España, principios de los noventa. Hormigueo indie, candor pop. Taquicardias y sintetizadores. Distorsión a chorro para barrer la mugre agarrada de los ochenta, para desescombrar los restos de la movida, y un batallón de bandas emergentes calentando en el subsuelo. El Inquilino Comunista, Cancer Moon, Los Planetas, Penelope Trip. También en el norte, a pie de playa y lamido por el mar Cantábrico, el recién nacido Donosti Sound, aunque nadie lo llama así. No todavía. Eso llegará más tarde, cuando el periodista Ricardo Aldarondo cartografía la escena para Rockdelux en mayo de 1994 y la etiqueta cobra vida propia. “El término ‘Donosti Sound’ aplicado a la generación de Family, Le Mans y La Buena Vida salió por primera vez en mi artículo de Rockdelux y es un error o una anomalía porque nadie en San Sebastián llamaba así a esos grupos”, explicaría años más tarde el crítico musical y cinematográfico.
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