Lo mejor está por llegar. Lo asegura Lawrence, aquel chico sensible que guiara con mano firme una de las aventuras más completas e iconoclastas de la historia de la independencia discográfica británica: Felt, Denim, Go-Kart Mozart. Un plan milimetrado que ha completado su círculo con la edición del libro de fotos “Felt”. Pero, como decíamos, la historia de Lawrence no terminó en los años ochenta. En realidad, no ha hecho más que empezar… como demuestra con la edición del álbum “On The Hot Dog Streets” de Go-Kart Mozart y con el filme “Lawrence Of Belgravia”: “La mejor película de rock de la historia junto a ‘DiG!’ y ‘The Devil And Daniel Johnston’”, según nos confiesa el propio Lawrence en esta entrevista realizada en su apartamento de Londres.
En el zaguán se apilan bien ordenados unos contenedores de plástico (“alemanes, muy conocidos”) donde guarda su colección de vinilos. Consiguió salvarlos de su etapa sin hogar gracias a Peter Astor y a la ayuda de un alma caritativa próxima al albergue donde le tocó refugiarse. Lawrence parece en forma, pero su físico ha sufrido una gran transformación. Casi la misma que experimentó su música tras disolver Felt hace ya más de veinte años. Exhibe una delgadez afilada propia de algunos exyonquis. Sus ojos se han hundido, pero se muestran vivaces y algo escudriñadores. Sin embargo, es muy atento y su disposición es la de charlar largo y tendido. Nos conduce directamente a una salita repleta de paquetes de cartón. Llama la atención el esqueleto de un sólido ropero de madera donde queda a la vista toda su ropa, cuidadosamente protegida con perchas y fundas de plástico, incluida la de su etapa en Felt (“ya no me la pongo”), algún teclado y ajadas revistas de todas las épocas en las que él aparece. Un pequeño póster de “Deep End” (1970), la película de culto de Jerzy Skolimowski con música de CAN, cuelga de uno de los tabiques.
Lawrence se acomoda sobre una austera banqueta de madera, y los invitados, sobre un antiguo potro de gimnasia sin patas. Es el mismo apartamento que retrata Paul Kelly en la flamante película documental “Lawrence Of Belgravia”: “La mejor película de rock de la historia junto a ‘DiG!’ y “The Devil And Daniel Johnston’”. Quizá no le falte razón si consideramos las personalidades más excéntricas del ramo. Lawrence vive bajo la protección del gobierno británico, es decir, bajo mínimos. No tiene cocina ni frigorífico. En invierno saca la leche al balcón. Oficialmente chiflado (“mental”), el entrañable líder de Felt, Denim y ahora Go-Kart Mozart no tiene en realidad un pelo de tonto: “Me siento un poco como los artistas del Renacimiento, solo que ahora mi mecenas es el Estado. Lo peor es tener que aguantar las revisiones mensuales”. La vida le ha pasado por encima (fracaso comercial, desahucio, adicción, deterioro físico), pero a los 50 años esta versión rock (y heterosexual) de Quentin Crisp sigue fiel a sus principios: una vida dedicada al arte. Llegará un día en el que la buena música pop será valorada y respetada. Y entonces Lawrence brillará con luz cegadora.
En el ínterin, nuestro incombustible héroe se esfuerza por sacar a la luz lo que en principio será el tercer y último capítulo de Go-Kart Mozart, el álbum “On The Hot Dog Streets” (2012). Un poco más tarde llegará un 10” de título “Mozart Mini-Mart” y, antes, el single “New World In The Morning”. Discos en los que ha estado trabajando los últimos siete años de su vida a base de favores y dilaciones. Lawrence quiere las cosas bien hechas. Su obsesión por el detalle le ha granjeado una bien ganada fama de maniático testarudo. En las sesiones de “Back In Denim” (Boy’s Own, 1992), el productor John Leckie lo acusó de estar más chalado que Syd Barrett, Phil Spector y John Lennon juntos. Como un Antonio López del pop de bajo presupuesto y mil capas de vida, Lawrence nos revela minucioso el diseño de la carpeta de su nuevo disco. Temas como “Retro-Glancing”, “Come On You Lot” o “Blowin’ In A Secular Breeze” suenan en su maltrecho reproductor portátil. El disco existe, y no solo en su mente.
Canciones pertenecientes a lo que él llama novelty rock: “En Inglaterra, las listas de éxitos están repletas de canciones estúpidas, sin sustancia pero muy pegadizas. Me gusta coger los aspectos novedosos de esas canciones y ponerles buenas letras. Es un poco difícil de explicar”. Letras irónicas, incluso amargas. Letras que hablan de su vida personal y de la vida en la metrópolis más de lo que trasciende a primera vista a juzgar por sus melodías saltarinas. Hay quien dice que se ha vuelto superficial. Con gesto serio: “El pop me ha decepcionado totalmente. El novelty rock es como una protesta. No es nada superficial. No creerías lo serios que son en realidad Denim y Go-Kart Mozart. Son una reacción a lo que la gente llama ‘música seria’. Mira por ejemplo a Joy Division y mira ahora a New Order y su declive, cada vez a peor. Yo quiero que la gente diga: ‘Mira a ese tipo, Lawrence; su carrera nunca me ha decepcionado. Aunque haya cambiado de estilo, sigue siendo único, la pasión está ahí todavía. Todavía cree al cien por cien’”.
