Bajo
Suscripción
La novela gráfica experimental de tradición modernista ha dejado en 2024 una cosecha sensacional. Por un lado, “Domingo flamenco” de Olivier Schrauwen, un día en la vida contemporánea contado con un despliegue formal apabullante, suerte de respuesta en viñetas al “Ulises” de Joyce, o cómo el cómic desarrolla sus propias vanguardias un siglo después que la literatura y las artes plásticas. Por otro lado, Andrés Magán actualiza el legado surrealista en “El buen ciudadano” desde las tradiciones del cómic, o cómo Ernie Bushmiller y el Daniel Clowes más “onírico” pasean por los tebeos de Bruguera y las viñetas de los humoristas gráficos del 27 (Tono & cía.).
Dos regresos importantes: Emil Ferris con su segundo libro de “Lo que más me gusta son los monstruos”, recuerdos de una mocedad freak pasados por el filtro de ficción de la gran literatura (las clases de escritura creativa que tomó la autora han rendido) y la magia de unas viñetas de registro gráfico cambiante que no se parecen a ningún cómic previo que no sea de la propia Ferris. Y Julie Doucet ha vuelto al medio tras dos décadas en barbecho con “El río”, título en castellano que hace justicia a este torrente de memoria dibujada que plantea nuevas rupturas con el lenguaje canónico del cómic.
El comic book tradicional de fantasía también admite la innovación. Es el caso de “Friday”, de Ed Brubaker, Marcos Martín y Muntsa Vicente, publicado originalmente en digital en la plataforma Panel Syndicate, una original revisión de la novela juvenil de misterio desde el horror american gothic y el efecto del paso del tiempo.
Y así hasta 25 títulos. De ellos destacamos, por último, la primera traducción en nuestro país de sendas pioneras del manga alternativo: “Flight”, ocurrencias cortas de una Kuniko Tsurita (1947-1985) libérrima y a su bola, y “Una mujer de espaldas”, confesiones de Murasaki Yamada (1948-2009) sobre el “malestar sin nombre” de una señora casada, frustrada por mil dolores pequeños infligidos por el techo de cristal machista de la sociedad nipona. Pepo Pérez
Este cómic aborda temas estrella de una generación para la que la salud mental y el animalismo importan, y mucho. La protagonista no se encuentra bien, y el mundo comienza a mostrar sus garras… La conversación de bañera con la amiga es, en este sentido, reveladora, con frases lapidarias como “no es el deber de una chavala de catorce años enseñarle a un señor adulto a no comportarse como un gilipollas”. En este sentido, la obra acierta de lleno como retrato generacional, así como en sus decisiones gráficas, que hacen de la historia un cómic entretenido que da para reflexionar, sin dramatismos innecesarios. Isabel Guerrero
Lee la crítica completa aquí
Finck se imagina a una diosa como creadora del mundo, un personaje recurrente que ya había aparecido en su “Passing For Human” (2018). Un mundo en el que, nada más crear a Adán, este se imagina a la diosa como un “anciano adusto y con barba (solo en la mente del hombre)” y la nombra como, ejem, Yahvé. A partir de ahí la autora presta atención al destino de sus creaciones divinas para reimaginar con guasa las vidas de Lilith, Caín, Abel, Noé o Abraham, y destaca detalles recurrentes de la Torá. El estilo gráfico de Finck, de garabato urgente y mínimo con algunos cambios de registro, conecta por cercanía con el lector porque parece que cualquiera lo puede hacer. Pepo Pérez
Lee la crítica completa aquí
Hay una conciencia del potencial ideológico y simbólico de la imagen, de su capacidad para transmitir mensajes y connotaciones diferentes a los del texto escrito. Lo demuestra Rico en su tratamiento expresivo del color, aquí aplicado de forma más contenida, con blanco, negro, gris y puntuales toques de rojo. Pero también con su manejo de las tramas y filtros, del valor retórico de la repetición en secuencia o de las modulaciones sutiles de la caricatura gráfica para apuntar la subjetividad que el texto intenta evitar. En una época de banalización de la verdad, pero también de la imagen, es una suerte que aún existan obras como “¡Muera la inteligencia!”, que se toma ambas muy en serio. Gerardo Vilches
Lee la crítica completa aquí
