Gema oculta del folk.
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Revisión

Judee Sill, la dama maldita de Laurel Canyon

Solo el paso del tiempo ha evaluado con justicia la trascendencia de Judee Sill (1944-1979). Los dos discos que publicó en vida fueron prácticamente ignorados en su tiempo por el gran público, que nunca supo detectar su talento único. Los años han acabado dando la razón a aquellos que consideraron que estaba a la altura de Joni Mitchell o Carole King. Más de cuatro décadas después de su adiós, el interés hacia la compositora no hace más que aumentar.

06. 10. 2022

El destino que la vida le tenía preparado a Judee Sill (1944-1979) nunca fue un camino de rosas. Ella se percató a una edad temprana, cuando deambulaba por el bar que regentaba su padre. La evolución de los acontecimientos confirmó esa tendencia desfavorable. Cuando la escena de Laurel Canyon comenzó a emerger como epicentro de la contracultura estadounidense, el espacio que allí tendría sería reducido pero refulgente. La música representó para ella el desiderátum de un cambio de rumbo imposible.

Las canciones de la estadounidense son antítesis de su devenir vital. La belleza y la intensidad de sus melodías contrastan con su escabrosa vida familiar, sus adicciones, sus robos y la prostitución, y compiten con lo mejor de la segunda época del edén californiano. El día que nació, el 7 de octubre de 1944, la canción de The Mills Brothers “You Always Hurt The One You Love” alcanzaba el número uno de la lista ‘Billboard’. Un título que podría poner a diferentes capítulos de su vida, convirtiendo el amor, rodeado de metáforas, en un tema principal de muchas de sus composiciones.

Judee Sill, a principios de la década de los 70s. Foto: Michael Ochs Archives (Getty Images)
Judee Sill, a principios de la década de los 70s. Foto: Michael Ochs Archives (Getty Images)

Una infancia robada

Sus primeros años transcurrieron de forma aparentemente normal. Su padre, Milford Sill, había pasado de ser técnico de sonido en Paramount Pictures a regentar un bar “sórdido” en la localidad californiana de Oakland, donde la pequeña se inició con el piano. Su madre, Oneta, trabajaba como animadora para “Tom & Jerry” o “Betty Boop”. De alguna manera, ambos representan una cierta vinculación con el arte en el hogar.

El primer revés se produjo cuando solo tenía ocho años. El progenitor falleció de neumonía y la madre trató de rehacer su vida en Los Ángeles emparejada con Kenneth Muse, quien también trabajaba dando vida al ratón y al gato más célebres de la época. La partida de su hermano Dennis al ejército y su desaparición del entorno familiar provocaron que Judee se tuviera que enfrentar sola a los maltratos físicos y psíquicos del padrastro.

La situación desencadenó en ingestas masivas de alcohol por parte de su madre. En una entrevista a ‘Rolling Stone’ en 1972, su testimonio vital más completo, Judee admite que “intentaba seguir adelante, ya tocaba el ukelele, me iniciaba en otros instrumentos de cuerda, escribía algunas canciones y tomaba clases de piano y demás. No sabía lo que iba a hacer, pero pensé que tal vez quería ser una estrella. Solo que no sabía en qué quería ser una estrella”.

Antes de averiguarlo, huyó de ese hogar desestructurado y comprobó cómo la historia sentimental se repetía a modo de herencia envenenada. Su primer romance fue con un hombre mayor que robaba en licorerías, lo que la llevó durante nueve meses a un reformatorio. Su segundo amor, justo después del fallecimiento de su madre en 1964, fue el pianista Bob Harris, quien colaboraría con Frank Zappa, John Lennon y Ray Charles y también introduciría en la heroína a su cónyuge. Fruto de esa adicción, Sill vivió durante años en la calle, se prostituyó y volvería a ser arrestada y a pasar por la cárcel. Los barrotes no serían la peor de sus suertes. En prisión recibió la noticia de la muerte de su hermano sin poder acudir a las exequias. 

Judee Sill, finales de 1971. Foto: Peter Breinig / ‘San Francisco Chronicle’ (Getty Images)
Judee Sill, finales de 1971. Foto: Peter Breinig / ‘San Francisco Chronicle’ (Getty Images)

El sueño de David Geffen

En aquella época David Geffen se había convertido, junto con Elliot Roberts, en el rey Midas de Laurel Canyon. Y Laurel Canyon era El Dorado para cualquier músico. Ambos crearon el sello Asylum como medio para lanzar la carrera de Jackson Browne, en quien entonces solo Geffen confiaba. “Sweet Baby James” (Warner Bros, 1970), de James Taylor, fue el disco seminal del nuevo sonido del enclave californiano. Un entorno mucho más favorable para las aptitudes de Judee Sill que el folk-rock o el country-rock preeminente de la década anterior, con bandas como The Byrds o The Flying Burrito Brothers.

