Apunten nombres: Muerte y Destrucción, Standstill, Buena Esperanza, Mi Capitán, Nudozurdo, Egon Soda o The New Raemon, entre otros. En todas estas bandas han colaborado o sido miembros de pleno derecho Ricky Lavado (batería) y Manel M. Hontoria (guitarra), los dos componentes de La Joya. ¿Un supergrupo? No diría que tanto, pero experiencia no les falta. Experiencia y ganas de marcha. Porque hay que tener mucha energía para, además de todo lo ya mencionado y a estas alturas de la vida, atreverse a formar un grupo nuevo y levantarlo desde abajo. Sobre todo conociendo, como sin duda conocen, la cantidad de sinsabores, frustraciones y dificultades que habitan en la por otra parte emocionante y maravillosa andadura de un nuevo proyecto musical. ¿Una locura? Puede ser. Pero es admirable.
Comencemos por el principio de la historia. Los dos músicos coincidieron en The Secret Society, el grupo formado en torno al músico y agitador cultural Pepo Márquez, lo que propició que sus respectivos instrumentos durmieran en el mismo local de ensayo en Madrid. Aprovechando esta coyuntura, pandemia mediante, decidieron dar rienda suelta a la improvisación, tocar versiones de algunas de sus bandas favoritas –como Jets To Brazil o Karate– y dejar volar la imaginación en aquellos días en los que todos buscábamos algo que hacer. Poco a poco la química hizo su parte y, ¡tachán!, aquellas tardes de música sin más pretensión que la de pasar el rato juntos desembocó en el nacimiento de La Joya.
Guitarra y batería. ¿Para qué más? Un formato valiente y arriesgado pero obviamente también limitado, que necesita de precisión y pericia en el manejo del instrumento. Pero para algo han de servir las tablas acumuladas durante años y años de carretera y conciertos en escenarios de todo pelo. Ellos solventan el envite con nota, y al escucharlos no se echa en falta la presencia de otros elementos. Es más, una vez hecho el ejercicio de imaginar sus canciones en un formato acústico más relajado creo que funcionarían igualmente. Tengo la impresión de que aquí lo verdaderamente importante no es tanto la forma como el fondo, y que buscando la tranquilidad y el sosiego de unos ritmos pausados pero no simplones han encontrado una fórmula compositiva que funcionaría sin necesidad de electricidad, aunque esta sea un elemento importante en su formato actual. Porque esto no es un remanso de paz, sino explosiones controladas de rock y punk a bajas revoluciones.
Si alguien ha seguido de cerca la trayectoria de Ricky Lavado sabrá que no hace mucho publicó un libro muy interesante sobre rap: “Historia del rap. Cultura hip hop y música de combate” (Ma Non Troppo, 2021). Antes había publicado también una novela titulada “Endora” (Bandaàparte, 2018). Pero La Joya no tiene nada que ver ni con el rap ni con casi ninguno de los otros proyectos anteriores de cualquiera de los dos integrantes. Obviamente, sí hay algún que otro referente en común con algunos, pero lo cierto es que la naturaleza de la música del dúo es definitivamente más orientada hacia el slowcore de lo que ha estado cualquiera de sus otras aventuras.
Meses después de aquel mensaje en redes al que nos referíamos al principio, ya en septiembre pasado, debutaron en disco con “Mojave EP” (XRECXRD, 2022), un trabajo con cinco canciones donde se entremezclan ecos de Codeine, Mogwai, Acetone, Slint, Earth, Godspeed You! Black Emperor o Fugazi: en “Intermission” se incluye un audio extraído del documental “Instrument” (Jem Cohen, 1999) sobre el grupo de Washington D.C., un speech conocido por los seguidores de la banda estadounidense como “Ice cream eating mo fo”. De carácter eminentemente instrumental, en este EP hay también una canción, “Amargosa”, con letra cantada por Lavado. Ha debido ser toda una experiencia para él, porque hasta donde yo sé nunca antes se había puesto frente al micro. Después ha habido otro lanzamiento discográfico, “El sur”. Un single que editaron a pocos días de terminar 2022 y que cuenta con la colaboración de Ana Franco (Coffee And Wine). Esta canción abre su marco estilístico un poco más gracias a la voz de la cantante y a los coros que incorpora, y ayuda a generar una mayor expectación ante lo que puede deparar el disco que deberían comenzar a grabar a lo largo de este verano.
Todas estas grabaciones editadas hasta ahora se han realizado en Estudio Brazil, un espacio situado en la localidad madrileña de Rivas que es importante para el dúo y al que ellos se han referido en ocasiones como el más cercano a la filosofía de Steve Albini, una actitud con la que comulgan totalmente. El músico y productor estadounidense es célebre por su honestidad, por su trasparencia y por no distinguir en su trato entre proyectos grandes y pequeños. Y en lo relativo al sonido, por sus grabaciones en cinta analógica que logran mostrar al artista sin efectos que enmascaren lo que realmente es. Es decir, actitud punk y resultados sin artificios innecesarios. Para el sonido de La Joya es tan importante el estudio como la labor que realiza para ellos Jorge Ramos, productor de todo el material que han grabado hasta ahora y al que consideran un miembro más del proyecto.
Puede sonar a tópico, pero en el caso de una banda como esta, formada por dos músicos curtidos en mil batallas, es una realidad pese a su indudable pegada en estudio: la verdadera fuerza de La Joya radica en sus directos. Además, en ellos se da una extraña circunstancia, ya que el público suele reaccionar con un aplastante silencio cuando los chicos están en acción. Yo diría que es respeto. Podrán comprobarlo de inmediato: en mayo van a tocar en Salamanca (19), Pontevedra (20), Madrid (21, como artista invitado de Last Days Of April), Castellón (26) y Benicarló (27). ∎
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