Renacimiento electrónico. Foto: Jiten Dadlani
Renacimiento electrónico. Foto: Jiten Dadlani

Entrevista

Carlos Ordóñez, la calma vasta y lúcida del cielo

Casi dos décadas después de dar carpetazo a Prozack, Carlos Ordóñez –quien en los años noventa y a principios de este siglo fue alquimista mayor de la praxis dance de vanguardia en Galicia– nos ofreció a finales de 2022 una nueva prueba de genio y vigencia: el EP “Un círculo helado”. Seguramente, la demostración más rotunda de que estamos ante una resurrección que incluso promete mayor número de soluciones creativas que en sus años de desenfreno vital.

24. 04. 2023

Los primeros síntomas del regreso de Carlos Ordóñez se hicieron palpables con “Retortoiro” (2021), EP con el cual comenzó una nueva andadura de la mano de Ferror Records, en estos momentos el vivero más generoso en propuestas con el sello de calidad made in Galicia. Luego publicó otro EP, “Un círculo helado” (2022), confirmando que su anterior asiento discográfico no había sido un hecho aislado.

A pesar de tantos años sin noticias suyas, el músico vigués no estuvo en barbecho artístico. Ni mucho menos. Ha sido una larga temporada de autodescubrimiento en la sombra. Ahora comenzamos a recolectar los primeros frutos de una senda que promete ofrecernos más pruebas de lo que ha sido una evolución sin freno hacia la configuración aerostática del nervio techno y sus diferentes y vaporosas manifestaciones.

El propio Carlos –conocido sobre todo por su trabajo como Prozack, aunque ha operado en otros proyectos como Radio, Gauss o Grado 33– explica cómo percibe su propio pasado, presente y futuro en las matemáticas del beat desde la autorreclusión (a través de la cual no podremos vivir experiencias suyas en directo), y la perfección obsesiva que desprenden sus más recientes creaciones.

El hombre Prozack. Foto: Jiten Dadlani
El hombre Prozack. Foto: Jiten Dadlani

Para ponernos en contexto, ¿de dónde proviene Carlos Ordóñez?

Si me remonto al principio, musicalmente hablando, mi adolescencia estuvo marcada por el post-punk, el shoegazing y por todo el catálogo del sello 4AD, que se convirtió en una verdadera obsesión para mí. Ahí comenzó mi devoción por Cocteau Twins, que continúa viva después de tantos años. Cuando a principios de los noventa comencé a hacer mis propios experimentos con la música, iban en esa dirección. Esas maravillosas bandas post-punk que tuve la fortuna de disfrutar en mi niñez y adolescencia eran muy audaces y vanguardistas. Mezclaban con total naturalidad las guitarras y lo acústico con la electrónica. Por ejemplo, pensemos en grupos como New Order, Simple Minds o Cabaret Voltaire. Por su influencia pronto comencé a sentir curiosidad y verdadera fascinación por las cajas de ritmos. Y de ahí vino todo lo demás. Toda mi fiebre por la electrónica vino unos años después. Fue un proceso lógico.

¿Dónde termina Prozack y dónde comienza Carlos Ordóñez?

Prozack queda ya muy lejano en el tiempo. La diferencia fundamental es que era joven y ahora no lo soy. El mundo ha cambiado, yo he cambiado, y mucho. En aquel tiempo mi vida era un torbellino y una montaña rusa emocional; hoy es plana y gris, el torbellino va por dentro, es interior. Las inquietudes y las preocupaciones son otras y mucho más hondas. Ves las cosas desde otra perspectiva. Me mantengo al margen de tendencias y corrientes, hago pura y llanamente lo que siento. Creo que puedo aportar una visión particular y diferente.

“Prozack queda ya muy lejano en el tiempo. La diferencia fundamental es que era joven y ahora no lo soy. El mundo ha cambiado, yo he cambiado, y mucho. En aquel tiempo mi vida era un torbellino y una montaña rusa emocional; hoy es plana y gris, el torbellino va por dentro, es interior”

Más de tres lustros después de tu última manifestación discográfica, regresaste con los EPs “Retortoiro” y “Un círculo helado”. En este último vas más allá dentro de la sensibilidad aerostática con la que trabajas las texturas, pero ¿qué significa cada uno de estos discos para ti?

“Retortoiro” fue de lo más especial porque significó mi vuelta a la actualidad musical después de tanto tiempo. Sabía que volvería, es algo que siempre he tenido claro en todo este tiempo. Simplemente, he esperado el momento preciso. Y ahí es donde aparece Ferror Records en mi vida, un pequeño sello gallego que está haciendo una gran labor, sacando a la luz un montón de cosas interesantes. Pude buscar otras opciones, pero me apeteció trabajar con ellos. En cuanto a “Un círculo helado”, es la reafirmación de lo que puedo aportar en esta nueva etapa. Subraya el camino por el que transitaré un tiempo hasta que dé un nuevo giro de ciento ochenta grados que está ya en germen. Este segundo EP ha sido muy complicado para mí porque mi nivel de autoexigencia raya lo psicótico. Tengo serios problemas para ver una pieza finalizada. La producción musical implica tomar una serie de decisiones y precisamente decantarme por cualquiera de ellas es algo bastante terrible para mí... En cuanto a esa sensibilidad aerostática y esas texturas que mencionas, seguramente son parte de ese origen que describí al principio.

En todos estos años no has parado de componer. ¿Hasta qué punto vamos a poder escuchar el material que has acumulado durante este tiempo y bajo qué concepto?