“Dum Dum” también se eleva por encima del material del que bebe en su brutal representación de la violencia, que aquí se refleja en explosiones de sangre, sudor y lágrimas. Una violencia que recorre la biografía de Pacheco y estructura una obra en la que abundan las viñetas en plano subjetivo en las que el protagonista alza su brazo para golpear o los flashes en los que aparece esa suerte de perro rabioso con el que siempre se identificó. La espiral autodestructiva alcanza su culmen en las escenas carcelarias, impregnadas de un naturalismo expresionista que recuerda al trabajo de David Mazzucchelli en “Born Again” (1986) o al del vallisoletano David Aja. Javier Pulido
Lee la crítica completa aquí
Hay observación y reflejo, pero también conjuros de magia arcana y peleas a puñetazos dignas de los Power Rangers. Todo el tebeo es un mundo de fantasía presentado rigurosamente en sus primeras páginas como si de una vieja aventura gráfica se tratara, y la vida de sus personajes se rige por un sistema de puntuación de acuerdo con su popularidad, como en una suerte de capítulo desviado de “Black Mirror” (Charlie Brooker, 2011-). Por ello, el dibujo, juguetón, a mano alzada, con ese color de rotulador de alcohol tan propio de la infancia, adquiere categoría de construcción formal, porque la vida es un juego y los juegos, juegos son. Pablo Ríos
Lee la crítica completa aquí
Un conjunto de tramas de escasa acción se suceden y se cruzan con escasos bocadillos; espacios y tiempos parecen mezclarse y confundirse siguiendo una lógica onírica. Sin planteamiento, nudo ni desenlace, “Nocturnos” adentra al lector en un periplo hipnótico. Para ello, la autora se vale de un dibujo de línea sintética, con colores apagados y planos que recuerdan vagamente a Adrian Tomine y un predominio absoluto del negro. La narración, eminentemente visual, adopta un diseño de página cambiante en la distribución de viñetas, a veces con dibujos a página completa. Una oda a la noche y sus criaturas, una invitación a un viaje de duermevela. Isabel Cortés
Lee la crítica completa aquí
En las primeras entregas de “Goiter”, Pettinger abunda en la autobiográfica metáfora de la insularidad recurriendo a una plantilla fija que comienza presentando a individuos solitarios de mediana edad incapaces de encontrar su lugar en el mundo. Los William Cucumber o Sally Talman que pueblan la ópera prima de Pettinger se sientan durante horas en un banco autoflagelándose por su incapacidad para la acción, caminan hacia ninguna parte o formulan preguntas a un entorno laboral y familiar que los explota y oprime. Incómodas slice of life de corte kafkiano que son inesperadamente violentadas por la irrupción de un elemento de corte fantástico o metafísico que quiebra la trama y la conduce hacia terrenos genéricos. Javier Pulido
Lee la crítica completa aquí
A lo largo de las algo más de 150 páginas que componen “Los evaporados” reina una especie de bruma entre la melancolía y el determinismo. Se respira, sin que ahogue completamente, una sensación extraña de alivio incompleto, un picor hipodérmico que siempre va a estar ahí por mucho que uno se rasque. Más allá de todo el envoltorio de drama social con destellos de thriller de bajos fondos, el gran tema que aborda brillantemente la obra no deja de ser cómo un sistema es capaz de asimilar de manera tan sutil como implacable cualquier asomo de rebeldía o disidencia, incluso en las situaciones más marginales. Alex Serrano
Lee la crítica completa aquí
La extensa correspondencia mantenida a lo largo de los años entre Vincent van Gogh y su hermano Theo es utilizada como espejo por el barcelonés para, por una vez, convertir a este último en la voz protagonista de la saga familiar. Si bien las cartas escritas por Vincent han sido estudiadas, traducidas y publicadas hasta la saciedad, las respuestas de Theo permanecen inéditas. Espacio suficiente para ser explorado por Pérez, que da vueltas en torno a cuál es el objeto último de la obra artística, su indisolubilidad del creador, el negocio que se establece a su alrededor y el canon artístico occidental moderno. Pablo Ríos
Lee la crítica completa aquí
Quintanilha parte de la memoria sentimental familiar para construir una ficción de naturaleza legendaria. En su juventud, el padre de Quintanilha fue un prometedor futbolista que, el día antes de un partido clave, se vio atrapado en una barquita junto a un amigo durante una tormenta de proporciones bíblicas mientras intentaban vender pescado arramblado a un furtivo. El ritmo implacable de la travesía de los dos amigos, en un permanente crescendo lleno de incertidumbre, deja al lector sin aliento hasta llegar extenuado al tramo final, donde Quintanilha vuelve a pisar otra vez el acelerador para narrar un emocionante partido de fútbol. Pablo Ríos
