Avalanche Kaito: noise-punk incómodo. Foto: Olalla Lojo
Avalanche Kaito: noise-punk incómodo. Foto: Olalla Lojo

Festival

Sinsal, viscoso pero sabroso

La reconstrucción del espacio a través de la voz en Hatis Noit, el folclore provocador y educativo de Puuluup, la fiesta atlántica de Pongo, las vibraciones espirituales y naturalistas de dal:um, el post-rock electro de Tukan y la vía punk de todas las raves británicas en Grove marcan una edición de Sinsal en la que lo formativo y lo hedonista siempre han ido de la mano. La isla de San Simón, en la Ría de Vigo, celebró entre el 21 y el 23 de julio –en torno a la música en su estado más salvaje– la libertad, la diversidad, el descubrimiento, la tradición y el diálogo. Cosas por las que siempre merece la pena poner el oído.

24. 07. 2023

Cuando Simba abandona el reino, repudiado por Scar, tras la muerte de Mufasa, acaba refugiándose en la verdadera jungla, más allá de toda ley. Y son Timón y Pumba los que le enseñan que se puede vivir de otro modo. Le enseñan que allí, into the wild, las pirámides, las estructuras, cualquier atisbo de verticalidad, caen como un tronco seco y se disponen sobre el suelo, salvaje, para darle de comer, tanto a él como al resto de criaturillas que comparten la ilusión, la utopía de la horizontalidad. En su burbuja, la ley del más fuerte, reflejo de todas esas leyes que se suponen propias de la naturaleza, no es más que un constructo, una imposición, como pueden serlo en nuestro mundo las estructuras de poder. Para Timón y Pumba existe una vía para la libertad. “Viscoso pero sabroso”: tenemos que estar predispuestos y fuera de nuestra zona de confort para apreciar la auténtica belleza de las cosas, esa que es conciliadora, liberadora e igualadora. 

El festival Sinsal SON Estrella Galicia es un poco como Timón y Pumba: te da la mano y te conduce hacia lo salvaje. Consigue que creas que, por un momento, en aquella pequeña y remota isla de la Ría de Vigo, la horizontalidad es posible. Despierta tu atención, alimenta tu curiosidad. Y se preocupa de que renuncies a tus prejuicios, a cualquier idea que tengas sobre el sabor de ese gusano que es la música. Y de que seas capaz de apreciar sus virtudes, sus maravillas, más allá de la viscosidad y las texturas extrañas. De algún modo recuerda a los preceptos de que hablaba Horacio en su “Ars Poetica”: la poesía, pero en general cualquier forma de arte, puede deleitar los sentidos o enriquecer nuestro conocimiento, pero también puede hacer ambas cosas a la vez, “delectare et docere”. La gran mayoría de artistas que el público descubrió en la idílica –y algo misteriosa; echen un vistazo a la historia– isla de San Simón dedicaron un espacio a explicar su propuesta o la procedencia y técnicas de sus instrumentos, un verdadero desfile de artefactos procedentes de una riquísima variedad de tradiciones centenarias de todo el mundo que dialogó siempre positivamente con el conjunto de instrumentos normativizados en la cultura occidental y con las nuevas tecnologías. 

La riqueza y profundidad de una propuesta arriesgada que se desvela una vez los asistentes “aterrizan” es, por su parte, un reflejo del éxito y de las posibilidades artísticas de los programas de intercambio de talento que se desarrollan con el apoyo de las instituciones públicas en festivales y ferias musicales de toda Europa y parte del mundo: Corea del Sur, Nigeria, Estonia o Bélgica, por ejemplo, desembarcaron con propuestas que recorren distintos caminos de sus folclores y que reivindican la pertenencia, el orgullo y la conversación cultural. Porque hay algo que late por debajo de todas las identidades, de todos los pueblos, que nos conecta a todos: la diáspora, el mestizaje, son parte intrínseca al ADN de la especie humana, y podemos encontrar huellas de ello con solo mirarnos al espejo. Los folclores, como las personas y más allá de las enriquecedoras diferencias, en el fondo, son uno solo. Y que existan espacios como el Sinsal, propicios para el encuentro de los matices, es algo que tenemos que valorar, proteger y reivindicar. Cuidar nuestros festivales también es, en parte, cuidar nuestra diversidad, cuidar nuestra historia y cuidar nuestras culturas.