Tengo infinidad de música no publicada, guardada y archivada de forma desordenada, en un cajón, de todos mis proyectos desde 1990. En cintas de casete, en CD y en cintas DAT. Digitalizar todo ese material es una tarea que tengo pendiente desde hace mucho, pero exige muchísima dedicación y no dispongo de tiempo para ello. Me encantaría ir sacándolo a la luz, pero de forma correcta y cuidada. O hago las cosas bien o prefiero que siga como está, guardado en un cajón. Me he vuelto muy exigente y perfeccionista. Y también muy caprichoso. Tendría que ir por partes. Me gustaría comenzar con las treinta cintas DAT que tengo guardadas de los años noventa. Darían para tres o cuatro álbumes de electrónica, especialmente techno. Estoy esperando una oferta interesante. Me gustaría hacer algo atractivo, en formato físico, edición limitada y cuidando el envoltorio.

El reto de comenzar de nuevo. Foto: Jiten Dadlani
El reto de comenzar de nuevo. Foto: Jiten Dadlani

“Esa materia fragmentaria”, del segundo EP, me recuerda a la rítmica hipnagógica de proyectos como Moon Wiring Club. ¿Cuáles son las referencias que conforman tu mural sónico en la actualidad?

“Esa materia fragmentaria” está producida casi al cien por cien con sintetizadores Moog analógicos. No uso ni un solo sintetizador, efecto o sonido virtuales; no me interesan, no me convencen. Es posible que por ese motivo cierta paleta de sonidos te recuerde a cosas del sello Ghost Box. Me gustan bastante algunas cosas de su catálogo, como los collages de The Focus Group. Pero creo que mi música es diferente, va en otra dirección. Además, yo apenas uso samples en mis producciones. Intento explorar más allá de mis referencias de siempre: post-punk, krautrock, electrónica clásica y actual, minimalismo, dub... Actualmente intento bucear, por poner algunos ejemplos, en las discografías de Pierre Henry, Bernard Parmegiani, Morton Subotnick, Fela Kuti, Manu Dibango, Jon Hassell, Jlin, Psychic TV... También me interesan otros mundos como, por ejemplo, el son cubano, la polirritmia africana, el footwork, etc. Y por supuesto descubrir todo tipo de novedades. Me fascina la música experimental en todas sus vertientes y también confieso que pongo algunas petardadas si estoy de buen rollo y tomando una copa en ambiente cordial. ¡Claro que sí! Pero eso es otra historia.

Tanto “Retortoiro” como “Un círculo helado” suenan a islas y al mismo tiempo a piezas de una estructura mayor. ¿Qué sentido tienen dentro de tu discografía?

La calma vasta y lúcida del cielo.

“¿Merece la pena un larga duración en estos tiempos? Incluso a menudo pienso que cualquier composición musical no debería exceder hoy los treinta segundos de duración. Han cambiado los hábitos de escucha a peor. En general no profundizamos en la escucha. Todo es hoy superficial, instantáneo, efímero...”

No hace mucho volví a escuchar tus discos como Prozack y Radio. Mi sensación fue la de estar ante música cuajada en su contexto, pero fuera de las coordenadas habituales de la electrónica española, con tu acercamiento al ambient-techno. No sé si ahora percibes tu trabajo previo de la misma manera.

No suelo escucharme, es algo que me resulta difícil e incómodo. De mi pasado rescato algunas cosas. Creo que en el disco de Prozack “Dispersión” (Stereophonic Elefant Dance Recordings, 2000) hay cosas interesantes. Es un álbum bastante vanguardista para su contexto que oscila entre el noise-techno más abstracto, el drone y el ambient. Creo que captura ese ambiente un tanto enrarecido que se respiraba, y muy particularmente en mi caso, en aquel cambio de siglo. Cuando se publicó yo estaba centrado ya en otras historias bien diferentes, con Grado 33, y pasó bastante desapercibido. Noches enteras experimentando hasta el amanecer con sintes, con viejas radios, cajas de ritmos, con ruido blanco... Fue mi etapa más pura y salvajemente creativa, de gran experimentación en mi estudio. Ahí aprendí y puse en práctica casi todo lo que hoy aplico. Vivía por y para la música, por y para la noche. Fue maravilloso.

¿Para cuándo el ansiado álbum y qué podemos esperar del mismo?

De momento me siento cómodo con el formato EP, me parece muy atractivo y quiero seguir explorando sus posibilidades. Mi intención es pisar el acelerador y aumentar mi producción en los próximos meses con nuevos EPs y singles. Luego veré. La verdad es que la idea del álbum me da algo de vértigo, me produce cierta inquietud. No lo descarto, pero también me planteo: ¿merece la pena un larga duración en estos tiempos? Incluso a menudo pienso que cualquier composición musical no debería exceder hoy los treinta segundos de duración. Han cambiado los hábitos de escucha a peor. En general no profundizamos en la escucha. Todo es hoy superficial, instantáneo, efímero... Consumir inmediatamente y desechar. Confieso que no me gustan los tiempos presentes. Me parecen tristes, necios, oscuros... la decadencia de muchos valores. Obviamente, es una visión particular, pero desde hace un tiempo observo y creo firmemente que con esta tecnologización avasalladora y desbocada estamos dejando demasiadas cosas por el camino. No nos conduce a buen puerto. Sinceramente, creo que internet y específicamente las redes sociales nos están haciendo más daño que otra cosa. Demasiada basura, un cenagal. Soy pesimista y un lunático sin remedio. ∎

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