La cantante había llegado a Laurel Canyon “con una novia” en 1964. Hablaba abiertamente de su bisexualidad, un tabú en la época. Durante esos años había estado tocando con Harris y otros músicos, durmiendo por turnos en un viejo Cadillac y nublando su talento con opiáceos. Jim Pons, de The Turtles, sería fundamental para enderezar la carrera de la compositora. En “The Lost Genius Of Judee Sill”, documental radiofónico de BBC Radio 4, recuerda los primeros encuentros: “En ese momento ella había sido prostituta, había escrito una canción y quería que yo la escuchara (…) Se prostituía para pagar su heroína y quería escribir canciones para salir de la calle”.

Pons le consiguió un contrato para que compusiera para ellos por 65 dólares a la semana y la banda angelina obtuvo un gran éxito con “Lady-O”, que ella también incluiría en su álbum debut, “Judee Sill” (Asylum, 1971). Su nombre empezaba a ser conocido al mismo tiempo que Geffen buscaba artistas para lanzar el nuevo sello. El flechazo se produjo durante una actuación en el club Troubadour de Los Ángeles. Asylum había encontrado a la persona que daría forma a su primera referencia, mientras David Geffen esperaba a otras apuestas personales. Para la producción de aquel debut homónimo, Sill contó con Graham Nash –entonces en el estrellato gracias al supergrupo CSN&Y, junto a David Crosby, Stephen Stills y Neil Young– y con Henry Lewy, quien había sido colaborador de Joni Mitchell.

Judee Sill: adicciones y religión. Foto: Peter Breinig / ‘San Francisco Chronicle’ (Getty Images)
Judee Sill: adicciones y religión. Foto: Peter Breinig / ‘San Francisco Chronicle’ (Getty Images)

Luchar contra la frustración

La poca repercusión de ese primer trabajo contrastaba con las buenas críticas que se vertían sobre él. Judee había demostrado su capacidad para crear algo diferente a lo que por entonces se escuchaba en el Canyon, gracias a su influencia barroca y a su amplio abanico estilístico. La paleta sonora pasaba por el soul, el doo-wop, el góspel o, por supuesto, el folk, siempre ensamblados con un estilo singular. Había roto los estereotipos de su entorno: era una mujer que componía, hablaba abiertamente de una identidad sexual vetada en esos años y sus letras delataban una profunda religiosidad. En las notas del disco se incluye una dedicatoria a su mentor: “David Geffen, te quiero”.

Pero el dueño de Asylum tenía la vista puesta en otros de sus artistas, como The Eagles, Linda Ronstadt o el mencionado Jackson Browne, mucho más accesibles para un público potencial. Para su segundo y a la postre último trabajo, “Heart Food” (Asylum, 1973), Sill volvería a contar con Lewy, pero es ella la principal arquitecta de la descomunal instrumentación, de la que escribió la mayoría de líneas. A pesar de canciones tan sobresalientes como “The Kiss”, el éxito se resistía y su frustración aumentaba. Asegura la leyenda nunca confirmada que, fruto de esta desilusión, Sill bromeó sobre la homosexualidad siempre escondida de Geffen. Esto, unido a su retorno al consumo de opiáceos, fue el punto de inflexión que marcó su devenir posterior.

Varios accidentes de tráfico le provocaron importantes lesiones y añadieron intensidad a sus adicciones. Asylum decidió rescindir su contrato cuando se encontraba grabando el que iba a ser su siguiente disco, “Dreams Come True” (Water, 2005). La espiral decadente de la vocalista se dibuja a través de los testimonios, nunca optimistas, de familiares, amigos y músicos. El 23 de noviembre de 1979 fue hallada muerta por sobredosis en su apartamento de North Hollywood. Tenía 35 años.

Un minucioso artículo de ‘The Guardian’ escrito por Barney Hoskyns recoge las esclarecedoras palabras del compositor y actor J. D. Souther, uno de los amores más pertinaces de Sill, tras su fallecimiento: “Ella era, sin duda, tan importante como Linda (Ronstadt), Jackson (Browne) o los Eagles, sea cual sea nuestra retorcida hermandad. Pero era demasiado esotérica. Judee simplemente no salió”.