Viernes, 21 de julio: brujería y trances pop

Es difícil superar el impacto que causa en uno la primera vez en la isla de San Simón: el viaje en barco ría arriba, entre bateas, desde el puerto de Vigo; el primer paseo, la isla de San Antón, el mirador, la estatuilla del capitán Nemo que solo se revela cuando cede la marea. Un entorno que se presta a propuestas que conectan con lo profundo de la naturaleza, con las magias milenarias a las que hemos acudido, en momentos de duda y desasosiego, para explicar los fenómenos que suceden a nuestro alrededor. Propuestas como la de las estonias Duo Ruut, que abrieron la jornada desde el escenario SON Estrella Galicia con un conjuro de misticismo naturalista: enfrentadas en torno a una cítara tradicional de su país, operan sobre ella a cuatro manos y alejándose en todo momento de lo que dictan los cánones, subvirtiendo el instrumento a través de distintas técnicas –percusión de la cuerda, sonorización de la caja, frotamientos agresivos y uso de paños para acolchar las vibraciones, entre otras cosas– y utilizándolo como única base para levantar su catedral de pop coral, que encuentra cierto parecido con el “Með suð í eyrum við spilum endalaust” (Sigur Rós).

Duo Ruut: Estonia mística. Foto: Olalla Lojo
Duo Ruut: Estonia mística. Foto: Olalla Lojo
Los surcoreanos ADG7, por su parte, traen los cantos chamánicos y el minyo a un presente en positivo que tiene mucho que ver con el enfoque enérgico del pop en su estado más puro, rompiendo muchos de los convencionalismos que tenemos asociados a la música coreana. Y los belgas Yin Yin se adentran en la espiritualidad vía sudeste asiático con una fiesta sin fronteras que, siguiendo el ejemplo de Khruangbin y de compañeros de sello como Altin Gün, bebe del disco-funk y del rock psicodélico de Tailandia y Vietnam de los sesenta y setenta. Esa idea de trance es algo que pueden compartir con sus vecinos Tukan. Procedentes de Francia y de distintos proyectos de jazz locales, dieron el concierto más destacado del viernes, una mezcla intensa –y diría que con mucho de improvisación– de estructuras post-rock, visión math –oblicua, chillona, por momentos arrítmica y disonante– y enfoque electro que tanto recuerda a Vessels o a Sensible Soccers como a The Comet Is Coming.

Jesca Hoop, por último, nos dejó un ejemplo del canto folclórico de tradición americana como reflejo de la decadencia de las civilizaciones occidentales: es una de las más modernas tradiciones vocales que se desplegaron en Sinsal, pero sin duda la que más se preocupa por la amenaza de la muerte y de la perversión del hombre. La norteamericana afincada en Londres hizo una hoguera con nuestras vanidades armada solamente con una guitarra y una túnica funeral desde el escenario San Antón, pensado para las propuestas más intimistas, pero es cierto que el sonido del escenario principal –en el que en ese momento se presentaba la portuguesa Ana Lua Caiano– siempre termina rellenando cualquier silencio, una constante que se mantendrá a lo largo de todo el fin de semana.

Jesca Hoop, íntima. Foto: Olalla Lojo
Jesca Hoop, íntima. Foto: Olalla Lojo

Sábado, 22 de julio: cuentos de microtonalismo, repeticiones y bailes rituales

La cualidad evocadora de la música a través de cosas como la repetición mántrica, la polirritmia o el despliegue de xenharmónicos tuvo mucha representación a lo largo de toda la jornada del sábado. Ya desde primera hora de la tarde, los americanos Horse Lords ofrecieron desde el escenario Buxos Fest Galicia una explosión de kraut y free jazz con el espíritu provocador y destructivo de black midi pero sumergida en la inmensidad microtonal, entre riffs mareantes, ritmos a veces quebradizos y un saxo apocalíptico. Y un poco más tarde, los franceses Brama ofrecieron en el SON Estrella Galicia su particular revisión del manual de estilo del rock psicodélico en clave occitana, convirtiendo en sirena una tradicional zanfoña electrificada y recorriendo los desiertos que conectan el rock tuareg con King Gizzard & The Lizard Wizard.