Lee la crítica completa aquí
Muestra el día a día de un ama de casa, sus inquietudes y angustia vital con una sinceridad en absoluto habitual en Japón en la época de publicación original (fue seriada originalmente en ‘Garo’ entre 1981 y 1984). Los pequeños bocados de realidad del alter ego de la dibujante, que dejó durante años su profesión para ser ama de casa y fue víctima de violencia machista, constituyen un retrato terrible en su serenidad a la hora de mostrar las dinámicas de sexos y los roles familiares en una sociedad obsesionada con la modernidad, pero anclada en hábitos y tradiciones enormemente sexistas. “Una mujer de espaldas” es un cómic de brillante visceralidad. Alex Serrano
Lee la crítica completa aquí
La habilidad de Vila estriba en dotar de corporeidad desde el suceso más extraño al más nimio y banal, de la venganza extraterrestre a la mirada reprobatoria entre hermanos, todo ello bañado por un halo rosa que termina por funcionar pese a lo arriesgado del movimiento. La aparición de unos arquetípicos hombres de negro, del Mothman y los devastadores resultados que deja el encuentro extraterrestre emparentan a “Fortaleza volante” con la obra del estadounidense John Keel (1930-2009), el investigador de lo paranormal que alertó repetidamente sobre la incapacidad de la humanidad para entablar comunicación con inteligencias ajenas. Pablo Ríos
Lee la crítica completa aquí
Si algo ha demostrado Montatore en su carrera es que la distancia entre la música y el dibujo es mínima cuando se sabe cómo habitar el espacio que comparten. Al igual que los Talking Heads, desafía con descaro el planteamiento de coherencia absoluta, favoreciendo en su lugar la intuición, el puro placer del caos bien dirigido. Esta libertad, este impulso casi febril del autor, lo colocan como una figura insólita y necesaria en el panorama del cómic contemporáneo. Su estética única recuerda en cierto modo la vitalidad de artistas como Olivier Schrauwen, quien también explora los espacios entre la narrativa tradicional y la experimentación visual. Alex Serrano
Lee la crítica completa aquí
Los personajes de estos relatos consumen productos “de moda”, van de tiendas, de viaje, al psicólogo o al psiquiatra, se contemplan, se realizan y viven entregados al hedonismo y el trasiego relacional, amoroso y de amistad, al individualismo puro, a la indiferencia y la ausencia de valores. Sin más brújula que sus deseos cambiantes ni más horizonte que su ombligo, esta humanidad que parece vivir disociada de su destino final no puede deshacerse del gregarismo. Al otro no se le escucha ni se le piensa, pero, si Narciso se hundía en el abismo acuático de su reflejo, estos narcisos, tan iguales en su especialidad, necesitan las miradas del otro, una mirada que evidencie su excepcionalidad. Isabel Cortés
Lee la crítica completa aquí
En estos dos volúmenes de “Tokio día a día” no hay épica, dramas ni grandes giros dramáticos, ni falta que hace. Sí hay una disección serena de la cotidianidad de una industria cultural de alcance global a partir de una muestra minúscula. Leer a Matsumoto es colarse en la mente de un autor que, aun trabajando dentro de parámetros temáticos reconocibles y utilizando una narrativa convencional, pone sus condiciones. Las facilidades que da al lector cuando prescinde del socorrido uso de la abstracción o lo simbólico para aportar capas a su discurso cobran aún más valor cuando Matsumoto consigue encajar tantas otras cosas. Alex Serrano
Lee la crítica completa aquí
“Las cinco banderas”, al igual que “Maus” (Art Spiegelman, 1980-1991), es un cómic protagonizado por animales que hablan, aunque el impecable dibujo de Pau esté más cerca de Disney que de Spiegelman, repleto de vehículos ejecutados con deleite y con un uso inteligentísimo del color. La intención didáctica del palmesano tampoco se enmascara, y ofrecer toda la voz de la narración a su abuelo es otro acierto que nos trae el testimonio sin filtrar de un momento clave de la historia contemporánea. Veremos cómo evoluciona la serie en sus siguientes entregas, pero el arranque es prometedor. Pablo Ríos
Lee la crítica completa aquí
