Los orígenes de Aloud Music pueden remontarse a las primeras ediciones del Festival Internacional de Benicàssim, al cual asistieron dos jóvenes, Sergio Picón y Núria Ferré, primero como amigos y luego como pareja. Con adolescencias musicales distintas –ella era muy fan de U2; él había sido acérrimo de Héroes del Silencio–, se zambulleron en el “mundo indie” de la época. “El festival es el germen absoluto de nuestra pasión por la música”, comenta Sergio. “Nos abrió la cabeza y nos empujó a querer hacer cosas”. “Empezamos como consumidores, como público”, añade Núria. “Y unos años después nos pasamos al lado de la prensa con la fundación de una revista ‘online’, ‘Muzikalia’. Al principio yo me encargaba de hacer fotos de los conciertos y él se dedicaba a la redacción de textos”.
En ese contexto –‘Muzikalia’ nació en 2000 y continúa en activo, aunque ya en otras manos– sumaron labores de management de bandas iniciadas dentro del marco de su empresa, Producciones MZK, cuando empezaron a recibir maquetas. “Se nos presentó un camino paralelo”, en palabras de Núria. Una grabación de Bloomington, grupo de la localidad cacereña de Navalmoral de la Mata que ya llevaba años en activo, los animó a dar un paso adelante y editar su primera referencia, “Kill The Rock Stars We Were” (2003), decisión tomada sobre la marcha que, en su momento, consideraron una extensión orgánica de su proyecto principal. Núria puntualiza que Aloud nunca fue un “sello de colegas”, ya que “muchas de las bandas que acabamos editando en un principio no las conocíamos de nada; un día nos llegaron sus maquetas y vimos que teníamos ideas afines”.
La conexión con Bloomington llevó a Sergio a entrar en un grupo de amigos radicados en torno a la sala The Rincón Pío Sound, en Don Benito (Badajoz), en el que existía una red de circulación de discos extranjeros copiados. “Acabé escuchando música de todo tipo, por lo que decidimos editar cosas de indie rock, que por entonces era un abanico de estilos muy amplio… Desde Dinosaur Jr. hasta Slowdive o Mogwai”. En los inicios, la orientación era internacional: “Estábamos empapadísimos de bandas de fuera, queríamos que se publicaran aquí porque pensábamos que en España eso no estaba del todo representado; esa era nuestra idea original”. Comenta que incluso estuvieron en contacto con el mánager de Damien Rice para editar su primer largo, aunque la entrada en escena de una multinacional puso fin a esa posibilidad.
Algo muy básico a la hora de montar Aloud Music –que empezó en 2003, en pleno auge de las aplicaciones p2p– fue lo que podría llamarse “filosofía Fugazi”, que en palabras de Sergio tuvieron muy clara desde el principio: “El ejemplo del sello Dischord era como un dios que estaba por encima de todas las cosas, el poner discos a diez euros y dar facilidades a los posibles compradores son cosas que nos diferenciaban de la idea capitalista que se tenía de las grandes discográficas”. Según cuenta, nunca figuró en sus planes vivir del sello, ni tampoco fue relevante el aspecto económico: “Nosotros teníamos nuestros trabajos y profesiones, y consideramos Aloud un proyecto cultural no capitalista”. Mientras pudieran recuperar el dinero invertido para proseguir con otras publicaciones, se daban por satisfechos. “Quizá queda como muy Gandhi”, añade. “Pero es que de otra forma no editaríamos lo que editamos, que es la música que nos gusta”.
