El hombre tranquilo. Foto: David McClister
El hombre tranquilo. Foto: David McClister

Entrevista

Joe Henry: “Escribo para saber sobre qué escribo”

El currículo del músico y productor estadounidense es tan imponente que cuesta resumirlo –si se quiere hacer justicia– en unas pocas líneas. Esta semana gira por nuestro país –Barcelona (día 14), Bilbao (15) y Madrid (17)– para presentar las canciones de “All The Eye Can See”, álbum que publicó a principios de año.

13. 09. 2023

Joe Henry es el más iluminado de los cantautores en la sombra. Cantante, guitarrista y productor oriundo de Charlotte, Carolina del Norte, publicó el pasado enero su decimosexto disco, “All The Eye Can See” (earMusic, 2023). A sus espaldas, trabajos con o para Elvis Costello, Allen Toussaint, Billy Bragg, Solomon Burke o Bonnie Raitt y hasta alguna colaboración con Madonna (que es su cuñada).

Justo antes de hacer las maletas para la breve e inminente gira española que empieza mañana, 14 de septiembre, en Barcelona y que continuará en Bilbao (15) y Madrid (17), tenemos esta conversación. Entre él y nosotros median unos 5200 kilómetros. Teclea, dice, frente a una ventana.

¿Qué se ve por esa ventana?

Veo un bosque de pinos. Veo la ría que forma la marea del Atlántico y también el punto en que se ensancha hacia el mar abierto. La luz de la mañana tiene un tono dorado que te recuerda que, por muy cálido que se pronostique el día, el otoño asoma desde el umbral.

“Todo lo que el ojo puede ver”; “All The Eye Can See”. ¿Cuál es la idea detrás del título de tu último álbum?

Tiene dos significados, supongo: todo lo que podemos ver también hace un guiño a la limitación, a la sombra, pensando que claramente hay cosas que no podemos ver.

“Karen Dalton”, del disco “All The Eye Can See”. Vídeo realizado por Ray Foley.

Has declarado que es tu trabajo más íntimo y emocional. ¿Cómo lo ves ahora y cómo se está desarrollando en directo?

En este preciso momento –mientras me tomo este café– me siento muy orgulloso. Sobre todo porque las circunstancias me obligaron a trabajar de un modo completamente diferente al de mi preferencia habitual. Por eso me hizo feliz ponerme en marcha, adaptarme y avanzar, algo que la vida me ha pedido que haga en numerosas ocasiones durante estos últimos cinco años (Henry superó hace poco un cáncer de próstata en fase avanzada). Es fantástico tener nuevas canciones en las que apoyarme. He estado dando sobre todo conciertos acústicos en solitario, y en ese entorno tan sencillo puedo escuchar diferentes aspectos de las canciones. Y esto me anima, porque necesito sentir que las canciones van más allá de las grabaciones, que encuentran variaciones, nuevos modos de expresión.

Tu carrera aglutina un gusto de exquisita variedad: country, folk, jazz, blues, soul… Uno podría escuchar distintos episodios de la historia de la música norteamericana sin salir de tu discografía. ¿Qué te falta por grabar?

Eso es muy amable. Aprecio el cumplido, aunque, por regla general, me mantengo tan alejado como puedo de este tipo de clasificaciones de género. Es posible que nos hayan servido en un momento temprano de la historia de la grabación, pero ahora siento que tales categorías nos limitan más que abren nuestros corazones y mentes a nuevas experiencias. Cuando me empleo en música nueva –incluso la mía– intento hacerlo con la menor cantidad de preconceptos y expectativas posibles.

¿Y con quién?

Esa es una pregunta capciosa. Quise hacer un disco con Prince, pero… ¡ay, qué lástima! En su ausencia, diré que me encantaría trabajar más con Madison Cunningham, Margaret Glaspy, Julian Lage, Allison Russell, Jason Moran, Meshell Ndegeocello, Bill Frisell, mi nuevo amigo John Paul White..., me gusta Leon Bridges. Y aunque sé que está retirado, aún deseo poder hacer un disco con Sonny Rollins.

“La aventura en tren con mi hermano Billy (Bragg) fue extraordinaria en todos los aspectos. Siento que a través de los ojos de Bill experimenté mi propio país a cierta distancia, lo que me permitió tanto amar cosas de las que me había avergonzado como verlo en un contexto mundial más amplio”

Hace unos años recorriste más de cuatro mil kilómetros en tren con Billy Bragg. ¿Cómo fue aquello? ¿En qué medida el viaje estimula tu escritura?

La aventura en tren con mi hermano Billy fue extraordinaria en todos los aspectos. Compartimos literas en un coche cama como dos muchachos del ejército, pasándonos una petaca de whisky mientras avanzábamos por la oscuridad americana. Siento que a través de los ojos de Bill –desde su corazón y su mente– experimenté mi propio país a cierta distancia, lo que me permitió tanto amar cosas de las que me había avergonzado como verlo en un contexto mundial más amplio. No somos superiores al resto del mundo, por mucho que nos hayan enseñado a considerarnos “excepcionales”. Un poco de humildad viene bien para poder perdonarnos parte de nuestra arrogancia y brutalidad.

Para componer, ¿hay que… mmm… “tener una vida”?

