ruidoso y colérico… Es difícil no estar cabreado últimamente. Cuanto más mayor me hago, más pienso en ese tipo de cosas, también porque soy padre. Pero no es algo que planee conscientemente cuando nos ponemos manos a la obra: sale por sí solo. ∎
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