Una influencia importante en lo que a esa filosofía se refiere fue Ainara LeGardon, que acabó coeditando dos álbumes con Aloud: “We Once Wished” (2011) y “Every Minute” (2014). Sergio era su mánager y la conocía desde finales de los noventa, cuando ella formaba parte del grupo Onion: “Por entonces ella tuvo un pollo sobre derechos con su discográfica, y ese episodio, ver a mi amiga sufrir por no poder ser propietaria de su música, formó la base de lo que no debería ser Aloud”. Explica que el sello no tiene los derechos de la música que publica: “Vuelven a las bandas, y ellas ya deciden qué hacer con ellos. Los discos siempre son de ellos y eso para mí es una pequeña victoria dentro de una industria que, por lo general, sigue encallada en errores”. Es por eso que editar álbumes de Ainara muchos años después es algo que “validó” todo el proyecto de Aloud a nivel “filosófico”. “Fue un triunfo”, asegura. “Ella es una de las personas que más sabe de autoedición en este país, y el hecho de que nos cite en sus charlas como ejemplo de cómo deberían ser las cosas nos hace pensar que lo hemos hecho bien”. La facilidad en la gestión de los derechos permitió que, en los casos de bandas que decidieron dar el paso a otra categoría, como Toundra o Viva Belgrado, se mantuviera la amistad y no se rompiera el afán de colaborar en otros aspectos.
¿Tuvieron referentes estatales? Desde luego. Ya habían colaborado en los inicios de ‘Muzikalia’ con la discográfica Astro y, en retrospectiva, Sergio considera a Jesús Llorente –cofundador y director del sello madrileño Acuarela– como cierto referente: “Gestionamos con él un contrato de 12twelve, de quienes éramos mánagers, y flipé con su forma de hacer, lo claro que lo tenía todo”. En su día también tuvieron mucha relación con Pedro Vizcaíno, artífice del sello zaragozano Grabaciones en el Mar, un espíritu afín que “podría entrar dentro de ese grupo de personas que amaban la música y querían hacer cosas interesantes”. Y, sin ser un referente propiamente, consideraron que el veterano sello catalán BCore era un “hermano mayor”, pues ya llevaba años trabajando con un enfoque similar y un sonido no tan distinto.
El primer bombazo de Aloud llegó con Nothink. “Fue después de que hubiésemos cometido la cagada de publicar a una banda americana, The Appleseed Cast, cuya tirada de mil copias nos acabamos comiendo con patatas; la mayoría todavía están en la oficina”, rememora Sergio a propósito de “Two Conversations” (2003), segunda referencia en el catálogo de Aloud. Tras ese primer paso en falso, el viraje hacia la escena doméstica se precipitó con la llegada de una maqueta del trío oriundo de Majadahonda (Madrid): “Recuerdo escucharla con José de Bloomington… Lo primero que pensamos fue ‘¿pero de dónde sale esto, cómo suena así de bien?’”. Núria tiene un especial recuerdo de cuando le entregó al grupo su primer álbum –“Bipolar Age” (2005), sexta referencia de Aloud– en el parking del aquel Festimad 2005 celebrado en Fuenlabrada que terminó como el rosario de la aurora: “Es bonito cuando la banda ve todo su curro y esfuerzo materializado en un disco. Yo al principio me lo creía menos, Sergio es más la cabeza pensante del proyecto y yo estoy más en la parte administrativa, pero cuando ves reacciones así ves que merece la pena lo que estás haciendo”. Nothink fue la banda que catapultó el sello, en particular con su segundo álbum, “Spotlights” (2007). “Fue el disco del año en ‘Rockzone’”, recuerda Sergio. “Hicimos giras muy completas, incluyendo un bolo multitudinario en el Getafe Electric Weekend con Metallica y Rage Against The Machine”.
Sergio considera que, artísticamente hablando, la primera etapa del sello, que podría describirse como indie rock, perduró hasta la llegada de Toundra en 2010: “Nunca supimos exactamente por qué lo petó esa banda, aunque por supuesto estamos encantados de la vida”. A partir de ese momento, el sello empezó a ser vinculado con la música instrumental, el post-rock y el post-metal. Y la identificación continua con esos estilos era algo que les despertaba sentimientos encontrados: “Se nos encajonó ahí, como suele pasar cuando una banda funciona, y parecía que solo podíamos sacar ese tipo de música, algo que se nota mucho a nivel de prensa y festivales y que en el fondo te puede llegar a cerrar puertas”. Sin embargo, cabe mencionar que la ascendencia de Toundra coincidió con la llegada al sello de Ainara LeGardon: “Siempre veo puntos de conexión entre cosas aparentemente distantes, me gusta creer que a la gente le gustan cosas muy distintas. Y de hecho tenemos pedidos de compras que lo demuestran”.