La tarde avanza y el potro donde descansan mis reales empieza a trotar. Lawrence, sin embargo, parece más animado que nunca. Otra de sus obsesiones de siempre es la fama. Uno de los momentos álgidos de la película de Kelly es cuando su protagonista confiesa: “Muchos famosos dicen que todavía cogen el metro para no perder el contacto con la realidad. ¡No me jodas! No veo qué hay de excitante en todas esas caras largas camino del trabajo. Yo quiero ir en limusina”. Pero lo que Lawrence quiere realmente es vivir de la música, de su vocación. Y yo me lo creo: “Si fuera comercialmente aceptable, podría conseguir más dinero y sería libre de hacer cosas diferentes. Haría discos mucho más rápido y mejores al poder permitirme buenos estudios y contratar a los músicos más capacitados”. La lógica es aplastante, pero entonces ¿qué falla? Con Denim tuviste una oportunidad de oro en los años noventa: “El problema con Boy’s Own fue que no promocionaron el disco lo suficiente. Pensaron que ‘Back In Denim’ era un disco ‘underground’. Yo les decía que no, que era música pop para la radio, pero no lo entendieron. Lo mismo pasó con Echo Records. Ya en EMI, el destino se interpuso en el camino…”. La edición de “Summer Smash”, el single de éxito que los directivos de EMI le pedían, coincidió con el accidente mortal de Lady Di en agosto de 1997. Una fatal coincidencia semántica y una discográfica mojigata. El single fue retirado antes de salir a la venta: “No sabemos si finalmente Denim hubiesen tenido éxito. Fueron como un bello coche deportivo diseñado para oxidarse en un garaje”.
Como en toda su etapa en Cherry Red, el segundo álbum de Felt estuvo dominado por los arabescos del guitarrista Maurice Deebank. Temas largos y sin embargo austeros que buscan la luz. Las letras de Lawrence comienzan a abandonar la abstracción, pero su voz aún está madurando. Atemporal, extático y acorde con la idea de sacar LPs “reflexivos” de treinta minutos dejando los singles para las canciones más pop. “The Stagnant Pool” es poesía pura.
El cambio a Creation coincidió con la marcha de Deebank y la consolidación del teclista Martin Duffy como nuevo bastión musical con formación clásica. “Let The Snakes Crinkle Their Heads To Death” representa mejor que “Forever Breathes The Lonely Word” (1986) el paso hacia una nueva fase más clara y original en la que el resto de músicos tendrían su espacio. Minimalista (dura diecinueve minutos), melancólico e instrumental.
El mejor trabajo de Lawrence como compositor confesional y director de músicos en Felt: una idea en constante progreso ya en su bello epílogo. Todos los temas transmiten sensación de esprint final. El álbum se beneficia de la guitarra de John Mohan (ex-Servants) y de la eterna inspiración y versatilidad de Duffy. La portada, a cargo como casi siempre del propio Lawrence (Shanghai Packaging Co.), es ya todo un clásico de la psicodelia pop. Anacronía confesional en la era de Stone Roses y Happy Mondays.
Después del heterodoxo “Back In Denim” (1992) llegaría la biblia del novelty rock. Inabarcable (un doble álbum con dieciocho temas), excéntrico (“Grandad’s False Teeth”), desternillante (“Synthesizers In The Rain”), pop vérité (“Job Centre”) y hasta premonitorio (“Glue & Smack”). Un exceso incomprendido y brillante. Sin duda, su obra maestra, aunque únicamente fuera porque Lawrence hizo lo que le dio la gana sin restricciones presupuestarias. Aspirante a rey del britpop, pronto sería desalojado sin contemplaciones.
Mientras esperamos el “advenimiento” del nuevo álbum de Lawrence para el que no ha escatimado medios, “mis mejores canciones”, podemos disfrutar de “Tearing Up The Album Chart”, mucho más que un montón de caras B. El muy pícaro sabe quitarse la presión, pero “City Centre”, “Transgressions”, “Fuzzy Duck” o “Glorious Chorus” te harán estremecer con la risa y la emoción de las mejores caras A del noventa y nueve por ciento de los mortales. ■
Si “Lawrence Of Belgravia” es para su protagonista la mejor película rock de la historia, para el foto-libro “Felt” (2012) tampoco ha escatimado elogios. La edición es una auténtica maravilla. Limitada a mil copias de elegante tapa dura, todas ellas autografiadas por su ideólogo, con excelentes calidades en papel y color, la publicación propone a lo largo de sus 177 páginas la historia en imágenes, en gran parte inéditas, de una banda imaginada por Lawrence como una obra de arte, una narración con principio y final que cubre toda la década de los ochenta. Él lo asegura y creerlo no cuesta nada a juzgar por el resultado. La música evolucionaba con cada disco. Sus portadas, también. Lógicamente, las fotografías promocionales del grupo constituyeron una parte fundamental. Lawrence estudiaba cada plano, el entorno, la ropa, los ángulos, los peinados. No estaba permitido sonreír. Se quedaba con todos los negativos.
Como un director de cine sin cámara, Lawrence consiguió con tesón y visión dar coherencia y fundamento a su plan estético. Destacan en la edición sus listas de películas, libros, canciones y discos favoritos, una por cada año de la década, así como los pies de página escritos sin nostalgia y genuino sentido del humor por el propio Lorenzo. Los ochenta pueden mirar aquí bien alto. Otro diez. ∎
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