En Londres, en 1972, de promo. Foto: Gijsbert Hanekroot / Redferns (Getty Images)
En Londres, en 1972, de promo. Foto: Gijsbert Hanekroot / Redferns (Getty Images)

La “resurrección” de Judee Sill

La decisión de Jim O’Rourke –miembro de grupos como Gastr del Sol y Sonic Youth, productor de álbumes para Wilco o Stereolab y autor de una interesante y extensa obra en solitario– de sacar a la luz el material grabado para el que tenía que haber sido el tercer disco de Judee Sill marcó el inicio de una serie de reivindicaciones de la cantante. “Dreams Come True” fue remezclado y editado en 2005 por el sello Water, cuyo trabajo se fundamenta en rescatar obras de los años 60 y primeros 70. Aunque más despersonalizado que sus predecesores, es una revelación del error de Geffen al no seguir apostando por la carrera de su primer fichaje.

En 2009, artistas como Ron Sexsmith, Beth Orton, Bill Callahan, Owen Pallett o Daniel Rossen (Grizzly Bear) versionaron quince canciones de la estadounidense en un disco editado por American Dust que se tituló “Crayon Angel. A Tribute To The Music Of Judee Sill”. Mientras, sellos como Asylum o Warner aprovecharon para sacar recopilatorios o colecciones de rarezas. Y aún se espera el estreno del documental “Judee Sill. Soldier Of The Heart” (2021), para el que Brian Lindstrom y Andy Brown han estado recogiendo material durante lustros. Son intentos de dar vigencia a una artista cuyo reducido legado constituye un testimonio imperecedero de su carácter único. ∎

Partitura de “The Kiss”, una de sus cumbres.
Partitura de “The Kiss”, una de sus cumbres.

Retrato de una corta y gloriosa trayectoria

10

That’s The Spirit

de “Dreams Come True” > Water, 2005

El disco no terminado por nuestra protagonista comienza con un buen resumen del material que tenía preparado. “That’s The Spirit” es una canción luminosa con una pegadiza cadencia de piano y un vibrante final protagonizado por la percusión y los coros. Un enfoque hacia un estilo más convencional, aunque tanto la estructura del tema como el potencial de la voz de su autora apuntan a que su carrera podía tomar una nueva dirección sin menguar en cualidades.

09

Down Where The Valleys Are Low

de “Heart Food” > Asylum, 1973

Merece la pena detenerse en esta canción para recrearse en el diseño de los coros. Toda la instrumentación queda supeditada al efecto que producen la voz y sus numerosos acompañantes. Un homenaje al doo-wop y a la música estadounidense de los años 50 y una muestra de la capacidad de Sill para absorber estilos manteniendo su carácter propio.

08

The Phantom Cowboy

de “Judee Sill” > Asylum, 1971

Aquí muestra su capacidad para dar sentido a diferentes sonoridades en menos de dos minutos, en una de sus canciones más personales. La melodía vocal e instrumental cambia la orientación pop hacia el barroquismo que ella señaló como fuente de inspiración. El contrapunto también se produce en la letra, mostrando a un redentor en forma de vaquero.

07

Emerald River Dance

de “Dreams Come True” > Water, 2005

¿Qué habría pasado si esta canción hubiera tenido arreglos y pudiera haber pasado por un estudio? La duda queda en el aire, pero, tan solo con una guitarra y su voz, Sill vuelve a parecerse a la de los inicios por el carácter metafórico y trascendental de esta rareza. Idónea para interpretar en un pequeño club con luz tenue. Incluso en modo flemático, sus cuerdas vocales estremecen.

06

Enchanted Sky Machines

de “Judee Sill” > Asylum, 1971

La canción de su primer largo que más evidencia la admiración de Sill por Ray Charles, aunque también recuerda a “Tapestry” (1971), de Carole King, publicado el mismo año. Los vientos aportan dinamismo, a la espera del amor definitivo, sobre pasajes instrumentales tan breves como eficaces en una composición con influencia de la música negra.

05

Crayon Angels

de “Judee Sill” > Asylum, 1971

El debut de la californiana empieza con un tema minimalista en el que solo un oboe, una guitarra y una sutil percusión acompañan su voz. Una canción delicada en la que relata su particular relación con las señales místicas y la búsqueda de sentido a su existencia. Con pocos elementos, la autora muestra también su buen gusto para crear algo fundamentalmente bello.

04

The Donor

de “Heart Food” > Asylum, 1973

Un enigmático piano inicia una larga introducción para engrandecer la vocación religiosa de la canción más larga del catálogo de Sill. Más de ocho minutos de coros catedralicios y la cantante buscando el aliento del redentor mientras las voces claman en griego “Kyrie eleison” (“Señor, ten piedad”). El ascetismo de Sill en todo su esplendor.