Para Sergio, la publicación de dos discos de Marina Herlop en 2018 –la edición física de “Nanook” (2016) y la publicación de “Babasha”– fue “un golpe sobre la mesa para decir ‘ya estamos cansados de esas etiquetas, este tipo de sonido experimental también es Aloud’”. Tiene un fuerte recuerdo de la primera vez que vio a Herlop en directo: “Mi padre se acababa de morir en un accidente, yo estaba emocionalmente inestable. Ese bolo me destruyó y supe que quería trabajar con ella. Intentamos hacer todo lo posible en el poco tiempo que tuvimos, un par de años”. Pero fue difícil: “Aunque apostamos muchísimo por ella, son discos que en ese momento creo que no entendió nadie y tampoco nos hicieron mucho caso ni la prensa ni los festivales”. A Marina Herlop, protagonista esta semana de nuestra entrevista en portada, la considera “una de las personas con la mente más creativa y brillante que he conocido, con las ideas muy claras y una carrera que no tiene techo”. En lo referente a la contribución de Aloud a su trayectoria, cree que la ayudaron a disfrutar de hacer conciertos, ya que “al principio solía ponerse muy nerviosa”.
La presencia fugaz de Herlop, que luego ficharía por la discográfica alemana PAN, quizá inauguró un cambio de rumbo hacia proyectos más arriesgados, como Los Sara Fontán o Linalab, que todavía sigue. Sin embargo, la publicación de grupos como Pinpilinpussies o Ànteros, más cercanos sónicamente a otras etapas del sello, así como el interés en montar conciertos con bandas dispares como Aiko el grupo, indican que Aloud está en uno de sus momentos más variados: “Quizá estamos en una época más experimental, pero creo que lo que más destaca es el eclecticismo”, afirma Picón. Y asegura que no es amigo del conformismo: “Es importante que no nos cerremos a nada. Cuando noto esa sensación agridulce de que la gente espera algo concreto de ti, me gusta dar un giro absoluto”.
Más allá de consideraciones estilísticas, Aloud se ha ido caracterizando por un acercamiento “global” a las bandas, involucrándose en aspectos que trascienden la pura edición de discos. “En mi opinión, un grupo debe centrarse únicamente en tocar música y darlo todo encima del escenario, y detrás tiene que haber un equipo de personas que gestionen lo otro”, observa Núria, que actualmente codirige el espacio escénico barcelonés Paral·lel 62: “El ‘background’ que acumulamos desde años atrás nos ha hecho ver que lo más práctico es lograr una interconexión de estos procesos –publicación, promoción, management, conciertos– y que se centre todo en un punto”. Esta metodología no es algo ponderado, insisten, ni tampoco una decisión artificial para reinventar el concepto de sello discográfico, sino una extensión de su forma de ser: “Cada vez se está devaluando más el papel de las discográficas, algo en parte debido a una patente tendencia al individualismo”, reflexiona Sergio. Esa tendencia la combaten con un mayor grado de implicación: “Por ejemplo, en el caso de Los Sara Fontán, estamos ayudando a llevar su música lo más lejos posible, a buscar conciertos, gestionar historias. Somos uno más del proyecto. Quizá podrían vivir sin el sello, pero yo sigo considerándolo un papel interesante, especialmente como ‘label’, como etiqueta”.