Horse Lords: buena provocación. Foto: Lino Escurís
Horse Lords: buena provocación. Foto: Lino Escurís
Es una forma de inducir estados alterados de cuerpo y mente que también puede conseguirse a través de la fiebre del baile, del ritual rítmico. Y para muestra el concierto de Pongo –mítica componente de Buraka Som Sistema, a quienes por supuesto recuerda con temas como “Kalemba (Wegue Wegue)”– cerrando desde el mismo escenario una fiesta que recorre con el kuduro como hilo conductor –entre el bass, el dubstep o el dancehall– todas las fiestas posibles del Atlántico: dembow, dub, favela funk… cualquier ritmo sirve para exorcizar los fantasmas. Muchas de las diásporas detrás de estas vibras encuentran su propia ida y vuelta en Nigeria, que se vio representada en San Simón con Ruth Mahogany & The ARB Music Band: reivindicación, poesía, hip hop, funk, soul, R&B, reggae, dub y optimismo como forma de resistencia. Un credo que comparten, desde coordenadas prácticamente opuestas, los surcoreanos Leenalchi: sus códigos son los del rock alternativo y su momento el presente, pero su lenguaje adopta el pansori, forma musical de cuento que tradicionalmente hace hincapié en los finales felices y en la posibilidad de persistencia de los protagonistas más allá de las adversidades, y que captura la conceptualidad emocional de la onomatopeya en la cultura coreana.

Todas las voces de Hatis Noit. Foto: Lino Escurís
Todas las voces de Hatis Noit. Foto: Lino Escurís
Fueron, sin embargo, dos propuestas especialmente radicales y basadas en el uso de loopers las que más destacaron el sábado, empezando por la japonesa afincada en Londres Hatis Noit ocupando el espacio diario de la isla de San Antón. Ajena a la electrónica pero al mismo tiempo solo hermanada artísticamente con la tecnología –y con las emociones que la música es capaz de transmitir, a flor de piel–, se sirve de una estación de loops para ir construyendo capa a capa un robusto revestimiento vocal formado por cantos procedentes de la tradición gagaku, lírica, voces búlgaras o vocalizaciones gregorianas. Y consigue conectar no solo con lo más granado de la vanguardia experimental –de Björk a William Basinski– desde un lugar orgánico, emulando a Enya, sino con el entorno y la ría durante un trascendental paseo que recordó a los elfos embarcando en los Puertos Grises –al ritmo de una oceánica composición dedicada a la reapertura de Fukushima más de cuarenta años después del desastre nuclear– y con todo el público completamente embelesado, que la acompañó desde el escenario para la última canción.

Después, Puuluup. Subversores geniales del folclore, terreno en el que tienen trayectoria de sobra, su actual forma sigue fundamentándose en la reinterpretación de cantos e historias de distintas tradiciones vocales, desde su Estonia natal al blues del norte de África e incluso a la música urbana, a través de un repertorio inteligente, ecléctico y sorprendente que descansa en la ironía y la comedia –en la línea de muchas tradiciones folclóricas rusas, que también les sirven de inspiración– y que habla fundamentalmente de amor, de desamor, de deseo, de soledad, del campo y de esquí de fondo. Pero si antes se acompañaban de una banda completa y abrazaban de forma purísima la tradición, hoy sus talharpas –electrificadas a la manera en que los finlandeses reinventaron el jouhikko– solo encuentran respuesta en una loop station. Se puede vivir mirando a la tradición y caminar siempre del lado de la vanguardia.