03

Soldier Of The Heart

de “Heart Food” > Asylum, 1973

Nueva candidatura de Judee para encabezar las listas pop con un tema enérgico de influencias negras. Junto con “Jesus Was A Cross Maker”, es probablemente la mejor canción para no iniciados en la obra de la estadounidense. Sill muestra su voluntad de convertirse en algo transformador y de romper con su pasado más turbio. La realidad después fue mucho más impía.

02

The Kiss

de “Heart Food” > Asylum, 1973

El momento efímero de un beso es transformado por Sill es una estimulante canción, a medio camino entre lo terrenal y lo celestial. El piano se impone sobre los eficaces arreglos minimalistas de cuerdas y vientos, aunque sobresale la melodía vocal, de las que tocan entraña. Un tema con el que deberían caer rendidos todos aquellos que rechazaron entregarse a la compositora durante el cénit de Laurel Canyon.

01

Jesus Was A Cross Maker

de “Judee Sill” > Asylum, 1971

Graham Nash produjo el mayor éxito de Judee Sill, que ella dedica a un breve pero intenso idilio con J. D. Souther que nunca logró olvidar. La compositora convierte la huella del “rompecorazones” del Troubadour y su lectura de “La última tentación de Cristo” (Nikos Kazantzakis, 1952) en una canción pop con el piano como hilo conductor, al que se añaden arreglos de cuerdas, percusión y coros que transforman la resignación en una auténtica delicia.  ∎
 

Alimento para el corazón

“Judee Sill”
(Asylum, 1971)

Cuando en 1971 David Geffen creó Asylum, pensó que Judee Sill sería la mujer que compensaría las negativas de Laura Nyro o el retraso de Joni Mitchell en fichar por su nuevo sello. La nueva pupila corroboró la capacidad innata del empresario para sacar a la luz nuevos talentos. En este disco homónimo vuelca todo su ascetismo vital y sus turbulencias sentimentales mediante un sobresaliente lirismo y una intimista y elaborada sonoridad que la convertía en una rara avis de Laurel Canyon.

La compositora impone su pasión por Bach en los arreglos barrocos de “The Phantom Cowboy” o “The Archetypal Man”. Pero el leitmotiv de este abrumador álbum es la particular concepción del folk de su tiempo por parte de la propia Sill, que muestra con menos ornamentos en “Crayon Angels” o “Lady-O”, canción que en principio compuso para The Turtles.

“Heart Food”
(Asylum, 1973)

En los dos años que transcurrieron desde su debut, Judee Sill aumentó su ambición para tener el control sobre su obra. En “Heart Food” prescinde de arreglistas externos y cuenta con un ejército de músicos para acompañar su infinita capacidad para crear melodías memorables. El romanticismo y el misticismo vuelven a ser los temas principales en un segundo álbum que la colocaba como una compositora prodigiosa que nunca obtuvo el debido reconocimiento.

Con la advocación de Geffen centrada en otros artistas del sello como Jackson Browne, The Eagles, Linda Ronstadt o la recuperada Joni Mitchell, que nunca aceptó de buena gana cualquier amenaza femenina a su particular reinado, Sill expone un catálogo con menor incidencia de su inspiración clásica, pero de una descomunal sensibilidad expuesta en canciones como “The Kiss” o “The Donor”. Será su último trabajo antes de iniciar la espiral sin camino de retorno. Para entonces, ya tenía asegurada la trascendencia que siempre evocó con su música.

“Dreams Come True”
(Water, 2005)

Tres décadas después de su grabación, el hiperactivo músico y productor Jim O’Rourke mezcló el material que Judee Sill tenía preparado para el que tendría que haber sido su tercer álbum. El productor publicó un álbum doble bajo el sello Water. El primero de los discos contiene las grabaciones profesionales, en los que la compositora se muestra menos intimista y en el que prevalece siempre el piano acompañado de la formación clásica de rock, con bajo, guitarra y batería. Se trata de una colección de canciones luminosas en su totalidad, que parecen anunciar la intención de un cambio de dirección en su carrera.

El segundo disco tiene la calidad mermada, son grabaciones con medios más precarios y destacan las piezas a capela con guitarra, como “Emerald River Dance” o “The Waterfall”. La sonoridad y las melodías hacen que algunos de los temas conecten con el folk más tradicional de Estados Unidos. Un material apreciable para los coleccionistas. ∎

Como complemento de esta Revisión, Carlos Marlasca selecciona esta exclusiva playlist de Judee Sill.

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