La organización de conciertos es una de las facetas más prominentes del proyecto cultural de Sergio y Núria, especialmente tras la celebración en 2013 del décimo aniversario del sello, que los llevó a montar anualmente el festival AMFest. De nuevo, “no son movimientos pensados”, insiste Sergio. “No es que nos sentáramos a decir ‘oye, vamos a diversificar’, sino que una cosa llevó a la otra”. Comenta que últimamente montan muchos bolos tras “haber cogido fuerzas de algún sitio”, incluso de bandas a priori inesperadas, pero que quizá en un año cambian de rumbo. “La pandemia nos enseñó que es absurdo planificar. Cuando llegó, estábamos en un momento brutalísimo y, un año y medio después, incluso tuvimos que plantearnos cerrar”. Para Sergio, 2018 y 2019 fueron los años de esplendor del AMFest, cuando finalmente pudieron hacer justo lo que querían a nivel artístico: “Un festival con muchas voces, con mucha presencia femenina, con mucha densidad y variedad, especialmente en las zonas media y baja de los carteles”.
Tanto esos festivales como los eventos de aniversario se caracterizan, además, por trascender la misma parrilla de Aloud: “Siempre me ha parecido un error el tema endogámico de cerrarse hacia dentro”, afirma Sergio. “Nosotros somos lo que somos gracias a mucha gente y muchas bandas que consideramos hermanas”. Es el caso de Lisabö, que estuvieron presentes en 2013 y lo estarán en el concierto del sábado en Barcelona. “Hablar de Lisabö es como hablarte de las entrañas de mi forma de ser”, dice Sergio. “Cuando los ves en directo, sales de allí removido. Cuando toquen en el aniversario me verás ahí en un rinconcito, llorando o gritando; tal es la emoción…”.
La idea detrás de la celebración de su vigésimo aniversario –sábado 11 de noviembre en Paral·lel 62, con Lisabö, (lo:muêso), Viva Belgrado, Doblecapa y Nordic Giants en cartel– era hacer, en palabras de Sergio, un “‘all-star game’, una gran fiesta de los decibelios”, reuniendo a todos los pesos pesados de la historia de Aloud. A pesar de que desgraciadamente Toundra se cayeron del cartel y Nothink no pudieron reunirse por razones personales, sí comparecen dos de los grandes nombres del sello. Por un lado, (lo:muêso), que vuelven tras siete años de parón. Era una banda de “directo salvaje”, recuerda Sergio. “Había cero pose y, a nivel personal, representan muchísimas cosas; era imposible irte a tomar algo con ellos sin acabar escupiendo la bebida de la risa”. Este regreso quiere eliminar el confuso sabor de boca de su último concierto, que tuvo lugar en La [2] de Apolo el 3 de diciembre de 2016, junto a Nisei y Nueva Vulcano: “Ese día Juanma, uno de los guitarras, estaba muy enfermo, vino a tocar con cuarenta de fiebre y al acabar se lo tuvieron que llevar porque tenía algo en el corazón, estuvo cerca de palmarla. Queríamos eliminar ese recuerdo final, y me flipa volverlos a ver la mar de ilusionados”.
Por otro lado, Viva Belgrado, que a mediados de la década pasada “representaron una renovación mucho más joven de la movida post-hardcore; empezaron a hacer, desde Córdoba, algo muy parecido a lo que hacíamos en Barcelona hacía diez o quince años, y si hubieran empezado entonces se habrían codeado con Aina o Standstill y hubieran sido asiduos del Sant Feliu Fest”. Para Sergio, marcan un antes y un después en Aloud: “Su marcha del sello en noviembre de 2022 representa un punto y aparte en nuestra historia. Eran la banda de cabecera, así que tuvimos que volver a tejer desde abajo”.