Siempre he sentido que escribo feliz y bien cuando estoy en movimiento: en un avión, en un barco, en un tren. Las imágenes parecen entrar y salir desenfocadas con seductora fluidez; vivo para esa atmósfera persuasiva. Y sí, ya que lo preguntas, creo que tener una vida y luego escribir sobre ella es esencial. En oposición a la idea de que un escritor debe aislarse; si lo hacemos terminamos escribiendo sobre la escritura –mirando solo hacia dentro y no hacia FUERA– y eso no me interesa en lo más mínimo.

Si tengo un truco ese es –lección aprendida hace años del gran compositor John Cage– no confundir el proceso creativo con el proceso analítico. Este último tiene su lugar cuando llega el momento del refinamiento, pero en las primeras etapas escribo con abandono y sin una sola idea sobre qué tiene la canción en mente. Escribo para saber sobre qué escribo.

Hablemos de tu faceta de productor. ¿De qué productor aprendiste más sobre este oficio?

Bueno, T Bone Burnett ha sido mi amigo y mentor durante toda mi carrera. Lo más significativo que aprendí bajo su protección es nunca decirle a nadie qué tocar: los músicos que incorporo a un proyecto no están ahí solo por el instrumento que tocan, sino por todo su rango de humanidad. He aprendido una y otra vez que cuando hacemos que los músicos/artistas se sientan amados, seguros y apoyados, te darán todo lo que tienen. No puedes impedirles que lo hagan, y nuestro trabajo no es descubrir la forma “correcta” en que se puede articular una canción –hay muchas maneras–, sino más bien encontrar un enfoque que se revele en la sala y luego comprometerse plenamente con él, sabiendo que siempre puede ser diferente.

Siempre aprendiendo. Foto: Daniel Wheeler
Siempre aprendiendo. Foto: Daniel Wheeler

¿Se le pega a un productor algo de los artistas con quienes trabaja?

Yo he aprendido algo como artista de cada trabajo como productor que he tenido; y es diferente todo el tiempo. Pero, independientemente del artista, el objetivo es invariable: hacer que salga algo significativo y afirmativo de un par de altavoces. Cada artista tiene su propia manera de abordar ese deseo. Cuando emprendo el viaje con ellos, siempre retengo algo nuevo sobre cómo hemos llegado a ese lugar en el que una nueva canción se ha convertido en algo vivo.

¿Compone un productor igual que un compositor o, puesto que el productor tiene un mayor ángulo de visión, hay diferencias?

Conozco muchos productores que no escriben canciones y conozco a muchos compositores que tienen poco interés en la producción musical. Pero para aquellos de nosotros que mantenemos un pie en cada corriente, creo que las oportunidades de trabajar con tantos tipos diferentes de artistas solo puede abrirte la mirada a todas las formas posibles. Nunca pierdo la oportunidad de aprender algo nuevo sobre cómo mantenerme debidamente confundido y desorientado: te pueden suceder grandes cosas cuando no sabes qué va a pasar.

¿Qué aprendiste de Ornette Coleman? ¿Y de Don Cherry? ¿Qué tiene que aprender un músico como tú del free jazz?

Casi no sé por dónde empezar a responder eso, ya que aprendí muchas cosas de ambos. Trabajar con Ornette, por ejemplo, es una de las mejores cosas que he tenido la suerte de experimentar. De él aprendí que cada oportunidad de escribir o interpretar o grabar música es como enviar una cometa a la atmósfera: ya existe una energía que nosotros, como artistas, no hemos hecho nada para crear; nos dejamos llevar por su autoridad y esa experiencia nos moldea en tiempo real. Es liberador que nos recuerden que nos unimos a una tradición, que no somos responsables de crearla. Estamos uniendo nuestras voces a un lenguaje común.

Vienes de gira a España en estos días. ¿Cómo te llevas con nuestro país?

He girado por España en numerosas ocasiones y siempre me siento animado por la cultura: su música, comida, moda y paisaje. Mi querida esposa Melanie, con la que llevo casado 36 años, vivió un tiempo en Alicante, cuando estaba en la universidad; habla español con fluidez y tiene un gran amor por la cultura; ella ha dirigido mi atención hacia muchas cosas que me han conmovido, entre ellas la pura música en vuestro idioma. Y luego están, por supuesto, Lorca, Buñuel, Picasso... ¡No me tires de la lengua!

“Mi querida esposa Melanie vivió un tiempo en Alicante, cuando estaba en la universidad; habla español con fluidez y tiene un gran amor por la cultura; ella ha dirigido mi atención hacia muchas cosas que me han conmovido, entre ellas la pura música en vuestro idioma. Y luego están, por supuesto, Lorca, Buñuel, Picasso...”

¿Cómo te llevas con Madonna? ¿Qué piensas de ella como artista?

Conocí a Madonna –que también es mi cuñada, estoy casado con su hermana menor– cuando estábamos en la escuela secundaria; yo tenía 15 años y ella 17. Hicimos teatro juntos; de hecho nos eligieron para una obra en la que hacíamos de madre e hijo. Desde entonces –otoño de 1975– hemos estado enredados uno en la vida del otro. Creo que ella es una artista inmensamente talentosa.

De vez en cuando te comparan con Tom Waits. ¿Con quién elegirías ser comparado?

Con Buster Keaton.

¿Qué tiene que ofrecer la humanidad de tu música en estos tiempos de máquinas y algoritmos?

Tiene que decir lo que siempre ha dicho: que estoy aquí, luchando esperanzado por el amor y la conexión; libre del miedo. Y no tengo ni una sola idea de lo que eso podría significar para un algoritmo contemporáneo.

¿Qué es lo que el ojo no puede ver?

Solo aquello que no queremos. ∎

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