En tiempos de CGI, de inteligencias artificiales ramplonas, de estéticas blandas y de cómics que más que dibujados parecen diseñados gráficamente, es una alegría encontrarse con obras cuyos autores no es que reivindiquen el puro dibujo, sino que chapotean en él con un espíritu lúdico que puede parecer básico o simple, pero que, en su vuelta a los orígenes, al papel y al grafito, encuentran el camino para alcanzar una verdad artística más profunda. En “Sibylla” no hay reflexiones históricas, no hay lecciones morales ni reivindicaciones sociales; aunque, al mismo tiempo, todo eso podría extraerse de sus páginas si quiere encontrarse. Gerardo Vilches
Lee la crítica completa aquí
Las páginas de “Imbécil” están repletas de colores chillones, caras retorcidas, muchísimos dientes que habitan sonrisas desencajadas, pequeños ojillos ratoneros, desagradables culos de pollo y muchos gritos; caricatura urgente, de trazo descuidado y naíf, puesta al servicio de una cadencia y ritmo impecables, orquestados con soltura por una contadora de historias nata. Tanto la situación más cotidiana como la anécdota con triple tirabuzón mortal se convierten en manos de Vannier en material de humillación pública. Pablo Ríos
Lee la crítica completa aquí
A medida que avanzamos en la lectura, encontramos a una autora cada vez más experimental que se adentra sin prejuicios en lo surreal. Sus últimos trabajos, como el “Flight” (1980) que da nombre al volumen, son propios de alguien que llegó a decir que “por mucho que me lo reprochen, voy a dibujar lo que quiero”. Pionera del heta-uma, movimiento de manga de los setenta que reivindica el valor de la sinceridad frente a la pericia técnica, Tsurita falleció a los 37 años, a consecuencia de complicaciones del lupus. El trabajo de los traductores consigue que su prosa llegue fresca hasta nuestros días. Pablo Ríos
Lee la crítica completa aquí
Los mejores momentos de “Maleficio” se dan cuando lo visual se rompe al mismo tiempo que lo conceptual, cuando dejamos de entender desde lo racional y entramos en otro modo de comprensión, más intuitivo y emocional. Sin embargo, Wylesol también demuestra que puede articular una historia en un sentido más tradicional, con personajes y actos –o algo parecido– y resultar igualmente subversivo, como sucede en la ya citada “El amante maldito”, de lo mejor del libro, una historia del fin del mundo oscura y desoladora, pero que sabe huir de tópicos hundiéndose todo lo que puede en lo arcano. Gerardo Vilches
Lee la crítica completa aquí
Juan Magán –doble juego con el apellido del autor y con el “rey del electrolatino”– es un librero de viejo, un inadaptado de manual, pero sus peripecias trascienden la crítica al sistema de este tipo de obras. Su negocio es puramente virtual, pues solo sale de casa para llevar los envíos a Correos y se relaciona con el mundo a través de páginas, ya sean las de la web o las de los libros, en un universo alterado, con toques de surrealismo. Andrés Magán (Vigo, 1989) construye un modelo de representación alejado del realismo: los personajes varían de tamaño y forma, e incluso pueden estar esbozados en registros gráficos distintos. Gerardo Vilches
Lee la crítica completa aquí
Desde que dejó Marvel para concentrarse en sus tebeos noir, Ed Brubaker (1966) no ha dejado de escribir obras notables. “Friday” (Eisner Award al Mejor cómic digital en 2021 y 2024) se abre a experimentar con los códigos de la novela juvenil de misterio, pero el golpe de genio es proyectar a sus personajes unos años en el futuro, cuando los picores de la adolescencia causan estragos. El dibujante Marcos Martín (1972) y la colorista Muntsa Vicente (1972), narradores extraordinarios, clavan el difícil tono de una historia que puede saltar del costumbrismo entrañable al thriller de misterio o el terror lovecraftiano. Xavi Serra
Lee la crítica completa aquí
La veterana Julie Doucet (Montreal, 1965) ha vuelto con las mismas ganas de experimentar que siempre en “El río”. Aquí no hay calles en blanco para separar viñetas, una “obstrucción” voluntaria que supone renunciar a la elipsis visual propia del cómic: páginas pobladas por un continuo de rostros, animales y objetos; la trama no se muestra en los dibujos, se describe en bocadillos. En pocas palabras, la artista renuncia a mostrar la acción que narra, lo opuesto al cómic tradicional. Pese a todo, consigue una unidad de lectura admirable en ese noise visual, un magma de memoria personal donde su cruda sinceridad se conjuga con un dibujo más amable que el de su underground juvenil, como si cierta serenidad hubiera calmado unas aguas que nunca dejarán de ser turbulentas. Isabel Cortés
