Familia, en efecto, no hay más que una, y cada uno carga como buenamente puede con la que le ha tocado en gracia. Lo sabe bien Fernando Martínez, que, después de lanzar con
“Una araña a punto de comerse una mosca” (2012) el primer trabajo que firmó íntegramente en castellano como
Remate –al que siguió
“Nelson es perfecto” (2014)–, dobla la apuesta y entrega con
“Cabello de ángel, tocino de cielo” una suerte de autobiografía familiar en clave musical. La gracia, claro, está en que la familia del madrileño es cualquier cosa menos normal, por lo que la intensidad lírica de ese árbol genealógico con las ramas torcidas está más que asegurada.
No hay más que descerrajar la inaugural
“El urogallo” y encontrarse con un verso revelador y punzante –
“A veces me gustaría ser yo, no tener antepasados filonazis”, canta– para calibrar la magnitud de esta suerte de ajuste de cuentas que Remate resuelve pasando de puntillas por la canción de autor y arrimándose al piano para abrazar la desnudez confesional. El resultado es un disco menos luminoso que sus predecesores, aunque más valiente y honesto; un trabajo de palabra musicada por el que desfilan falangistas y papistas, Leni Riefenstahl, crucifijos y urogallos, fotos del Rey y abuelos que añoran la Alemania de la Segunda Guerra Mundial mientras
“Marica y drogadicto”, seguramente lo mejor del lote, apuntala esa melancolía oceánica que se ha convertido en marca de fábrica del compositor madrileño. ∎