Más allá de estos fenómenos innegables, muchos son los proyectos de estilos distintos que han publicado en la discográfica, algunos de breve trayectoria, otros no tanto. Desde AtletA, proyecto de Jaime Pantaleón y Jose Rosselló, hasta el dúo The Joe K-Plan, pasando por Jardín de la Croix, Fira Fem, Bones Of Minerva, Exxasens. “Algunas de esas bandas están adscritas a momentos en el tiempo en los que estilos concretos como el math-rock o el post-rock parecían estar volviendo… y si coincides en el espacio-tiempo te funcionan guay, como el caso de Toundra”. Mirando atrás hacia las docenas de álbumes que ha publicado, la espinita clavada de Sergio son The Last 3 Lines, “una banda que se lo curró muchísimo, que tenían una imagen brutal, un directo brutal, un sonido tremendo en los discos y que era idónea para que pasara algo más de lo que pasó”.
¿Cómo afronta la discográfica el futuro inmediato? “Si hay algo que me echo en cara de estos veinte años de Aloud es que a veces, por razones laborales o personales, no hemos podido dedicarle todo el tiempo que se merecía”, reflexiona Sergio. No obstante, afirma que ahora se sienten más asentados tras un período de mucho ajetreo vital: “Tengo las ideas más claras de cómo montar una mejor infraestructura de gente, para poder paliar esa sensación de no haber dado siempre el cien por cien. Quiero que el sello siga siendo como era, a la vez que da pasos adelante”.
Y también piensa retomar su proyecto El Patxarán de la Victoria, un canal de difusión cultural donde realiza entrevistas y debates con miembros del mundo musical, desde programadores de salas hasta periodistas, y que arrancó durante la pandemia “para intentar recuperar esa comunidad que siempre está al otro lado, aunque por temporadas parece que no existe”. Ese mismo impulso inicial todoterreno de querer compartir, conectar, diseminar y disfrutar, en el formato que sea: en cierto modo, el perenne espíritu de Aloud. ∎
Una de las primeras apuestas del sello. El álbum quizá más redondo del grupo nacido en Premià de Mar es un asunto laberíntico e intrincado que, si bien sónicamente refleja su tiempo –atrapado en un torbellino de post-estilos, con más de una reverencia a Slint–, no ofrece mera nostalgia insustancial. Siguen intactas su inteligente arquitectura musical y su visceral ejecución.
Desde los sorprendentes violines que abren la primera pista hasta la épica incontestable del corte de cierre, el segundo disco de los madrileños abraza la ambición, el drama y –de manera importante– el rock. Una contundencia guitarrera con concesiones al post-hardcore y una fragilidad que no rehúye las emociones: una mezcla rotunda que situó a la discográfica en el mapa de muchos.
Sigue sorprendiendo la madurez compositiva hallada en el segundo largo de los madrileños Toundra, disco que los convertiría en todo un fenómeno en el ámbito de la música instrumental pesada: transcienden el post-rock más evocador con martillazos metálicos cercanos al sludge atmosférico. Una serie de parajes de fluida progresión y riffeo descomunal diseñados para primero entumecer y luego decapitar.
En su primer disco para el sello, la veterana cantautora vasca siguió adentrándose en ese universo lírico-musical tan propio, con unos temas donde su voz desafiante, la rugosidad eléctrica de los instrumentos y unas severas dinámicas de volumen conforman –junto a un par de temas donde se desnuda prácticamente sola a la guitarra– una experiencia que sacude mente e intestinos a partes iguales.
El genio compositivo de la catalana, su maestría al piano, su acrobática vocal, su inventiva en la gestión de los sonidos y el fascinante mundo interior que se desprende de ellos despuntan claramente en este mágico trabajo temprano, que resulta más atmosférico –y, en cierto modo, más estremecedor– que la gomosidad glitch-electrónica que demostraría luego.
La que fue una de las formaciones portaestandarte de la más reciente etapa de la discográfica ofrece, en su tercer largo, un auténtico torrente de sentimientos y ferocidad donde la belleza de punteos post-rockeros se transforma en la rabia del screamo, logrando un balance de pasajes rezagados con pura virulencia que las letras poéticas y emotivas de Cándido Gálvez se encargan de rematar. ∎
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