Lee la crítica completa aquí
El primer volumen de “Lo que más me gusta son los monstruos” (2017), la aclamada ópera prima de Emil Ferris (Chicago, 1962), ganó premios destacados, y la crítica la señaló como la novela gráfica más importante de su año. Este libro prosigue la historia, contada por la joven adolescente Karen Reyes desde su cuaderno de dibujos, sobre la vida en un barrio marginal de Chicago durante los contraculturales años sesenta. A través del prisma fantasioso de la protagonista, con diversas analepsis y la reproducción a bolígrafo Bic de obras decisivas de la historia del arte, Karen se desnuda sobre sus deseos. La libertad formal de Ferris, su penetrante retrato psicológico y los cambios de registro gráfico siguen haciendo de esta obra algo verdaderamente singular. Isabel Cortés
Lee la crítica completa aquí
“Domingo flamenco” (2018-2023; Fulgencio Pimentel, 2024, traducción de Joana Carro y César Sánchez) es el recuento de un domingo en casa de Thibault Schrauwen, una versión ficcionalizada de un primo del autor, dipsómano a tiempo parcial y disperso en todo lo demás, mientras su novia Migali vuelve en avión y su primo desastre Rik intenta visitarlo. A partir del diálogo interior de un protagonista difícilmente heroico, Olivier Schrauwen (Brujas, 1977) elabora una enciclopedia del tedio y el absurdo que roza las 500 páginas, publicada originalmente por la berlinesa Colorama Books. Hay otros artistas que rondan los campos temáticos de Schrauwen, pero ninguno lo hace como él. Pocos podrían levantar con éxito de manera tan notable premisas tan poco estimulantes que, en sus manos, se tornan en page-turners disfuncionales. No es fácil concretar por qué resulta tan irresistible el periplo de aquel señor en el Congo Belga, el “abuelo” del autor (“Arsène Schrauwen”, 2012-2014; Fulgencio Pimentel, 2017), ni por qué interesa tanto averiguar si se acabará haciendo una paja o no su “primo” Thibault, protagonista de este “Domingo flamenco”.
La respuesta, por supuesto, está en la forma, que siempre es contenido. Nadie como Schrauwen consigue recrear esa rutina pegajosa narrada con una pochísima corriente de pensamiento en la experiencia contemporánea de la era digital. En sus viñetas, se huele la vulgaridad que se enseñorea de nuestras vidas en la soledad del propio hogar un domingo cualquiera de una semana cualquiera de un mes cualquiera. Viñetas de línea fluida y dibujo cambiante, tanto en registros (unas veces más caricaturescos, otras más realistas) como en texturas cromáticas (ese imaginativo uso de la risografía). Y diseños de página igualmente cambiantes: el autor no deja de incorporar exuberantes recursos formales al ya amplio catálogo del “estilo Schrauwen”, uno de los más imitados e influyentes en el panorama del cómic indie internacional de los últimos diez años. Magistral. Alex Serrano
Lee la crítica completa aquí
1999 Seth La vida es buena si no te rindes / Adrian Tomine Sonámbulo y otras historias / 2000 Osamu Tezuka Adolf / 2001 Art Spiegelman Maus / 2002 Suehiro Maruo La sonrisa del vampiro / Peter Milligan & Mike Allred Fuerza-X / 2003 Christophe Blain Isaac el pirata: 1. Las Américas / 2004 Chris Ware Jimmy Corrigan, el chico más listo del mundo / 2005 Charles Burns Agujero negro / 2006 Jaime Hernandez Locas / 2007 Emmanuel Guibert, Didier Lefèvre & Frédéric Lemercier El fotógrafo. Tomo 3 / David B. La Ascensión del Gran Mal 6 / 2008 Alison Bechdel Fun Home. Una familia tragicómica / 2009 Chris Ware Catálogo de novedades ACME / 2010 Joe Sacco Notas al pie de Gaza / 2011 Joyce Farmer Un adiós especial / 2012 Shintaro Kago Reproducción por mitosis y otras historias / 2013 Paco Roca Los surcos del azar / 2014 Chris Ware Fabricar historias / 2015 Richard McGuire Aquí / 2016 Carlos Spottorno & Guillermo Abril La grieta / 2017 Olivier Schrauwen Arsène Schrauwen. Edición integral / 2018 Emil Ferris Lo que más me gusta son los monstruos / 2019 Chris Ware Rusty Brown / Jaime Hernandez ¿Es así como me ves? Una historia de Locas / 2020 Santiago García & Javier Olivares La cólera / 2021 Lorenzo Montatore La mentira por delante / 2022 Nick Drnaso Clase de actuación / 2023 Daniel Clowes Monica ∎
Para poder leer el contenido tienes que estar registrado.
Regístrate y podrás acceder a 3 artículos gratis al mes.