Puuluup: subversión folk. Foto: Olalla Lojo
Puuluup: subversión folk. Foto: Olalla Lojo

Domingo, 23 de julio: De infinitas vibraciones

La última jornada del Sinsal, la más oscura, la más fría, la que siempre estuvo amenazada por una lluvia que esperó cortésmente hasta el último momento, terminó en una alegoría de sí misma: con una tormentosa vuelta a casa –ría abajo, el barco adentrándose en la bruma– que recogía muy bien la bajona posfestival. Porque, sí, cuesta desconectar de una edición que ha insistido tanto, precisamente, en las conexiones emocionales, en la polisemia subtextual y en el diálogo entre distintos tiempos verbales. Son ideas que armonizan a la perfección en la que fue una de las presentaciones más impresionantes del festival, la de las surcoreanas dal:um. Armadas únicamente con cítaras tradicionales coreanas –un gayageum antiguo de doce cuerdas, otro moderno de veinticinco y dos geomungos–, su aproximación al folclore cortesano es radicalmente libre, adoptando técnicas innovadoras en la forma de trabajar los vibratos o la percusión de las cuerdas, incorporando elementos del minimalismo sonoro japonés y yendo en contra de los roles de género que asocian el geomungo con las energías masculinas. Un viaje para la imaginación que por momentos decide ser melódico y evocador, pero que también juega en el terreno de la abstracción y lo oblicuo.

dal:um: folclore cortesano libre. Foto: Olalla Lojo
dal:um: folclore cortesano libre. Foto: Olalla Lojo
Fue la excepción de un día especialmente centrado en distintas ramas de la música africana. Primero, el escenario SON Estrella Galicia recibió a un absoluto icono en Nigeria como Ara Queen Of Drums, que entre otras cosas gira como parte de la banda en directo de Burna Boy y que es la primera mujer en romper el tabú del tambor parlante, un instrumento tradicional pensado para modular el tono e imitar la voz humana que se usaba para comunicarse, reservado solo a los hombres. Afrobeats percutivos que unen las viejas y las nuevas formas de la música nigeriana. Más tarde se subieron al mismo escenario, desde Colombia y ofreciendo cumbia espiritual con toques de R&B, unos Combo Chimbita algo flojos. Y después fueron los franceses Al-Qasar, colectivo urbano y multirracial que sirve de encuentro para diásporas culturales provenientes de Sudán o Argelia y que se mueve –conducido por la magia hipnótica del saz– entre la psicodelia, el rock africano y el stoner, los encargados de bajar el telón.

Ara Queen Of Drums: icono nigeriano. Foto: Lino Escurís
Ara Queen Of Drums: icono nigeriano. Foto: Lino Escurís
El escenario Buxos Fest Galicia, tras estrenarse con la reinterpretación del folclore gallego de Fillas de Cassandra, recibió a la tarde con la estimulante sesión del misterioso ugandés Faizal Mostrixx, enfundado en una túnica de brujo, con una poliédrica estrella de doce puntas por casco y respaldado por dos espectaculares bailarines urbanos mientras servía, siempre con una perspectiva afrofuturista y sobre un lienzo en descomposición, distintos ritmos africanos como el amapiano o el gqom, una vibrante paleta de plantillas británicas de la era post rave como el post-dubstep, el downtempo o el footwork y melodías procedentes de tradiciones de toda África oriental. Inglaterra vuelve a hacer de eje en Grove, puro fuego desde Bristol: reivindicación, energía desmedida, menciones políticas constantes y una forma de entender los géneros de música electrónica que solo tiene sentido con la rave en la cabeza, el hip-hop en el pulso y Jamaica en el corazón. Con el imperio del subgrave dominando grime, dubstep, drum’n’bass, jungle, garage, 2step o –sorpresa– temazos como esa reciente “Dead Bird Blues” que se acerca al deconstructed club. Y una actitud punk que es capaz de tumbar islas enteras. Eso si no lo había hecho antes el noise-punk incómodo y rabioso de Avalanche Kaito. Literalmente, un alud de proverbios originarios de Burkina Faso con intención poética, en este trío un griot urbano equipado con distintos vientos tradicionales como el arco de boca –con el que consigue un efecto de canto-flauta– se encuentra en colisión absoluta con un contundente dúo belga y, juntos, viajan en los brazos de la intensidad hasta las lindes del free jazz y del rock experimental. ∎

Faizal Mostrixx: afrofuturismo ugandés. Foto: Lino Escurís
Faizal Mostrixx: afrofuturismo ugandés. Foto: Lino Escurís
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